Autor: Teobaldo Coronado Hurtado
Por no perder vigencia me permito transcribir apartes de la introducción al libro de mi autoría DEL RESPETO A LA VIDA publicado en octubre de 2001.
INTRODUCCIÓN
La causa primera de muerte en Colombia es la violencia.
En toda muerte violenta hay interrupción de la vida de un ser humano antes del momento fijado por la evolución biológica para la muerte natural; ya sea por patologías orgánicas previas o por las correspondientes al proceso de envejecimiento.
Esta interrupción de la vida, en cualquiera de sus etapas, es aún más grave si se realiza en contra de la voluntad y libre determinación de su depositario o allegados. Es un irrespeto, una flagrante violación a un derecho: el derecho a la vida que tiene todo ser humano, por la única y sencilla razón de que su vida es una vida humana.
No solo se atenta contra la vida humana con el tiro de gracia, intencional y malévolo en el cerebro o la puñalada trapera hecha a mansalva y sobre seguro. También, en mayor o menor grado la no-satisfacción de los demás derechos fundamentales, vulneran su integridad y pueden llevar la vida a un lamentable, adelantado y no deseado final.
La situación de violencia crónica y epidémica que vive nuestro País, en que todos, sin excepción, vivimos atemorizados con una "muerte anunciada" ha motivado que mi tesis de grado para optar por el título de magister en Filosofía contenga una reflexión por el "RESPETO A LA VIDA".
Como médico y educador comprometido con la defensa y protección de la vida, aspiro que mi trabajo contribuya al anhelo que todos los colombianos tenemos de vivir en paz; según el principio primario de convivencia. A no desfallecer en el empeño porque la vida, al término de la encrucijada en que nos encontramos, salga triunfante contra los que están empeñados en destruirla.
Son múltiples las circunstancias, que además de la guerra fratricida que se libra en nuestro territorio patrio, justifican el desarrollo de mi tesis por el respeto a la vida.
Es terrible decirlo pero hay una "histeria de la muerte" que a todos envuelve. La principal preocupación del ciudadano corriente es averiguar, con algo de morbosidad, cuántos muertos hubo el día anterior. Según ex ministro Julio Londoño Paredes 5 de cada 6 colombianos se matan por "pendejadas".
Por los sucesos que a diario se presentan tengo la sensación que el respeto a la vida ha perdido la noble consideración de valor moral y se le acepta, escasamente, con una valoración de orden legal. Dentro de una legalidad, la existente en Colombia, donde el 97% de los homicidios quedan impunes. Ante la ausencia de un imperativo moral que impida matar es muy fácil acabar con la vida del otro para resolver el más insignificante de los problemas, satisfacer las necesidades, y, lo peor, como medio para sobrevivir.
El individuo incapaz de solucionar sus problemas, que no encuentra forma de satisfacer sus necesidades, que si desesperado no hace algo, van a perecer él y los suyos; se torna irremediablemente violento.
Le resulta muy difícil conciliar el mandato moral de la razón con el pedido urgente que le hace su estómago hambriento. La violencia resultado de las innumerables carencias que padece, lo obliga a comportarse con una violencia mayor.
La violencia no trae sino violencia.
Entre lo deseado y el trayecto para conseguir lo que debe ser buscado surge con perfiles acentuados la irracionalidad, la amoralidad, el irrespeto a todo; incluso la vida del otro. “El sistema de necesidades que se presenta inicialmente como un dato empírico de la experiencia humana actuaría al mismo tiempo como un criterio prescriptivo de conducta y como base para el respeto de los derechos.”
La violencia de las carencias es elemento provocador, el más importante del conflicto social, que trae consigo la consecuencia funesta de la violencia de las armas. Las carencias, las necesidades no satisfechas de las mayorías demuestran en la realidad la ineficacia de un estado supuestamente llamado "ESTADO SOCIAL DE DERECHO".
En donde la injusticia social acrecienta las desigualdades existentes haciendo más rico a los ricos y más pobre a los pobres con favorecimiento chocante de unas minorías privilegiadas. Se estimula, así, por parte de un Estado inequitativo una "Violencia de respuesta" ante la imposibilidad de las mayorías de alcanzar unas condiciones de vida con dignidad, que les permita actuar racionalmente; una autentica calidad de vida.
