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Virgen del Rosario fue asaltada en la petaquilla y el castigo divino confirmó sospechas del pueblo

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Israel Díaz Rodríguez - Médico Ginecólogo - Barranquilla, Colombia

 

Autor: Israel Díaz Rodríguez

La Virgen del Rosario en mi pueblo era la Patrona, cuya celebración se hacía en el mes de Octubre, pero debido a las constantes crecientes del río Magdalena que siempre coincidían con las celebraciones, los moradores resolvieron cambiar la Virgen como patrona y en su lugar colocar en el trono a San José cuya fecha de conmemoración es el 19 de Marzo, temporada del año libre de lluvias y desbordamientos del río.

Una vez establecido el cambio mediante decreto firmado por el señor Inspector de Policía y dos personas notables del pueblo, procedieron a trasladar a la Virgen retirándola no solo de su nicho en el altar mayor, sino que la mandaron para la casa de mis abuelos que era de dos plantas, y allá en un rincón oscuro de un cuartico, metieron a la Santa con todos sus ornamentos que guardaban en un enorme baúl, de esos antiguos de usanza en todas las casas, dado que para la época no existían los closets, sino dichos baúles y como tampoco había maletas, en su lugar las cosas de uso diario, como camisas, pantaloncillos, pañuelos y medias, se guardaban en unas canastas rectangulares llamadas, “petaquillas”.

Virgen del RosarioLa virgen tenía colgado en su cuello, un rosario de oro puro cuya cruz constaba además de piedras preciosas como rubíes y esmeraldas, igualmente una corona que se la ponían el día que era sacada en procesión, que también tenía incrustadas algunas esmeraldas y amatistas, dichas prendas se convirtieron en motivo de discordia, pues la mitad del pueblo consideraba que debían guardarse en una caja fuerte de un Banco en Cartagena, otros pensaban que era mejor venderlas y con el dinero de su venta, arreglar los pisos de la iglesia que bien deteriorados estaban.

Baúl de antigua usanzaEn ese “tira y jala” estaban cuando dos encopetadas damas cuya reputación no dejaba dudas, sin que nadie se diera cuenta, en qué momento abrieron el baúl donde se guardaban los implementos de la virgen, sacaron el rosario y la corona, viajaron a Magangué y se fueron directamente a una reconocida joyería de la ciudad y los vendieron por un precio muy por debajo del valor real, pues el joyero experto en joyas, les pagó las prendas por el valor que él les puso; las damas ignorantes del costo, se dieron por muy bien servidas, regresaron al pueblo y guardaron absoluto silencio.

Pero como nada hay oculto bajo el sol, una antigua empleada de la casa de mis abuelos, le contó a una tía solterona, que ella había visto subir al balcón a dos señoras muy conocidas de la familia, que por eso les había permitido subir, que dichas señoras habían demorado mucho allá arriba, yo subí después –dijo Donatila, que así se llamaba la vieja empleada-, a hacer la limpieza y me llamó la atención que el baúl lo habían abierto.

Petaquilla de uso en hogares antes que aparecieran las maletas o los closetsMi abuela de inmediato llamó al párroco que de pura casualidad estaba ese día de visita pastoral, los dos constataron que en efecto no solo el baúl sino también la petaquilla, habían sido abiertos, seguidamente pudieron observar que no estaban ni el rosario de la virgen, ni la corona. Las damas autoras del robo, nunca aceptaron el hecho, antes bien quisieron culpar a Donatila.

Las cosas quedaron sin aclarar, la gente siempre sospechó de las encopetadas señoras y más aún cuando a los pocos meses ambas enfermaran con el mismo mal: parálisis facial, pérdida de la memoria y trastornos digestivos.

Todo el mundo en el pueblo consideró que ese era castigo de Dios por el sacrilegio que habían cometido al robarle a la Virgen sus ornamentos.

 

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