El papa Benedicto XVI trajo la agenda de la Iglesia al siglo XXI cuando aceptó el uso de métodos anticonceptivos para prevenir el sida; ese viraje fue interpretado como un mensaje de apertura frente al debate de cuál debe ser la posición de la Iglesia en el mundo moderno.
Y así fue: en discurso frente al cuerpo diplomático acreditado en la Santa Sede, el Papa señaló que se siente enormemente preocupado por las leyes de educación laica que se tramitan en América Latina.
A la Iglesia le consterna que “se impone la participación en cursos de educación sexual o cívica que transmiten concepciones de la persona y la vida presuntamente neutras, pero que en la realidad reflejan una antropología contraria a la fe y a la recta razón”.
Benedicto XVI se refiere seguramente a las recientes reformas adelantadas en Bolivia y Venezuela. Estos dos escenarios son evidentemente muy distintos al de Colombia, pero su experiencia evidencia el peligro que representa que la laicidad sea tomada como una bandera política.
El pasado mes de noviembre, el Congreso boliviano aprobó una ley que permite a los padres de familia elegir en los colegios oficiales si prefieren o no la educación religiosa para sus hijos. Esta reforma está claramente en armonía con el derecho a la libertad religiosa, aceptada por casi todos los países del hemisferio occidental. Sin embargo, el presidente Evo Morales sintió equivocadamente que con su aprobación le ganaba la batalla al imperio y afirmó que la norma permitía “descolonizar” a Bolivia, a través de un sistema educativo “revolucionario y liberador”.
Por otra parte en Venezuela, el presidente Hugo Chávez ha promovido una campaña contra los colegios católicos y el clero que trabaja en ellos. En las últimas propuestas de reforma al currículo de los estudiantes, ha propuesto prohibir las cátedras e himnos de contenido religioso en los centros educativos. Pero además, según los miembros de la Iglesia, ha acompañado esta iniciativa de fuertes restricciones migratorias para el personal religioso.
El debate de la laicidad se enciende cada vez con más fuerza y ha comenzado a pisar fuerte en América Latina. En Colombia vendrá algo similar, con la creciente discusión de la obligatoriedad de la cátedra del aborto, que se desprende de la sentencia de la Corte Constitucional. Bolivia y Venezuela fanatizaron una causa necesaria. En Colombia tenemos protagonistas similares, que jalan para el lado contrario, pero estamos a tiempo de no cometer el mismo error.
(Autor: Cristina Castro)