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Sin las abejas el mundo entero moriría de hambre

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Apenas acaba de salir el sol; el rocío matutino cubre con millones de radiantes gotas iridiscentes la hierba, las hojas de las plantas y de los árboles y los pétalos de las flores multicolores. La colmena, a la vera de un seto, parece abandonada, muerta.

A poco una abeja solitaria sale, se orienta y emprende el vuelo. Instantes después , otras imitan a la primera.. Son las abejas exploradoras, tenaces buscadoras de alimento.

Su misión es descubrir flores en sazón, con la corola abierta, llenas de néctar y anteras cubiertas plenamente de polen, materia que necesitan las abejas obreras para producir la cera. Ésta servirá para hacer los panales en que, después, almacenarán la miel elaborada en su estómago, con el dulce jugo libado.

Abeja en plena laborMinutos más tarde, y brillando bajo los rayos del sol como insectos de oro, ahítas de néctar y cubiertas de polen, retornan algunas exploradoras. Entran en la colmena y salen enseguida conducidas por las obreras y dan inicio a una danza enigmáticamente alocada.

Las obreras se arraciman detrás de las exploradoras, siguiendo meticulosamente la danza y, poco a poco, ávidas, parten en línea recta hacia la fuente del alimento indicada por sus compañeras, que sin vacilaciones es localizada de inmediato.

¿Cómo se produce este hecho portentoso? ¿Por qué las obreras encuentran tan fácilmente la fuente alimenticia descubierta? Las exploradoras no las conducen físicamente a las flores escogidas; las obreras van solas directamente y sin errores de orientación.

La conclusión es sencilla: las exploradoras comunican de algún modo a las obreras el lugar exacto donde se encuentran los alimentos localizados por ellas. Esto es, las abejas han desarrollado a través de miles y miles de años un medio de comunicación propio, un lenguaje especifico, el llamado “lenguaje de las abejas”.

Este medio de comunicación ha sido objeto de una larga serie de estudios, observaciones y experimentos que los especialistas vienen realizando desde hace mucho tiempo. En 1948, August Krogh publicó un trabajo muy documentado, describiendo detalladamente el método que emplean las abejas para comunicarse entre sí.

Más recientemente, es Karl von Firsch quien ha llevado a cabo un trabajo impresionante para registrar con toda certidumbre el comportamiento de esos animalitos, venciendo un sinnúmero de obstáculos y dificultades con su extraordinario espíritu científico y su enorme capacidad analítica, desplegados a través de dos décadas de investigación acuciosa y exhaustiva.

Los experimentos realizados por von Frisch han demostrado la precisión absoluta con que las abejas obreras llegan a una fuente de alimento descubierta por las abejas exploradoras. Para establecer firmemente el hecho, el investigador colocó al alcance de las exploradoras un alimento atractivo: azúcar diluido en un grupo de flores previamente escogido en un jardín botánico.

Las plantas seleccionadas eran de un tipo generalmente no visitado por las exploradoras. Pocos minutos después que estas descubrieron las flores enriquecidas y abandonaron el jardín, llegaron a él gran número de obreras procedentes de la colmena, las cuales se dirigieron sólo a las flores en que las exploradoras se habían alimentado, ignorando totalmente los oros setecientos tipos de flores existentes en el lugar.

Los olores

Abeja Obrera¿Cómo las exploradoras transmitieron a sus compañeras la información sobre el tipo de flor, la abundancia del alimento, la dirección y la distancia en que se encontraba en relación con la colmena?

– Algunas respuestas parecen obvias: la exploradora regresa con el aroma específico de las flores impregnado en su cuerpo cubierto de polen y el estómago repleto de fragante néctar que comparte con las obreras, dándoles a probar un poco a cada una.

Después de cuidadosos experimentos, von Frisch determinó que las abejas utilizan esos dos perfumes para identificar la fuente alimenticia, la cual, además, es marcada con un aroma propio que la exploradora expele sobre las flores escogidas con una glándula especial que posee.

Sin embargo, el olor únicamente puede ayudar a las obreras a localizar el alimento cercano a la colmena, pero no para conocer la cantidad disponible, la calidad del néctar y, mucho menos, para establecer la situación y la distancia que con frecuencia es mayor a una milla.

La danza

En observaciones minuciosas hechas por Frisch y sus ayudantes, descubrieron otro dato interesante: cuando la exploradora regresa de una fuente alimenticia cercana (menos de 50 yardas) realiza un movimiento redondo llamado “danza circular”.

Las abejas obreras siguen a la abeja danzante y la tocan con las antenas. Pero, cuando aumentaron la cantidad y la calidad del alimento artificial, comprobaron que las abejas danzaban con más velocidad y mayor vigor, lo que les llevó a suponer que las obreras conocen la riqueza y la abundancia del hallazgo por la rapidez y la fuerza de la danza de su compañera exploradora.

Ahora bien, estos movimientos no revelan por si solos la dirección precisa de la fuente localizada. Para verificar esto, von Frisch hizo el siguiente experimento: colocó cerca de la colmena un plato con alimento, perfumándolo con lavanda, y lo rodeó de otros platos igualmente perfumados, pero vacios.

Cuando las exploradoras regresaron con su mensaje a la colmena, quito el plato lleno y puso uno vacío en su lugar. Recibido el mensaje por las obreras, emergieron en tropel de la colmena y se lanzaron ávidamente a buscar el alimento, desperdigándose entre todos los platos. Al parecer, las exploradoras habían informado que el néctar estaba cerca, aunque, obviamente no habían comunicado exactamente en qué plato se encontraba.

