Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Quienes estamos convencidos de que el país debe, a cualquier costo, encontrar la paz que no pudo conseguir con la victoria bélica nos llenamos de ilusión cuando vimos al Procurador Ordoñez conversando con el presidente Santos sobre las diferencias que pueden tener frente a la manera de manejar las negociaciones de La Habana.
El solo hecho de que el Procurador, representante claro de la derecha, hubiese aceptado dialogar con Santos sobre el asunto significaba la ratificación de que la bandera de la derecha racional está en sus manos y que Ordoñez se la arrebató a Uribe.
Además el que no hubiese salido ningún comunicado ni de la Casa de Nariño ni de la Procuraduría sobre los temas tratados en esa reunión privada pero fotografiada, nos permitía a los colombianos imaginarnos lo mejor para ese futuro que buscamos con desespero.
Pero el domingo pasado el presidente Santos, aconsejado por los que le han dicho que en materias de fin de la guerra debe haber unanimismo absoluto, salió a reprender al Procurador y a decirle que no tiene por qué acudir a organismos internacionales a defender sus tesis sobre el manejo de la paz en Colombia.
Como en La Habana ya están los de Washington. Como en el proceso está la ONU. Como de un lado siempre amenazan con la Corte Penal Internacional, es un despropósito de Santos salir a decirle eso en público al Procurador y obvio que Ordoñez le haya contestado como lo hizo defendiendo su fuero y su criterio.
No hay duda. Santos pateó la lonchera. El Procurador es tan indispensable para la paz como el Fiscal. ¿Para qué sacarlo de taquito cuando se ha convocado a todos a cooperar y él acudió?