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ASPIRANTES A REINAS

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Si acaso hay personas dignas de consideración, piedad y respeto, son las niñas que se le miden a ser aspirantes al título anual de la belleza colombiana; muchos creerán, equivocadamente, que se trata de muchachas triviales, deseosas de figurar en los periódicos mostrando las zonas candentes del cuerpo, de andar en bailes y desfiles; nada de eso: las chicas que se someten a ese trajín, probablemente se meten en semejante lío por cumplir una “manda”, para que San Gregorio le cure el coto al papá, o para obtener de otro santo el milagro de la lotería, porque la faena no es más que un prologando martirio.

Cuando la muchacha consigue ser postulada, tiene que entregarse como en una exposición agropecuaria a ser medida, pesada y calculada en canal, por una colección de personas expertas en maquillaje y fórmulas para adelgazar o para engordar, y por unos inspectores que frecuentemente no pasan de ser caballeros en uso de buen retiro, a quienes lo único que les interesa es recrear sus pupilas y repasar recuerdos de los años 1970 para atrás; si la niña resulta un poco baja de estatura, pues hay que ponerle unos zapatos con unos tacones tan estrambóticamente altos, que la hace caminar como si estuviera en zancos o si estuviera pisando huevos; si tiene gordos que sobresalen en el arranque del costillaje, o en los predios aledaños a la cicatriz umbilical, deberá someterse a una dieta de changua, una lechuga, medio huevo cocido y agua de calabaza, durante un mes o más.

Si ofrece una silueta de escopeta de dos cañones y es escasa de pitones, la ponen a ingerir todos los almidones y dulces imaginados; en ese caso, la yuca, la papa, la arepa, la mazamorra, el arequipe, los chicharrones con coto y todo lo que sean pastas, azúcar y panela, deberán conformar su alimentación hasta que rellene los vacíos.

Fuera de eso, las visitas a las empresas buscando patrocinio, las reuniones con los comités, los interminables recorridos de oficina en oficina, los reportajes, las entrevistas, las fotos sacando la pierna izquierda, como un policía en discreción, son algunos de los pequeños detalles de esa tortura que las hace llegar diariamente al hogar a pedir agua caliente en cantidades navegables para meter las pantorrillas, en busca de un ligero alivio.

Además, toda candidata que se respete, requiere un lenguaje especial para responder modernamente a las preguntas rebuscadas y tontas que hacen los reporteros y periodistas; si les preguntan qué deporte prefieren, no pueden decir que el tenis o el tute, porque son obsoletos; hay que hablar del sky acuático, o la equitación, aunque no hayan conocidos más lagos que los del Cacique, donde naufraga un sapo y no hayan practicado equitación más que una montaña en burro en las novenas de aguinaldo.

Y las preguntas, ¡válgame Dios!, esas sí que son tontas; por ejemplo: a una niña, dueña de una sencillez, le soltó un reportero la siguiente: “qué madre famosa quisiera usted representar, la madre de Cristo, la de Fidel Castro o la de Pinochet”; como la candidata no conocía sino a la madre de Jesús, pues lógico que respondió que a Ella; la respuesta adecuada para darle por el coco al impertinente periodista, hubiera sido esta: Cualquiera de las tres, menos a la suya,…..

Pobres niñas, deberían llamarles mártires.

(Norberto Serrano Gómez, “De broma y deveras”)

 


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