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El testamento de Juan Pablo II

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Marzo 6 de 1979.: TOTUS TUUS EGO SUM”. En nombre de la Santísima Trinidad, Amén. “Velad, pues, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor” (Mateo, 24-42).

Estas palabras me recuerdan la última llamada que llegará en el momento en el que quiera el Señor. Deseo seguirle y deseo que todo lo que forma parte de mi vida terrena me prepare para este momento. No sé cuándo llegará, pero al igual que todo, pongo también este momento en las manos de la Madre de mi Maestro:

“Totus Tuus los dejo en el corazón delante de Dios mismo, pues difícil expresarlos. Por lo que se refiere al funeral, repito las mismas disposiciones que dio el Santo Padre Pablo VI (el sepulcro en la tierra, no en un sarcófago). “Apud Dominun misericordia et copiosa apud Eum redemptio”.

(Hoja sin fecha).- Tengo la más profunda confianza en que, a pesar de mi debilidad, el Señor me concederá toda la gracia necesaria para afrontar, según su Voluntad, cualquier tarea, prueba y sufrimiento que quiera requerir de Su siervo, en el curso de la vida.

Tengo también confianza en que no permitirá jamás que, mediante algún comportamiento mío, palabras, obras u omisiones, pueda traicionar mis obligaciones en esta Santa Sede de Pedro.

Febrero 24 de 1980:- También, durante estos ejercicios espirituales he reflexionado sobre la verdad del Sacerdocio de Cristo, desde la perspectiva de aquel tránsito que para cada uno de nosotros es el momento de nuestra muerte. La despedida de este mundo –para nacer en otro, en el mundo futuro, signo elocuente (decisivo)- es para nosotros la Resurrección de Cristo.

He leído la grabación de mi testamento del último año, hecha también durante los ejercicios espirituales –la he comparado con el testamento de mi gran Predecesor y Padre, Pablo VI, con aquel sublime testimonio sobre la muerte de un cristiano y de un Papa- y he renovado en mí la conciencia de las preguntas, a las cuales se refiere la grabación del 6 de marzo de 1979 preparada por mí (más bien de forma provisional). Hoy deseo agregar sólo esto, que cada uno debe tener presente la perspectiva de la muerte, y debe estar listo para presentarse delante del Señor y del Juez –y contemporáneamente Redentor y Padre-.

En este momento yo también tomo en consideración esto continuamente, confiando el momento decisivo a la Madre de Cristo y de la Iglesia, a la Madre de mi esperanza. Los tiempos en los que vivimos son indeciblemente difíciles e inquietantes.

Difícil y duro se ha hecho también el camino de la Iglesia, prueba característica de estos tiempos, tanto para los fieles, como para los pastores. En algunos países (como por ejemplo, en aquel sobre el que he leído durante los ejercicios espirituales), la Iglesia se encuentra en un período de persecución tal, que no es inferior a aquella de los primeros siglos, es más, la supera por el grado de crueldad y odio. “Sanguis martyrum-semen christianorum”.

Y además de esto, tantas personas desaparecen inocentemente, también en este país en el que vivimos… /// Una vez más deseo confiarme totalmente a la gracia del Señor. Él mismo decidirá cuándo y cómo debo terminar mi vida terrena y el ministerio pastoral.

En la vida y en la muerte, “Totus Tuus” mediante la Inmaculada, aceptando ya desde ahora esta muerte, espero que Cristo me de la gracia para el último pasaje, es decir mi Pascual. Espero también que ha haga útil para esta causa tan importante a la que trato de servir: la salvación de los hombres, la salvaguardia de la familia humana y, en ella, la de todas las naciones y los pueblos (entre ellos me dirijo también en modo particular a mi patria terrena), útil para las personas que particularmente me ha confiado, por la cuestión de la Iglesia, para la gloria del mismo Dios,…

No deseo agregar nada a lo que he escrito hace un año, sólo expresar esta disposición y contemporáneamente esta confianza, para la cual los presentes ejercicios espirituales de nuevo me han dispuesto.

