Autores: Álvaro Serrano Duarte - Juan Carlos Rueda Gómez
Una mujer de figura menuda, rostro interiorano y caminar seguro, ingresa a la Oficina de Pasaportes de la Góbernación del Atlántico. Lo primero que nota es que nadie le impide la entrada ni le pregunta a dónde va, ni se ofrece a atenderla.
Da un saludo de ¡Buenos Días! a todos los presentes, pero nadie se da por aludido. Ante esto, se dirige a uno de los escritorios donde se encuentra la Secretaria General quien, entre sorbo y sorbo de jugo y uno que otro mordisco a una empanada, entrega documentos a un señor sentado frente a ella.
Tratando de estirar sus escasos 1,55 de estatura para llamar la atención de la funcionaria, nuevamente saluda:
— Buenos días, señorita.
La mujer ni siquiera levanta la mirada. Golpeando en el borde del escritorio y dándole una inflexión de reclamo a su voz, la recién llegada exclama con más fuerza:
— Señorita: acaso no escuchó que le dije buenos días?!
—Sí. Si escuché. Pero no ve que estoy ocupada...? ¿Qué quiere? -fue la inusitada respuesta de la dependiente-.
— Yo soy la Doctora Gloria Plata Acevedo, nueva Directora de la Oficina de Pasaportes... y vengo a asumir el cargo.
—Ahh...la oficina suya está en el segundo piso... dijo con desgano la displicente empleada-.
La Doctora Plata no puede dar crédito a lo que acaba de oír. Siente que su rostro se enrojece por el torrente de sangre caliente que su ira hace fluir. Mentalmente cuenta hasta diez tratando de calmarse para no tener que gritarle a su interlocutora. Exhala con fuerza y nuevamente se dirige a ella:
— Es que usted no me entendió...? Yo soy la nueva Directora de ésta oficina... ¡SU NUEVA JEFA!!
— Ajá! Y ahora qué quiere que haga? … -repostó la irrespetuosa mujer-.
De repente, el sujeto en cuestión, irrumpió diciendo:
— Bueno... y es que,usted no entiende lo que le están diciendo.... suba a su oficina y no nos haga perder más el tiempo... mis clientes están esperando urgentemente estos pasaportes y todavía me falta tramitarles la visa.
Gloria, haciendo un esfuerzo sobrehumano y contando hasta 20, ésta vez, ignora al entrometido señor y dándole la espalda encara la secretaria:
— ¿Quién es este tipo?
— El más importante gestor de pasaportes que tenemos aquí -dijo con sobrades-.
— ¿De manera que para usted es más importante atender a un vulgar traficante de documentos que enseñarme las instalaciones de la Oficina que voy a dirigir a partir de hoy...?
— ¡Ayyy, doctorcita... cómo sé nota que usted es nueva en esto y no sabe cómo funciona el cuento aquí... Mejor suba a su oficina y más lueguito le llevo un cafecito.
Acto seguido, Gloria se dirige a la calle sin decir nada. Atrás ha quedado un grupo de funcionarios y gestores que con mirada burlona siguen sus pasos. Se siente abrumada y asombrada de tanta iniquidad y soberbia de que hacen gala estas personas con quienes tendrá que enfrentarse.
Entra en la primera refresquería que encuentra en su rápido caminar. Desea calmar su sofocación. El sitio es un hervidero humano, pero ella se siente solas muy sola...
A medida que su espíritu se va sosegando, recuerda la conversación que sostuvo con su padre, Pedro Agustín Plata, cuando, orgullosa puso en sus manos su diploma de Doctora en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad del Atlántico:
— Mijita, no sabe lo feliz que me siento de verla convertida en toda una doctora. -recuerda que le dijo su padre con los ojos aguados por la emoción-. Desde el día que la vi dándose trompadas con el muchacho aquel que le pegó a su hermano en un partido de bola e' trapo, supe que usted iba a ser una berraca en la vida.