Panal y AbejasUna vez más, von Frisch repitió el experimento, colocando los platos más lejos de la colmena. ¿Qué ocurrió entonces? Algo totalmente diferente: a una distancia de 200 yardas, casi todas las obreras fueron directamente hasta los platos más cercanos a aquél en que las exploradoras habían comido.

¿Por qué? Porque las exploradoras danzaron de distinta forma, haciendo los movimientos necesarios para indicar la distancia y la dirección.

En lugar de la simple danza circular, que no ofrece los datos mencionados, ellas efectuaron una “danza oscilante”, moviendo el vientre de un lado a otro.

En esta danza oscilante, la exploradora corre directamente sobre un estrecho camino imaginario, repentinamente da un viraje de 360 grados a la izquierda y no menos repentinamente a la derecha, repitiendo varias veces la secuencia.

La distancia entre la colmena hasta la fuente alimenticia descubierta, según Frisch, es indicada con gran precisión por la velocidad de las vueltas de 360 grados dadas por la abeja exploradora.

En cambio, la dirección de la línea recta entre las vueltas a la izquierda y a la derecha, señalan la dirección de la senda del vuelo. Las abejas “calculan” el ángulo de la senda de vuelo por medio de una línea imaginaria recta entre la colmena y el sol, sea cual sea la posición que éste ocupe en el cielo.

Este “cálculo” no requiere luz solar directa pues las abejas conocen la posición del astro por la llamada “luz polarizada” y son capaces de verlo a través de una gruesa capa de nubes, exactamente igual que los seres humanos.

El lenguaje completo

Abeja haciendo exploraciónComo puede verse, el lenguaje de las abejas resulta sumamente complejo: por lo menos requiere el uso de tres sentidos:

el olfato, el tacto y la vista y sirve a estos insectos para trasmitir, al mismo tiempo información precisa sobre la cantidad de alimento encontrado, la calidad que tiene y la dirección y distancia en que la fuente alimenticia se halla.

Sin este medio de comunicación, la colmena, mejor dicho, la especie toda, no podría sobrevivir y, menos aun, mantener la estupenda organización social que la caracteriza, la cual tiene como base el principio de “la división del trabajo”.

Pero no solo tienen las abejas un lenguaje, un medio de comunicación entre sí, sino que dentro de la estructura de ese lenguaje común a todas las variedades de abejas, se encuentran diferencias sutiles que prueban la existencia de formas de expresión propias de cada una de ellas, esto es, de “dialectos”.

Karl von Frisch y sus ayudantes llegaron a descubrir variantes en la forma de expresión entre las abejas gigantes, las enanas, las índicas, las italianas y las austriacas, las cuales, aunque siguen, en general un patrón común, usan ciertos movimientos peculiares que diferencian su medio de comunicación, su lenguaje del de las demás, exactamente igual a como ocurre con cualquier dialecto respecto al idioma madre y los dialectos entre sí.

Las abejas y el hombre

Recolección de MielA primera vista puede parecer que las abejas son útiles al ser humano únicamente como productoras de miel y cera, pero no es así. Nuestro mundo –el mundo humano- y el mundo de las abejas son interdependientes, forman un mundo simbiótico.

Si las abejas desaparecieran, el hambre haría estragos, porque la tarea de polinización que realizan estos pequeños y familiares insectos es fundamental en la agricultura mundial; todo en la naturaleza está sincronizado a favor del ser humano y si llegare a faltar alguno de sus componentes la situación para el hombre se dificultaría un poco.

La explotación de las abejas para aprovechar la miel proviene de los tiempos prehistóricos. Restos hallados en la Cueva de las Arañas, cerca de Valencia, España, prueban que ya en la Edad de Piedra los hombres cogían la miel producida por las abejas.

Algún tiempo después, el hombre aprendió que las abejas podían ser semi-domesticadas. En los jeroglíficos egipcios, que datan de 2600 años a.C, se describen métodos avanzados de apicultura.

Y todavía más tarde, el hombre comprendió que para intervenir en el proceso natural de polinización, para asegurar buenas cosechas, tenía que utilizar a las abejas, asegurándose de tener colmenas disponibles, cuando llegaba la estación de la fecundación de las plantas.

En los EE.UU las abejas representan entre el 85 y 90 por ciento de todos los insectos polinizadores, y más del 50 por ciento de las semillas de todos los vegetales que se siembran en los diferentes lugares del mundo provienen de California.

Los vegetales que producen las semillas son polinizados por las abejas. Si ellas faltaren en su tarea, ¿qué pasaría? Un experto agrícola norteamericano afirma: “Si uno carece de las abejas, tampoco tendrá semillas. Es más, si no hubiese abejas, tampoco habría leche, ni industria láctea sobre la faz de la tierra”.

Las moscas, las mariposas, las polillas, los mosquitos y las avispas visitan las plantas floridas y distribuyen una pequeña cantidad de polen, pero ninguno de esos insectos realiza esa función tan ampliamente como la abeja. Una colonia de las más conocidas y laboriosa, Apis mellifera, contiene de 20 a 60 mil abejas, y la vasta mayoría de ellas se pasa casi todo el tiempo de su vida –de dos a seis meses- buscando el néctar.

El cuerpo de la abeja está cubierto enteramente de pelo en el que atrapa hasta cinco millones de granos de polen a la vez; en su visita a la próxima flor, casi siempre de la misma clase de planta, inevitablemente deposita parte del polen de la primera en los órganos de la segunda, fecundándola. Si las abejas no realizaran este trabajo, ¿cómo el hombre podría llevarla a cabo? Las abejas son insustituibles en esa extraordinaria función.

(Tomado del “Almanaque Mundial”)

 

 

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