Mayo 4 de 1982:- En los ejercicios espirituales de este año he leído, en varias ocasiones, el texto del testamento del 6 de marzo de 1979. Si bien sigo considerándolo como provisional (no definitivo), lo dejo en la forma en la que existe.

No cambio, por ahora, nada, ni siquiera añado nada a las disposiciones que contiene….// El atentado contra mi vida, el 13 de mayo de 1981, en cierto sentido me ha confirmado la exactitud de las palabras escritas en el período de los ejercicios espirituales de 1980…/

Siento cada vez más profundamente que me encuentro totalmente en las manos de Dios y me pongo continuamente a disposición de mi Señor, encomendándome a Él en su Inmaculada Madre (Totus Tuus).-

Mayo 3 de 1982:- En relación con la última frase de mi testamento del 6 de marzo de 1979 (“sobre el lugar –es decir, el lugar del funeral- que decida el Colegio Cardenalicio y los compatriotas”). Aclaro que con esto pienso en el arzobispo metropolitano de Cracovia o el Consejo General del Episcopado de Polonia. Mientras tanto, al Colegio Cardenalicio pido que responda en lo posible a las eventuales peticiones de los antes mencionados…

1º de marzo de 1985:- (Durante los ejercicios espirituales). Vuelvo sobre lo que se refiere a la expresión “Colegio Cardenalicio y los compatriotas”: el “Colegio Cardenalicio” no tiene obligación alguna de consultar sobre este argumento a “los compatriotas”; puede hacerlo si, por algún motivo, lo considera justo.

12 al 18 de marzo de 2000, Ejercicios espirituales del Jubileo:-

I.- Cuando en el día 16 de octubre de 1978, el Cónclave de los Cardenales escogió a Juan Pablo II, el primado de Polonia, el cardenal Stefan Wyszynski , me dijo: “La tarea del nuevo Papa consistirá en introducir a la Iglesia en el Tercer Milenio”. No sé si repito exactamente la misma frase, pero al menos éste era el sentido de lo que entonces escuché. Lo dijo el hombre que ha pasado a la historia como el primado del milenio.

Fui testigo de su misión, de su total entrega, de sus luchas, de su victoria. “La victoria, cuando llegue, será una victoria a través de María”, solía repetir el primado del milenio; estas palabras de su predecesor, el cardenal August Hlond….

De este modo, he sido preparado en cierto sentido para la tarea que el día 16 de octubre de 1978 se presentó ante mí. En el momento en que escribo estas palabras, el Año Jubilar del 2000, ya es una realidad en acto.

La noche del 24 de diciembre de 1999, se abrió la simbólica Puerta del Gran Jubileo en la Basílica de San Pedro, después la de San Juan de Letrán y la de Santa María la Mayor– a final de año-, y el 19 de enero la Puerta de la Basílica de San Pablo Extramuros. Este último acontecimiento, a causa de su carácter ecuménico, ha quedado grabado en la memoria de manera particular.

II.- A medida que avanza el Año Jubilar 2000, va quedando día a día a nuestras espaldas el siglo XX y se abre el siglo XXI. Según los designios de la Providencia, se me ha concedido vivir en el difícil siglo que está quedando en el pasado y ahora, en el año en que mi vida alcanza los ochenta años, es necesario preguntarse si no ha llegado la hora de repetir con el bíblico Simeón: “Nunc dimittis”…. En el día del 13 de mayo de 1981, el día del atentado contra el Papa durante la audiencia general en la Plaza de San Pedro, la Divina Providencia me salvó milagrosamente de la muerte.

El mismo único Señor de la vida y de la muerte me ha prolongado esta vida, en cierto sentido me la ha vuelto a dar de nuevo. A partir de este momento le pertenece aún más a Él. Espero que me ayude a reconocer hasta cuándo tengo que continuar este servicio al que me llamó el día 16 de octubre de 1978.