Ahora veo que valió la pena el esfuerzo que hicimos su mamá y yo cuando nos vinimos de Santander a buscar un mejor futuro para la familia.
— Sí, papá -respondió Gloria-. Yo sé cuánto han luchado ustedes para convertirme en una profesional. Este diploma es apenas una pequeña compensación. De ahora en adelante, tengo que abrirme paso por mis propios medios.
Mientras le preparan el jugo que pidió, Gloria penetra en la nebulosa del tiempo y ve a su padre en Puerto Wilches en 1965 despidiéndose de la familia con rumbo a Barranquilla. La inminente nacionalización de la industria petrolera presagia un incierto futuro para los trabajadores de las compañías extranjeras.
De allí su propósito de buscar una actividad productiva en la que únicamente tenga que depender de su propia capacidad de trabajo. Llega a una urbe que está en pleno crecimiento; se siente solo pero sus propósitos lo impulsan a abrirse camino y encuentra en Alfredo Navarro la persona que lo asesora desinteresadamente. Compra la tienda El Trópico a Don Humberto Guarín Gómez y de inmediato viaja por su esposa Ana María Acevedo y sus doce hijos.
Entre ellos viene Gloria, sexta en el orden. Es la más inquieta y vivaracha, y ya divulgó entre sus amiguitas del barrio que pronto viajarán a una ciudad muy grande. A sus ocho años de edad no sabe que esa gran corriente de agua que pasa cerca a su casa es la misma que verá en Barranquilla.
Ya en su nuevo entorno, el ambiente le resulta bastante familiar; las costumbres ribereñas y la piel de los habitantes son similares. El lenguaje aunque más rápido y gutural tiene semejanza al de su ciudad natal.
Su primera infancia transcurrió entre Barrancabermeja y Puerto Wilches. Ahora su vida se proyecta en Barranquilla y de inmediato la matriculan en la escuela Santa Cecilia.
Pero hay una gran diferencia con sus primeros años de vida: tiene que madrugar todos los días para ayudar en las tareas de la tienda. Se acabaron sus largas horas de ocio y juegos infantiles.
El establecimiento lo abren su mamá y sus hermanos a las cinco de la mañana, como es la costumbre en las demás tiendas de la ciudad, mientras su padre y hermanos mayores van al mercado a las tres de la mañana a comprar el surtido.
Mientras Gloria recreaba su mente en estas evocaciones, el mesero se sorprende descubrir a su cliente sonriendo sola.
— Señorita, el que solo se ríe, de sus picardías se acuerda...-le dice el atento joven al tiempo de poner el vaso sobre la Mesa-.
Ella no responde. En ese instante está acordándose de cuando sus padres la enviaron a estudiar en un internado de monjas en Floridablanca, como último recurso para "ver si usted se ajuicia y aprende a ser obediente". Es que su alebrestado carácter siempre la llevaba a crear conflictos en su casa y en la escuela.
Un año después regresa un poco más sosegada, aunque no por ello menos beligerante ante aquellos que pretendieran someterla. Retorna sus estudios ingresando al bachillerato en el colegio Ariano.
Su carácter indomable y su espíritu de jústicia vuelven a manifestarse cuando descubre que las directivas del establecimiento educativo están abusando de los estudiante vendiéndoles las hojas para exámenes con un recargo del 500%.
En la tienda de sus padres esas hojas valían mucho menos, así que se llevó una buena cantidad para venderlas clandestinamente al precio real. Enteradas las directivas del plantel de que la cachaquita les está dañando el negocio, le inician un sumario proceso por indisciplina, disfrazando la verdadera razón de la decisión final: no será recibida al año siguiente. De esta manera castigaron su valor civil y su sentido de justicia.
