Autora: Blanca Inés Prada Márquez
Los académicos, los investigadores y los periodistas no aceptan que ninguna autoridad, y menos jefes políticos o religiosos, les impongan su línea de pensamiento, porque la libertad de expresión no puede negociarse, porque es gracias a ella que un investigador hace avanzar el conocimiento, descubre la verdad de un hecho, o informa a un pueblo sobre lo que está pasando en su país y en el mundo.
En esta tarea de hacer uso libre de la libertad de expresión son los periodistas los que casi siempre cargan con la peor parte y con frecuencia se ven amenazados. Y no sólo por los fundamentalistas islámicos, sino por todos aquellos que buscan el pensamiento único, la oscuridad, la sombra, la falta de crítica.
Dentro de este periodismo está el que busca a través de la burla y la caricatura no sólo hacer reír sino también decir aquello que nadie se atreve a decir, estos generalmente pagan con la muerte su atrevimiento, es nuestro país por ejemplo Jaime Garzón pagó con la muerte el atreverse a criticar y hasta burlarse de algunos militares y políticos.
Y ayer hallaron muerto a Alberto Nisman, el fiscal que acusó a la presidente Argentina de encubrir a Irán en el atentado de la AMIA. No son sólo los fundamentalistas islámicos los que quieren coartar la libertad de expresión, son todos aquellos que le tienen temor a la verdad.
No puede negarse sin embargo que los fundamentalismos religiosos son muy peligrosos, porque en nombre de Dios todo es posible, los más grandes crímenes de la humanidad se han cometido en nombre de Dios.
Deberíamos empezar por recordar lo que fueron las cruzadas, aquellas terrible batallas militares impulsadas por el papado entre 1095 y 1291 con el objetivo de restablecer el dominio cristiano sobre la Tierra Santa que estaba en poder de los musulmanes.
Se iniciaron en el concilio de Clermont con la alocución del Papa Urbano II quien dio inicio a la batalla con estas palabras tomadas del Evangelio de S. Mateo: “Renuncia a ti mismo, toma tu cruz y sígueme”, a las cuales respondió la multitud ruidosamente “Dios lo quiere”.
La violencia, las masacres, los asesinatos y mil cosas más que se cometieron durante estas numerosas batallas, —fueron más de catorce— son casi impensables, o al menos hoy nos horrorizan, aunque lastimosamente de historia universal todos sabemos bien poco.
Unos siglos después de las cruzadas nos encontramos con las guerras de religión que se desarrollaron entre 1524 y 1697. Estos más de cien años fueron en Europa años terribles, con muchos conflictos bélicos casi todos relacionados con la lucha entre católicos y protestantes después de que Lutero se separara de la iglesia católica.
Entre estos horrendos y violentos conflictos quiero referirme a la lucha entre católicos y calvinistas, —llamados hugonotes—, que se desarrolló en Francia pero que también involucró a Inglaterra, a España y al papado de Roma.
Esta guerra fue absolutamente cruel, y violenta. Los más horrendos hechos se sucedieron con la llamada “Masacre de San Bartolomé” que empezó en Paris el 24 de agosto de 1572 donde hubo miles de hugonotes sacrificados, pero la matanza se extendió por varias provincias de Francia a lo largo de varios meses.
El fanatismo era tal que el rey Carlos IX, quien se dice desencadenó la matanza en París, cuando quiso detener la masacre le fue imposible hacerlo. Los muertos fueron miles y miles, pero aún hoy la historia no ha dado la última palabra, ni aclarado si la culpa de estas terribles masacres fueron sólo políticas o solo religiosas, o mejor religioso–políticas.
De estos vergonzosos hechos también sabe hoy bien poco la humanidad, son temas que la historia universal ha tratado de esconder.
En el siglo XIX Carlos Marx, desesperado por la indiferencia de las Iglesias frente al capitalismo salvaje que estaba esclavizando al trabajador con jornadas laborales de 18 y 20 horas, con salarios bajísimos y sin ninguna protección ni seguridad social, como también por la pasividad del pueblo que soportaba sin revelarse tanta explotación, expresó en el El Capital, —su obra cumbre—, que “La religión era el opio del pueblo”, y no hay duda de que a veces pareciera así.
O al menos hay que reconocer que la fe religiosa lleva a muchas personas a soportar sufrimientos y tragedias que sin ella hasta se desesperarían, pero además lleva a los creyentes en un determinado credo religioso a aceptar las enseñanzas que recibe de una manera dogmática, sin cuestionar nunca sus creencias.
La famosa frase de Marx dio pie para que los líderes de la revoluciones socialista del siglo XX, entre otros Lenin, Stalin y Castro prohibieran la religión y hasta obligaran en sus comienzos a los líderes religiosos a cerrar los templos.
Actitud dogmática y estéril pues a pesar de sus luchas por acabar con la religión los pueblos siguieron practicándola en silencio y una vez estas dictaduras derrotadas o al menos fracasadas, lo primero que hizo la gente fue volver a levantar y reconstruir los templos.