El hambre, la falta de techo, las pésimas condiciones higiénicas, las enfermedades, la escasa educación, la miseria y el desempleo son bombas de tiempo tan destructoras de vidas humanas como las balas y las bombas que intercambian entre si los grupos con el poder de las armas.
En el Tiempo del domingo 17 de septiembre de 1999 se pregunta el columnista Alfonso Llano Escobar S.J:
— “¿Por qué estamos como estamos?”
Y contesta.
— “No lo dude. Solo existe una respuesta: por la corrupción de los funcionarios públicos que vienen devorando el fisco como si fuera plata de nadie... más de 4.5 billones perdidos. La fiscalía investiga a 16.600 funcionarios públicos por defraudaciones. Peculado por apropiación es el delito predominante. Alcaldes, contratistas y gerentes de EE.PP los más corruptos. Como entidades el ISS, las corporaciones regionales y electrificadoras llevan la delantera.”
Si no existiera corrupción e impunidad tendríamos un Estado rico, no habría tanta injusticia social, las desigualdades no serían protuberantes. No existirían la guerrilla ni los grupos paramilitares. No tendríamos 30.000 muertes violentas al año.
La corrupción es el eslabón primero de una cadena mortal constituida por: Corrupción, Estado inoperante, injusticia social, pobreza, violencia, irrespeto a la vida, violación de derechos fundamentales y muerte.
La corrupción y la impunidad de los organismos estatales se juntan como el primer factor productor de violencia trayendo como consecuencia caos moral, jurídico, económico y social. Ante esta anárquica situación la aplicación y práctica de la justicia como principio fundamental del ordenamiento jurídico, del Derecho, corre por cuenta de cada uno.
Impera la ley del más fuerte, del que este mejor armado; con terreno abonado para el quebrantamiento fácil y en cualquier lugar de los derechos humanos. El derecho a la vida queda al garete.
¿Quién domina a quien y quien gana sobre quién?
“Una característica básica de la enfermedad colombiana es que la vida y la violencia se vuelven bienes económicos transables. Surge gente dispuesta a matar por plata. Y gente dispuesta a arriesgar su vida por plata. Lo segundo mas que lo primero.”
La actitud violenta es el método irracional más efectivo que el hombre ha encontrado para ser reconocido, para ser tenido en cuenta. Cuando las formas racionales no funcionan, es un mecanismo utilizado para llamar la atención; que los demás sepan que está ahí, con sus derechos y sus necesidades, que también existe.
Dentro del enfoque dado a la justificación de mi tesis parecería que existiera una tendencia más de orden político que filosófico. Ello es así en la medida que el fenómeno político tiene un trasfondo ético; de quebrantamiento de la Justicia y escasez de virtudes ciudadanas en los llamados a dirigir la cosa pública.
En principio, sin desconocimiento de otros actores, señalo al Estado como él más directo responsable de la pérdida de valor a que ha llegado la vida humana en nuestro medio. El fenómeno colombiano, puede responder, de manera fácil, a la teoría expuesta por Victoria Camps sobre la "violencia de respuesta":
“Entiendo por violencia derespuesta aquella que se produce para responder a una situación deviolencia de iniciativa aniquiladora, ante la que el que responde no encuentra más arma efectiva para su propia supervivencia digna o la de otros afectados por la situación, que recurrir a su vez a una violencia en realidad no deseada. Si el violento de respuesta dispusiera de medios no violentos más eficaces, recurriría a ellos, porque la violencia le repugna, pero tales medios han sido agotados sin éxito.”
1Papacchini A, Filosofía y Derechos Humanos, Editorial U. Del Valle, Cali, 1997, p.14
2Mokus Antanas, La enfermedad colombiana, El Tiempo, Bogotá, marzo 25, 1998, p.5A
3Cortina Adela, La ética dialógica ante el problema de la violencia, Praxis filosófica, nueva serie. No 5