La villa de Ntra. Sra., del Socorro fue erigida en parroquia por los años de 1691. “El ilustrísimo señor don Francisco Cosio”, dice una estadística publicada en 1794 “hallándose de presidente le dio honor y nombre de ciudad, pero su Majestad no lo aprobó, y le concedió el título de Villa el 25 de octubre de 1771”.
Hoy día es capital de la provincia de su nombre, desgraciadamente sustituido al antiguo de Guane, centro de un activo comercio doméstico en el mercado los jueves y domingos.
Situada la ciudad en un plano inclinado cerca del rápido y peñascoso río Suárez (Saravita), a 1.256 metros de altura sobre el mar y por temperatura media 21· centígrados, parece que regularmente debería gozar de clima sano, pero no es así por razón de la configuración general del suelo.
La explanada irregular asiento del Socorro se halla cortada al O, por la profunda y ancha quiebra en cuyo fondo corre el Saravita, 610 metros más bajo que la ciudad, y en seguida dominada por la alta serranía que se mantiene en la dirección S.-E.-, íntegra y sin ramificarse durante 16 leguas, desde los límites de Oiba, hasta el centro de Zapatoca.
Al este la dominan también los cerros que separan las aguas tributarias del Saravita y del Charalá. Enrarecido el aire por una temperatura de 30· en el fondo de la gran cortadura que riega el Saravita, se determinan corrientes de viento formadas en las montañas y bosque pluviosos, que del respaldo de Oiba se encajonan y adquieren fuerza entre las dos serranías.
Cambios tan súbitos en un lugar en que las habitaciones y los vestidos son como para tierra caliente, producen enfermedades frecuentes y agudas que abrevian la duración común de la vida entre las personas de pocos recursos.
El aspecto material del poblado previene en su favor por lo extenso del caserío, todo de teja, y la solidez de las casas, muchas de las cuales son altas, habiendo comenzado a introducirse el buen gusto en la distribución y adornos interiores.
En la parte más alta de la ciudad está el antiguo convento de frailes capuchinos, edificio bien conservado. La plaza principal es grande y despejada, en cuyo centro se alza una tosca fuente de piedra común, con una inscripción característica de la ilustración de los mandatarios españoles, que textualmente dice así: “SYENDO DON ANTONIO FVMINARIA GOUERNADOR SEISO ESTE EL AÑO DE 1816”.
En torno a esta pila y cubriendo toda la extensión de la plaza, se congregan los campesinos concurrentes al mercado al sol descubierto desde la mañana, hasta caer la tarde, haciendo de carrera y sobre el suelo sus frugales comidas.
Llegada la tarde y concluidas las ventas y compras, queda la plaza entregada al escrupuloso examen que de ella hacen los gallinazos sin hacer caso de la gente y absolutamente embebidos en apropiarse de los desechos del mercado y las comidas.
ACTA DE LA INDEPENDENCIA DEL SOCORRO
La provincia del Socorro, siempre fiel a su legítimo Soberano y constante adicta a la justa causa nacional, ha sufrido por el espacio de un año al Corregidor, D. José Valdés Posada, que con una actividad y celo sin igual ha querido sostener entre nosotros las máximas de terror y espanto dignas del infame favorito Godoy.
La justa indignación de los habitantes de esta Villa y de los lugares circunvecinos que se auxiliaron, brilló por fin la noche del día 9.
Hacía algunos días que se efectuaba sumario por los Alcaldes ordinarios, don Lorenzo Plata y don Juan Francisco Ardila contra el Corregidor, en que resultaba ya simplemente probado que meditaba poner en ejecución una lista de proscritos.
En la noche del día 7 se aumentó el espanto con el denuncio que se dio por un juez de que dos de sus partidarios, don Manuel Entralgo y don Marcelino Marín, habían dicho en San Gil, que las primeras cabezas destinadas al cuchillo eran las del Alcalde ordinario, don Lorenzo Plata y la de don Miguel Tadeo Gómez, Administrador de aguardientes.
En el instante se le pasó oficio por los jueces diciéndole francamente lo que resultaba y la desconfianza en que se hallaban de ser degollados a sangre fría; que les diese alguna seguridad personal mientras Su Alteza determinaba sobre el asunto, según se lo suplicaban en el recurso que pendía ya en aquel regio Tribunal.
La respuesta del Corregidor, lejos de suavizar los ánimos con una contestación franca y generosa, la dio tan ambigua e hizo tales movimientos en los cuarteles puestos a su disposición por el Excelentísimo Señor, don Antonio Amar, Virrey de Santafé, que con estos procedimientos acabó de confirmar las sospechas.
En aquella misma hora se acuartelaron los Alcaldes ordinarios en su casa esperando el acontecimiento. Lo mismo hizo el Corregidor, poniendo al día siguiente la tropa formada y con fusiles en los balcones en los dos cuarteles que estaban el uno enfrente del otro.
