Apreciado muchacho:
Puedes considerarte, ya, un joven privilegiado. Has logrado, no temo equivocarme, por tus propios méritos hacer realidad un sueño, tal vez, el sueño más importante de tu vida: ingresar a la Facultad de Medicina.
Al igual que tus compañeros primíparos, ahora en sus marcas, como en las carreras de atletismo, esperas ansioso el pistoletazo definitivo del juez que dará la gran partida a una competencia que marcará, con el resultado final, ya resultes ganador o perdedor, el rumbo promisorio de tu existencia.
Esta competencia es la exigente carrera médica.
A través de un largo y laborioso recorrido tendrás que conseguir tal cantidad de puntos que sumados te permitan la clasificación final para adquirir la idoneidad profesional.
En tu marcha hacia este objetivo tienes que ganar primero con disciplina, consagración y orden dos pruebas preliminares: la intelectual o científica y la ética o moral.
Sin la conquista de estas pruebas el arribo a la meta te será casi que imposible. Es probable, entonces, debas abandonar tus estudios por descalificación. Deseo de corazón no tengas este desenlace y quedes tendido, sin remedio, en la mitad del camino.
Durante el prolongado curso del evento tocará fajarte duro y sostenido en la adquisición del conocimiento médico para obtener así la competencia intelectual que permitirá luzcas orgulloso la honrosa “camiseta blanca” del científico.
Representación simbólica de la pureza de aptitudes, dones y destrezas del artista. Porque debes entender mi joven amigo que la profesión médica es una conjunción de ciencia, tecnología y arte maravilloso.
Completas la condición de atleta destacado del intelecto compitiendo con mística en la formación de una cultura humanística. Has de saber que tu ciencia y tu arte están consagrados al servicio integral del hombre.
Aprendimos desde los tiempos de Protágoras que el “Hombre es la medida de las cosas” y es la persona humana en lo más valioso que ella tiene: su salud y su vida, la materia prima de tu futuro ejercicio profesional.
Para enfrentar con éxito lo riguroso de este crucial compromiso no son suficientes las dotes científicas, técnicas y humanísticas. En igual medida, con el mismo entusiasmo, necesitas alcanzar puntos valiosos, solo posibles, tras una sólida formación moral para salir adelante en la imprescindible competencia ética.
Esta constituye la estructura espiritual necesaria para desempeñarte dignamente en la pesada travesía del dolor y el sufrimiento implícitos en la naturaleza humana, a la que tú con osadía y valor te has lanzado. Con el mandato gratificante del amor, en todo momento presente.
Si tú, querido primiparo, no tienes bien cimentados tus ideales con sentimientos impregnados de caridad, justicia, honestidad, compasión, templanza, prudencia, solidaridad, humildad, paciencia, fe, tolerancia, respeto y responsabilidad; tu precoz inteligencia, extraordinaria pericia, tecnología y vanidad científica no bastarán para culminar triunfante tu hazaña.
Al no validar la competencia moral los jueces implacables de tu carrera se verán obligados a inhabilitarte sin contemplaciones.
Si no imaginas o no has tenido tiempo para informarte quienes son, a la postre, los severos jueces de esta competencia, tras tu paso por la Facultad, puedo decirte que el primero, quizá, el más importante de todos estará ubicado, en profundo silencio, muy cerca de ti, en el interior de tu conciencia.
A lado y lado del trayecto encontrarás ansiosos, vigilantes, la legión interminable de hombres, mujeres y niños: la sociedad entera. Bien en lo alto del sendero hasta donde nuestra vista no alcanza, hay, quiérelo o no, un Dios: amo y señor de la vida, que observa, vigilante, toda la ruta por donde corres presuroso.
Con seguridad, llegarás al término de la competencia. Jubiloso subirás al podio de los graduados donde el alma mater te entregara con honores el título de Médico.
Ten en cuenta que con esta ceremonia no concluye tu participación; habrá un juez insoslayable que una vez terminada tu gesta en la carrera universitaria te seguirá vigilando en tu activo ejercicio profesional: te va a condenar o a premiar de acuerdo a la labor realizada. Si te haces merecedor o no de glorioso reconocimiento.
Ese juez inapelable, que tanto espera de ti, es la misma sociedad que te ha elegido, para que la honres, como uno de sus representantes más distinguidos.
Adelante muchacho. Ni un paso atrás. A vencer!!