Autor: Alirio Plata Casas
Era yo un "culicagao" de escasos 5 años tal vez, cuando tocaba a la puerta de mi casa paterna, casi siempre sobre las 7 de la noche, un hombre alto, delgado, de calva incipiente, que caminaba como pidiéndole permiso una pierna a la otra.
- "Está don Rogelio?" preguntaba con un acento extranjero.
- "Papá llegó un gringo"...
- "Mandelo seguir" era la orden perentoria, de aquel hombre que es mi ídolo y mi fortaleza.
Las otras veces que llegaba, lo único que hacía era abrirle la puerta de par en par. Siempre a las 7 en punto. Se sentaban ambos hombres a la luz de las estrellas y con el cantar de los sapos y los grillos; entablaban conversaciones y yo, "eso si de sapo", al lado de los dos.
Idea viene , idea va...
Era "Mister Gallinas" -nunca supe su nombre- como lo apodaban burlonamente los chicos de la escuela Uribe Uribe, entre ellos Marco Tulio Romero, los hermanos Pedro, Jairo y el Chato Pabón, mis hermanos Victor, Pedro, Darìo y Carlos Loaiza, los hermanos Valencia y tantos otros chicos, que apenas si despertaban a la adolescencia, un hombre sapiente, inquieto, que a sus -creo- casi 60 años, era tal vez un veterano de la segunda guerra mundial, o quizás un judio, que perdió a su familia en el Holocausto Nazi.
Confieso que me causaba gracia. Y a la vez admiración. No por su aspecto jocoso, ni por su andar desgarbado, ni por su calva incipiente, sino por la seguridad con que exponía sus ideas, delante de mi amado padre, en un español reforzado aprendido a golpes.
Confieso que le escuchaba con la "jeta abierta". Daba risa escucharlo hablar. Claro no lo hacía delante de él. Mi padre ensimismado, le oía con atención -y con profundo interés, además-.
Le traía, en frascos de nescafè grande o de dulce de brevas de vidrio, una mermelada de piña, muy deliciosa por cierto, artesanal pero exquisita, que él mismo sembraba, procesaba, empacaba y comercializaba en una granja en el Alto de Menegua, de donde iba y venía a pie, para cumplir la cita, cada cierto tiempo .
Me causaba admiración por eso. Por lo emprendedor, por lo luchador, por lo incomprendido. Mira que hacer mermelada de piña, en Puerto López, en 1965? Eso es cosa de locos.
- "Don Rogelio, mis experimentos han dado resultado. Creo que podemos hacer cultivo industrial, comprar frascos vacíos, procesar la mermelada, venderla y ganar dinero" afirmaba con vehemencia delante mío. Siempre yo de sapo.
Mi padre, ese hombre que nació también campesino en las montañas de Santander, que sembró la huerta familiar, que quedó huerfano de padre a tierna edad y tuvo que cargar leña, caminar dos horas para venderla en el pueblo de Zapatoca, como mis amados tíos -esos hombres de acero con el alma de oro fino- no le disgustaba la idea.
Era tal vez de los pocos que le brindaba apoyo moral a "Mister Gallinas", cuando le contaba , que todos se burlaban de él y sus locuras.
Sí "Mister Gallinas" hoy sé que tienes toda la razón. Crear industria salva de la pobreza a los pueblos y llena de vida, de risa, y alegría a las familias.
Gracias por darme tu risa y por la lección.
ANÉCDOTA FAMILIAR
Año 1965, Puerto López, Meta.
Mi madre Laura, quiso un día al desayuno, alimentarnos con huevos pericos. Faltaba un ingrediente.
- " ...Rogelio.. no hay tomates .."
- ... " Que vaina con eso ole"- gritó furibundo mi padre- poniéndose aun más rojo de lo que era. Tomó el Land Rover de platón , marchándose a la plaza de mercado, regresando 20 minutos después, sudoroso y todavía con visibles signos de irritación, en su serena mirada profunda de ojos azules como el mar.
Entrando a casa con un paquete grande a sus hombros, descargó el guacal de madera de 15 kilos sobre la cocina, refunfuñando, soltando su extraordinaria risa contenida que retumbó en toda la casa:
- "Ahí tienen tomate pa' todo el año pa' que no me jodan más con eso, ole..."
Luego se marchó a dirigir las bodega de la empresa Expreso Ganadero Plata Hermanos Ltda.