Los soldados insultaron entre el día a los vecinos que pasaban por la calle, amenazándoles con que les harían fuego; pero como se les contestaba con sumisión, no hubo rompimiento hasta la noche de 9 en que los soldados previeron a un paisano que pasaba por la calle que volviese atrás, y valiéndose de la estratagema de dar la voz de fuego, con que creyó el pueblo que la tropa iba a atacarle saliendo de los cuarteles, se avanzó hacia aquella calle para rechazar su agresión, y aprovechándose entonces de esta oportunidad, comenzaron desde los cuarteles las descargas, sin que los jueces pudiesen impedir un choque, tan desigual por la situación, por las armas y por la disciplina.
Costó mucho para reprimir el valor del pueblo, y poniendo en gran peligro la vida; pero, el día 10 de la mañana, cuando vio manchadas las calles con la sangre inocente de diez hombres que murieron a balazos, entró en tal furor que, sin embargo de que el Corregidor se hallaba situado en el Convento de los Capuchinos donde se le recibió al amanecer, que no tenía agua ni esperanza de salvarse, trataba la multitud de tomar el Convento por asalto, y pasar a cuchillo a cuantos encontrase ; la acción habría sido muy sangrienta, y para evitarlo se intimó por los Alcaldes que los situados se rindiesen a discreción, lo que ejecutaron.
Los comandantes, don Antonio Fominaya y Mariano Ruiz Monroy, con el Corregidor fueron conducidos en medio de las personas más queridas del pueblo a la Administración de aguardientes, donde se les ofreció que gozarían de seguridad personal. Todo se les ha cumplido con exactitud, y se les trata con humanidad en recompensa de la barbarie y crueldad con que nos han oprimido por tanto tiempo.
La sencilla narración de estos hechos manifiesta claramente que el Corregidor Valdés, como procesado por la justicia, no pudo, ni debió después que se les anunció su delito, usar de la fuerza militar, si hubiese contado con el poder de las leyes y la autoridad del Tribunal a donde se le dijo que se había ocurrido.
Tampoco debió mandar hacer fuego sobre gentes desarmadas que no podían ofenderle en el lugar superior donde se hallaba con su tropa y menos pudo temer que se atentase contra su vida, habiéndole ofrecido en los oficios que le pasaron los Alcaldes ordinarios darle la seguridad que quisiere.
Restituido el pueblo del Socorro a los derechos sagrados e imprescriptibles del hombre, por la serie del suceso referido, ha depositado provisionalmente el Gobierno en el M.I.C, a que se han asociado seis individuos, que lo son: el Dr. Don José Ignacio Fernández, don Miguel Tadeo Gómez, Administrador de aguardientes, don Ignacio Carrizosa, don Javier Bonafont y don Acisclo Martín Moreno, para que le ayuden en el desempeño de la multitud de asuntos y negocios en que debe ocuparse para defender la patria de las medidas hostiles que tomará el Sr. Virrey de Santafé contra nosotros, como lo hizo con los habitantes de la ilustre ciudad de Quito.
Pero hallándonos unidos por estrechos vínculos de fraternidad con los ilustres Cabildos de las muy nobles y leales ciudad de Vélez y Villa de San Gil, y siendo comunes nuestros intereses por la respectiva situación geográfica, determinó el Cabildo abierto que se comunique esta Acta a que manden dos Diputados para deliberar sobre el plan y modo que gobierno que debemos establecer, tomando desde ahora las medidas más activas contra la agresión que se espera de parte de la fuerza militar que tiene el Virrey de Santafé, en cuya lucha el pueblo del Socorro saldrá gloriosamente mediante la justicia de su causa, el valor y unión de sus habitantes, que en veinticuatro horas derribaron la tiranía de don José Valdés, sostenida con tanto ardor por el jefe del Reino.
Ya respiramos con libertad, habiéndose restituido la confianza pública, ya sabemos que podemos conservar nuestra sagrada religión, y esta provincia a su legítimo Soberano, el Sr. Don Fernando VII, sin peligro de que los favoritos de Godoy y los emisarios de Bonaparte nos esclavicen, dividiéndonos.
Y para manifestar a la faz del universo la justicia y legitimidad de nuestros procedimientos, se circulará esta Acta a los demás Cabildos del Reino. Con lo cual quedó concluida esta Acta que firmamos, en la Villa del Socorro, a 11 de julio de 1810; José Lorenzo Plata, Juan Francisco Ardila, Marcelo José Ramírez y González, Ignacio Magno, Joaquín de Vargas, Isidoro José Estévez, José Ignacio Plata, y otros.
Es fiel copia de su original, a que en caso necesario me remito; y para que conste lo certifico y firmo en esta Villa del Socorro, a 11 de julio de 1810.
(Joaquín Delgadillo, Vanguardia Liberal)