Termina graduada de bachiller en el colegio Rafael Núñez. Comienza para Gloria una nueva etapa en su vida y decide estudiar Derecho en la Universidad del Atlántico aconsejada y ayudada por un vecino suyo, José Antequera, quien más tarde se convertiría en un líder político de izquierda y sería inmolado por quienes no toleran a quien piensa diferente.
Su condición de universitaria no la eximía de las labores de la tienda ni del hogar. Se turnaba con sus hermanas en la preparación de la comida y aseo de la casa; aparte de cada quien debía arreglar su propia ropa.
Diciembre era el único mes en que estrenaban pinta. Pero la plata para comprarla no salía del negocio. Se obtenía por convenio con su padre, quien les permitía vender cerveza al por mayor, de una marca poco popular, lo que hacía más difícil su venta.
En esa época aprendió Gloria el sentido de unión familiar y de economía: las ocho hermanas se uniformaban con la misma moda y colores porque así conseguían descuentos en la compra al por mayor de la tela y los zapatos.
Y salían a pasear en grupo. Sólo así se sentían seguras cuando iban al Estadio Romelio Martínez a ver los partidos del Júnior y el querido Bucaramanguita, protegiéndose mutuamente de las agresiones que desde sus micrófonos orquestaba el NegroPerea contra los cachacos que osaban meterse a la tribuna popular para apoyar al equipo visitante
Repentinamente Gloria cae en cuenta de que el tiempo se le ha pasado ensimismada en sus recuerdos. Paga lo consumido y sale a tomar un bus para regresar a su casa.
Siente que su ánimo se está restaurando y mientras ve pasar la ciudad frente a la ventanilla, recuerda que al graduarse de abogada, se ganó la lotería de realizar la judicatura 1 año de práctica en la Inspección de Policía del Barrio Carrizal, donde puso a prueba su capacidad y resistencia ante la miseria humana en hechos tan dolorosos como el maltrato infantil, la violencia conyugal e intrafamiliar y la angustia de las víctimas de un mundo lleno de pobreza y escasez de oportunidades.
Por su gran desempeño, la Doctora Rosita Rueda de Jordán, entonces Personera Municipal la nombra Jefa del Departamento de Quejas en febrero de 1985.
Concluida esta etapa de práctica jurídica y trabajo público, es llamada a prestar u servicios en la Nacional de Seguros, donde se destaca por su idoneidad profesional en el Departamento Jurídico.
Pero en el mes de agosto de 1987, su vocación de servicio a la comunidad la lleva á aceptar el cargo de Comisaria General de Policía. Por su gran desempeño en dicho puesto, Pedro Martín-Leyes la propone para dirigir los destinos de la Oficina de Pasaportes y es nombrada por el entonces Gobernador encargado Laureano Hoyos. Como impulsada por un resorte, Gloria salta de su silla y pide la parada. Se baja del bus y toma un taxi.
— A la Gobernación del Atlántico, por favor. -Le dice al taxista-. Voy a demostrarle a esa gentuza lo berraca que soy. Si fui capaz de darme trompadas con...
El taxista mira por el retrovisor y le interrumpe:
— ¿A quién le va a pegar, señorita...usted no parece una mujer violenta.
— No. Pero tampoco soy pendeja... es que en este país hay mucha gente sinvergüenza... cómo le parece que...
El resto del recorrido lo aprovecha para desahogarse contándole su drama al impávido conductor y al llegar nuevamente a la Oficina de Pasaportes, entra decidida a poner las cosas en su lugar.
Lo primero que hace es prohibir el ingreso de gestores y tramitadores a las instalaciones. Ningún funcionario podrá recibirle dádivas o atenciones especiales a ningún usuario de los servicios de tramitación de pasaportes.
Decide no utilizar la oficina que le corresponde en el segundo piso y se mantiene en la primera planta vigilando y optimizando el proceso operativo hasta que logra desenredar la maraña que encarecía y demoraba la expedición de documentos.
