Autor: Moisés Pineda Salazar
Desde esta teoría sobre el trámite de los conflictos, y ellos como parte de un sistema de tensiones, el mito fundacional Galapero es un material simbólico 6 que satisfizo a la sociedad barranquillera, desde finales del Siglo XIX y hasta bien entrado el XX, por cuanto que expresaba una realidad tecnológica que hacía viable una economía fabril íntimamente ligada con la actividad pecuaria 7 que, al tiempo que articulaba a lo urbano con lo rural, la proveía de la autonomía necesaria para romper, desde otra historia, con los lazos de todo tipo que la ataban a Cartagena y a un pasado pastoril.
En los inicios de los años 20`s, cuando se registra documentalmente y se promociona el relato mítico, las nuevas oleadas de inmigrantes dedicados al comercio y a la industria, desplazaban a los herederos de los antiguos hacendados que construyeron la ciudad de fines del Siglo XIX alrededor de una economía asociada con la actividad agropecuaria y el comercio de “los frutos de la tierra” que si bien daba alientos para hacer de la ciudad un puerto marítimo, no era suficiente músculo para abrir las Bocas de Ceniza.
El escenario de la Barranquilla finisecular era ambiguo, ecléctico y conflictivo en el que se contaba que:
“Allá por los años de 1620, los pobladores del vecino pueblo de Galapa, que se ocupaban con buen éxito en la agricultura y en la cría de toda clase de ganados, porque aquellos terrenos estaban cubiertos de pastos naturales, y tenían abundancia de aguas, comenzaron a notar que éstas disminuían gradualmente, años tras años, hasta que los vecinos tuvieron que adoptar el único recurso que les quedaba para conservar sus ganados que era pasarlos a la ribera del Magdalena en la estación veraniega.
Así lo hicieron durante algunos años; pero llegó una época en que la falta de lluvias fue tal en esta estación que puede afirmarse que la escasez de aguas en la época respectiva fue absoluta y todas las charcas que retenían aguas durante el invierno y gran parte del verano, se secaron casi súbitamente.
Y cuando menos lo temían, los ganados después de haber consumido la última gota de agua existente, se salieron de los montes y entraron en el sitio sedientos, agotaron el resto de agua que encontraron en las antiguas charcas, entraron en los patios y agotaron lo que encontraron en las casas, recorrieron el pueblo de un extremo a otro, y bramando se volvieron hacia los montes.
La mayor parte del ganado que salió de los montes de Galapa tomó rumbo hacia el norte, trasmontó la sierra y descendió hasta el lugar llamado entonces las “Sabanitas de Camacho” 8. Aquel fue el lugar escogido instintivamente por el ganado, y llegó a ser el punto común de estancia de los ganaderos.
Así comenzó la existencia del lugar llamado Camacho. Los alrededores de Camacho tenían abundancia de pastos naturales, los anegadizos situados hacia el norte estaban constantemente cubiertos de toda clase de plantas acuáticas fijas, y plantas flotantes arrastradas por las aguas del río en sus grandes crecientes9.
Todas estas favorables condiciones invitaban a los agricultores y ganaderos a permanecer en aquel terreno. El ganado que quedó en Camacho continúo pasando los veranos e inviernos en sus alrededores y poco a poco fue descendiendo a los playones donde prosperaban rápidamente; y debido a esto comenzaron a construirse algunas chozas en el lugar que hoy llamamos “La Playa”, en ambos lados del Arroyo Grande10 que en aquellos tiempos vertía sus aguas por tal punto.
Así seguían los habitantes de Camacho y “La Playa” disfrutando de todas las buenas condiciones de aquellos terrenos; pero andando el tiempo, llegó un día que en el curso de un horroroso temporal sobrevino un fuerte mar de leva, y grandes masas de aguas lanzadas del mar hacia la tierra, pasando por sobre las islas, llegaron a los playones, los anegó y anegó también una grande extensión del terreno siguiente, dejando en él al retirarse en lugar de los pastos que existían un desierto de arenillas.
Aquello fue un desastre, más aún, una catástrofe: el agua salada y la arenilla, habían matado todo principio de vegetación. Jamás han vuelto a adquirir aquellos terrenos su importancia primitiva. Desde entonces comenzó el movimiento de traslación de hombres y cosas, por la margen occidental del Magdalena, que se detuvo en el terreno que ocupaba esta población.
Esta retirada produjo a Camacho un aumento de población y con ello surgió un conato de la fundación de un pueblo de carácter duradero. Aquel terreno tenía todas las condiciones necesarias para la fundación de una ciudad; comenzaba el pueblo en la misma barranca del río, este tenía en aquella parte aguas muy profundas para el anclaje de embarcaciones mayores de gran calado, espacio suficiente en la ribera para fondear un gran número de embarcaciones de toda cala.
La pequeña población aumentaba gradualmente su número de habitantes casi sin esfuerzos... Cada establecimiento de aquellos llegó a ser un núcleo y agrupación de individuos más o menos numerosos, según la importancia de los cultivos.
Así surgieron, entre otros ya olvidados, los caseríos llamados Siape, La Concepción y Veranillo11.
Los primeros ocupantes del terreno al recorrer la orilla de la ciénaga encontraron en dos o tres puntos algunas barrancas de poca altura y, en virtud de esto, primero de un modo festivo y después con mucha seriedad, lo llamaron “Sitio de las Barrancas de San Nicolás12” cuyo nombre llevó por mucho tiempo, según consta por documentos posteriores que hemos consultado.
Decididos los primeros ocupantes del terreno a fijar en él su residencia definitiva, invitaron a sus amigos ausentes, llamaron a sus parientes y allegados y comenzaron los desmontes y la demarcación de solares, sin atender a reglas de ninguna especie y cada uno obró según su leal saber y entender.
Esto sucedía en el año de gracia de 1629, según lo afirma el Señor Juan José Nieto en su “Geografía de la Provincia de Cartagena”, publicado en 1839.” 13
Recordemos que la finalidad de todo mito fundacional es la de proveer a quienes participan de él, la conciencia de que se proviene de una raíz común, que se ocupa y se vive en un mismo territorio de idéntica manera y que se comparten una historia y un destino colectivos.
Por eso, para que un mito fundacional pueda serlo, debe contener elementos que lo hagan creíble y explicativo de la experiencia colectiva. Ensayemos una interpretación acerca del “Mito Fundacional Galapero” en la perspectiva de las principales tensiones y conflictos evidentes en la vida urbana de Barranquilla entre 1889 y 1922:
- 1º- la escasez de agua potable y el río,
- 2º- las vacas y la industria Barranquillera,
- 3º- las tensiones entre ruralidad y urbanización,
- 4º- las tensiones diferenciadoras con la “ciudad madre”, Cartagena y
- 5º- los mensajes cifrados que revelan las genealogías de un”nuevo linaje”.