Le pido que me llame cuando Él mismo quiera. “Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos… del Señor somos”. Espero que hasta que pueda cumplir el servicio cetrino en la Iglesia, la Misericordia de Dios me dé las fuerzas necesarias para este servicio.

III.- Como en todos los años, durante los ejercicios espirituales he leído mi testamento del 6 de marzo de 1979. Sigo manteniendo las disposiciones que contiene. Lo que entonces, y durante los sucesivos ejercicios espirituales se ha añadido, refleja la difícil y tensa situación general que ha marcado los años ochenta. Desde el otoño de 1989, esta situación ha cambiado. La última década del siglo pasado ha quedado libre de las precedentes tensiones; esto no significa que no haya traído consigo nuevos problemas y dificultades. Sea alabada la Providencia Divina de manera particular por el hecho de que el período de la así llamada “guerra fría” ha terminado sin el violento conflicto nuclear, peligro que se cernía sobre el mundo en el período precedente.

IV.- Al estar en el umbral del tercer milenio, “in medio Ecclesiae”, deseo expresar una vez más gratitud al Espíritu Santo por el gran don del Concilio Vaticano II, la que junto con toda la Iglesia, y sobre todo con todo el episcopado, me siento en deuda. Estoy convencido de que durante mucho tiempo se les concederá a las nuevas generaciones recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha ofrecido.

Como obispo que participó en el acontecimiento conciliar desde el primero hasta el último día, deseo confiar este gran patrimonio a todos los que están y estarán llamados a realizarlo. Por mi parte, doy gracia al eterno Pastor que me ha permitido estar al servicio de esta grandísima causa en el transcurso de todos los años de mi pontificado.. “In medio Ecclesiae”… desde los primeros años del servicio episcopal –precisamente gracias al Concilio- se me ha permitido experimentar la fraterna comunión del episcopado. Como sacerdote de la arquidiócesis de Cracovia, había experimentado lo que significaba la comunión fraterna del episcopado. El Concilio ha abierto una nueva dimensión de esta experiencia.

V.- ¡Cuántas personas debería mencionar! Probablemente el Señor Dios ha llamado a su presencia a la mayoría de ellas. Por lo que se refiere a quienes todavía se encuentran en esta parte, que las palabras de este testamento les recuerden, a todos y por doquier, allí donde se encuentren….// En los más de veinte años que desempeño el servicio cetrino “in medio Ecclesiae”, he experimentado la benevolente y particularmente fecunda colaboración de tantos cardenales, arzobispos y obispos, de tantos sacerdotes, de tantas personas consagradas –hermanos y hermanas- y, por último, de muchísimas personas laicas, en el ambiente de la Curia, en el Vicariato de la diócesis de Roma, así como fuera de estos ambientes. …

¡Cómo no abrazar con una agradecido recuerdo a todos los episcopados del mundo, con los que me he encontrado en las visitas “ad limina Apostolorum”!. ¡Cómo no recordar también a tantos hermanos cristianos, no católicos! ¡Y al rabino de Roma y a tantos representantes de las religiones no cristianas! ¡Y a quienes representan al mundo de la cultura, de la ciencia, de la política, de los medios de comunicación social!.

VI. – A medida que se acerca el final de mi vida terrena, vuelvo con la memoria a los inicios, a mis padres, a mi hermano y a mi hermana (a la que no conocí, pues murió antes de mi nacimiento), a la parroquia de Wadowice, donde fui bautizado, a esa ciudad de mi amor, a mis coterráneos, compañeras y compañeros de la escuela, del bachillerato, de la universidad, hasta los tiempos de la ocupación, cuando trabajé como obrero, y después a la parroquia de Niegowic, a la de San Florián, en Cracovia, a la pastoral de los universitarios, al ambiente… a todos los ambientes…., a Cracovia y a Roma…, a las personas que el Señor me ha confiado de manera especial…. A todos sólo les quiero decir una cosa: “Que Dios os dé la recompensa”.

Marzo 17 de 2000:- “In manus Tuas, Domine, conmendo espiritum deum”.

 

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