El asunto no es fácil. Simultáneamente tiene que luchar contra los funcionarios corruptos que la rodean y que ella no puede cambiar porque son recomendados políticos; contra los gestores que a manera de mafia inician una campaña difamatoria combinada con amenazas de muerte a las cuales se sobrepone con entereza y, como si fuera poco, el Ministerio de Relaciones Exteriores le da un plazo perentorio de 30 días para sanear la institución so pena de cerrarla definitivamente.
Un mes de plazo que se ha convertido en 13 años de permanente mejoramiento dé lo que al principio era una verdadera "Cueva de Rolando", cambiando totalmente la planta de personal y regentando la oficina con un estilo nunca antes visto en Barranquilla: una ejemplar entidad de servicio.
El trámite que duraba 30 días, logró reducirlo, inicialmente, a 24 horas y, en la actualidad, un pasaporte se expide en sólo15 minutos; desaparecidos los intermediarios, hoy el solicitante es el directo receptor del servicio y sólo tiene que pagar lo que vale realmente su documento.
Su gestión ha trascendido las esferas locales, siendo reconocida en dos oportunidades: la primera, en 1993, con el premio como Mejor Funcionaria otorgado por el Club Rotario; la segunda, en 1998, con el Galardón Nacional a la Excelencia Administrativa.
Pero no es lo único que Gloria Plata Acevedo ha hecho en éstos doce años. Su preocupación por el desarrollo profesional y personal le ha llevado a especializarse en Derecho de Familia en la Universidad Libre de Barranquilla y cursar algunos seminarios como: Re-ingeniería de Procesos, Introducción a los Computadores y Atención al Cliente.
Cuando el amor tocó su corazón, no se detuvo en formalismos tradicionalistas. Al conocer a Hermith Pardo, Admihistrador de Empresas, barranquillero, supo que era el hombre de su vida y lo dejó sorprendido cuando, mirándole directamente a los ojos,, le declaró su amor. Ella no estaba dispuesta a esperar que las circunstancias le fueran favorables por vía del destino y se casaron hace doce años.
Vendría después de su unión un larguísimo proceso de espera por un hijo, que parecía no llegar nunca. Los exámenes médicos indicaban que las probabilidades de concebir eran tan difíciles como sus intentos de reorganizar la Oficina de Pasaportes.
Un día se fue sola a una iglesia cercana a su casa y, de frente y con desparpajo, dirigió a Dios con un reto disfrazado de plegaria:
"Diosito lindo: si me dar la dicha de ser madre, el hijo que tenga llevará tu nombre. Y te prometo que seré una funcionariaejemplar y venceré todas las tentaciones de corrupción para prestarle un buen servicio a la ciudadanía".
Todos los días le recordaba a Dios su pacto, reconviniéndolo cuando ella daba avances en su tarea administrativa pero no recibía la correspondiente compensación. No cejó en su empeño hasta recibir la, feliz noticia de su embarazo, aunque a una edad extremadamente peligrosa para su salud y con pocas posibilidades de éxito.
Hoy, ese milagro tiene por nombre Jesús David y es la viva expresión de amor de pareja convencionalmente dispareja: él muy alto, ella bajita; ella blanca, él moreno; el costeño, ella santandereana; ella fogosa, él sosegado...
Siendo una mujer que tiró piedra en los mítines de la Universidad del Atlántico paradójicamente también añoró ser sido miembro del Ejército Nacional y para ello aprovechó la oportunidad de hacer un curso de Oficial Profesional de la Reserva optando al grado de Teniente y obteniéndolo con honores.
Compendia su exitosa vida con una frase del pensador norteamericano Jimmy Johnson"Trata a una persona como es, y seguirá siendo como es. Trátala como podría ser yse convertirá en lo que debe ser.”
Para Gloria, éste es el mejor resumen de su filosofía, porque la misión de cada ser humano debe fundamentarse en transformar a los semejantes mediante la propia transformación positiva.
“...”