Parece ser que es inútil pretender acabar con las religiones, y que por más laico que sea un pueblo, como ejemplo podríamos poner a Francia, un país laico por excelencia, —pero como país democrático respetuoso de todas las ideas y creencias—, donde conviven diversas religiones y algunas con numerosos seguidores.
De todos modos los dictadores marxistas al atacar la religión estaban también atacando la libertad de expresión, pues esta siempre es un clavo en el zapato para todo dictador. Además porque mientras las creencias religiosas llevan a la resignación y hasta a aceptar lo inaceptable, la libertad de pensamiento, de palabra, de expresión, lleva a cuestionar lo que es inaceptable, cuestionable, criticable, dentro de una sociedad, un sistema político o cualquiera organización social.
Al tratar de combatir la libertad de expresión o al meneos de domesticarla, lo primero que hacen los dictadores de ayer y de hoy es atacar a los medios masivos de comunicación, a los periodistas, a todos aquellos que de alguna manera lleven a su pueblo a cuestionar sus políticas.
Es el caso por ejemplo en Venezuela donde hoy el 90 por ciento de los medios de comunicación son del Estado, y hay estudiantes en las cárceles sólo por haber escrito en facebook que “Maduro no estaba maduro para gobernar”.
El rechazo a la libertad de expresión lo aprendió el señor Maduro de los Castro, quienes por más de 60 años de dictadura solo han permitido la circulación de un periódico en su territorio. Fue curioso observar que los presidentes de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Argentina si bien condenaron los atentados de Francia no dijeron ni una palabra sobre la libertad de expresión, pareciera ser que a algunos líderes políticos de nuestro continente la libertad de expresión les molesta un poco.
En cambio me pareció muy valiente la respuesta que dieron los sobrevivientes de la revista Charlie Hebdo a la masacre de sus compañeros. Ellos pueden estar equivocados, pueden habérseles ido la mano en sus burlas y críticas, pero por nada del mundo pueden ser callados ni siquiera a punta de bala, ya que si unos mueren otros quedan para seguir en la lucha.
Fue también muy interesante ver como la mayoría de los periódicos del mundo publicaron la portada y quienes no lo hicieron expresaron que lo habían hecho en nombre de la libertad de expresión, no por miedo, ni por órdenes de ninguna autoridad.
Pero si me pareció absolutamente criticable la actitud del presidente de Rusia, el señor Putin, quien prohibió la publicación y anunció que metería en una lista negra a los periodistas que reprodujeran dicha carátula ¡Que actitud tan dictatorial!
Acaso un gobernante puede decirle a sus periódicos lo que pueden o no pueden publicar, aunque me temo que muchos rusos no deben haberle hecho caso ya que ellos vivieron por más de 70 años en un país sin libertad de prensa, sin libertad de expresión y conocen el precio que tuvieron que pagan por ello.
Eso de la “lista negra” me impresionó bastante, me hizo recordar que así hacía Stalin: primero ponía a sus opositores en una lista negra, después los desterraba a Siberia para que murieran de frío y de hambre o los desaparecía sin dejar rastro.
Karl Popper decía que sin libertad de prensa no había democracia posible porque si hay algo que debe caracterizar a la democracia es el PLURALISMO, gracias al cual en un país democrático pueden convivir diversos partidos políticos, incluso partidos abiertamente opuestos al gobierno de turno, y cuando es necesario se les escucha y hasta se tienen en cuanta sus sugerencias; es gracias a la libertad de expresión que se puede lucha por el respeto de los derechos humanos, y se pueden denunciar las injusticias y los atropellos vengan del lado que vengan, y por supuesto, es también gracias a la libertad de expresión, esto es pluralismo, que pueden convivir diversos credos religiosos, construir sus templos y ejercer libremente sus diversas creencias.
Cualquiera sea el precio que debamos pagar por hacer uso de la libertad de expresión, por mantener la libertad de prensa, hay que pagarlo. Nada es más terrible para un país que abdicar del derecho a la LIBERTAD DE EXPRESION, todas las dictaduras y con ellas todas las atrocidades y barbaries son posibles en donde no hay libertad de expresión, libertad de prensa.
Si de verdad amamos la democracia defendamos por todos los medios posibles la libertad de expresión.
Para saber más sobre las cruzadas:
RUNCIMAN Stever. Historia de las cruzadas. Editorial Alianza, 1973.
MAOLOUF, Amin, Las cruzadas vistas por los árabes. Alianza Editorial, 2005.
Para saber más sobre las guerras de religión:
J. H. Elliott. La Europa dividida, 1559-1598. Editorial siglo XXI, 1973.
ARLETTE Jouana. La Saint- Barthèlemy.: Les mistères d’un crime d’ Etat, 24 aout , 1572. París, Editorial Gallimard, 2007.