Se afirma que ocurrió en Costa Rica.
Don Rodrigo Arias Maldonado, caballero andaluz, intrépido y apasionado, el 27 de febrero de 1662 y con tan solo 24 años, fue nombrado gobernador interino de la provincia de Cartago. Cuatro años después, habiéndose entregado a una vida de placeres, terminó enamorándose de una señora casada que correspondió a su amor.
Por aquel entonces, vivía allí un buen hombre, natural de Tenerife, llamado Pedro de Betancourt, quien habiendo fracasado en su afán de ser sacerdote, había fundado la modestísima casa de caridad de Bethlehem.
Por esas cosas del destino, una noche la amante de Rodrigo murió en brazos de éste, quien desesperado se lanzó a la calle con la intención de matarse. Cuando estaba a punto de terminar con su vida, una voz lo interpeló; era el hermano Pedro, quien lo exhortó a enmendar sus malos pasos.
Don Rodrigo prometió hacerlo, si el hermano lograba sacarlo del abismo al que había caído haciendo que, al menos por un momento le devolviera la vida a la mujer. En casa de su amante, después de contemplar a la difunta, el hermano Pedro le tomó una mano y tras unos segundos de meditación, le dijo:
“En nombre de Dios os mando que volváis a la vida”, y el milagro se realizó. Desde entonces, don Rodrigo, esclavo de su palabra, solicitó su ingreso a la orden del Hermano.
El 25 de abril de 1667, el hermano Pedro murió y legó a don Rodrigo la casa de Bethlehem, con la recomendación de convertirla en orden monástica, promesa que se cumplió 29 años después, el 18 de abril de 1696. Sin haber tenido un minuto de reposo desde el día de su promesa, fray Rodrigo de la Cruz, nombre que tomó el andaluz, murió en México el 25 de abril de 1713.
(Tomado de Almanaque Mundial, 1989)