Quantcast
Channel: CORREveDILE.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 2356

Educación y Medio Ambiente

$
0
0

Autora: Blanca Inés Prada Márquez

A propósito del "Día sin carro" en la zona metropolitana de Bucaramanga

Empecemos preguntándonos si hay algún principio universal que obligue al hombre a pensar en el medio ambiente como un problema fundamental. Si lo hay, este principio no puede ser otro que el derecho a la vida, y es claro que el medio ambiente es fundamental para que el derecho a la vida pueda ser una realidad hoy, y en el futuro, puesto que se está hablando del derecho a disfrutar de una vida digna, armoniosa y sana.

Numerosos investigadores interesados en la problemática medioambiental han señalado cómo, el derecho a la vida se halla gravemente amenazado para las generaciones futuras, debido a la contaminación ambiental.

Mucho se ha escrito  y muchos debates de han realizado en los últimos decenios, tratando de desarrollar una conciencia planetaria sobre la responsabilidad que todos tenemos en la conservación del medio ambiente y alertando sobre el peligro que corre la vida en nuestro planeta, debido al mal uso que los hombres hemos hecho de los recursos naturales, a los que hemos considerado como ilimitados, sin darnos cuenta de que existen barreras que no se pueden sobrepasar, que hay un umbral de habitabilidad que no hay que transponer.

¿Por qué tanta preocupación por el medio ambiente? 

Según las leyes físicas la vida parece ser una “singularidad” en nuestro planeta.  En las otras regiones del universo es posible que haya vida, pero en nuestro sistema solar parece ser un privilegio sólo del planeta Tierra: sólo en ella se dieron las condiciones de temperatura y humedad en las proporciones necesarias para que la vida pudiera desarrollarse.

Pero esta maravilla, esto que podríamos llamar  “el mayor milagro de la naturaleza”, sin la cual nuestro planeta y el universo mismo dejarían de tener sentido, está hoy en grave peligro, amenazado por dos grandes enemigos: el descontrolado crecimiento demográfico y el consumo desenfrenado de bienes materiales y de energía, conjugados en modelos de desarrollo insostenibles. 

Las cifras del desastre todos las conocemos: La UNESCO en sus publicaciones mensuales, a través de la revista El Correo, nos recuerda con insistencia algunas de esas escandalosas cifras, y existen numerosas publicaciones donde se nos  muestra con cifras escalofriantes QUE NUESTRO PLANETA ESTÁ EN PELIGRO.

El hombre debe hoy entablar una nueva alianza con la naturaleza.  En estos tres últimos siglos el hombre ha logrado un desarrollo tecnológico impensable para Francis Bacon y René Descartes, quienes en su optimismo frente al poder que la ciencia le concedía al hombre llegaron a imaginar en el siglo  XVII que la ciencia podría solucionarlo todo, dándonos incluso la felicidad misma.

Sin duda el progreso técnico ha contribuido a mejorar nuestra alimentación, nuestra salud, nuestras condiciones de trabajo, pero se ha ido convirtiendo poco a poco en una amenaza nefasta para nuestro  entorno físico. El progreso técnico ha dado al hombre un gran poder sobre la naturaleza, con lo cual ha producido un cúmulo de bienes materiales en constante aumento y hasta hace poco con apariencia ilimitada.

Pero el acelerado desarrollo tecnológico ha comportado altos riesgos para la humanidad. Embriagada con la exploración de tal poder, la humanidad ha tendido a modificar sus valores en provecho de aquello que favorecía la máxima exploración de las posibilidades materiales facilitadas por ese mismo poder, pero ha renunciado a los valores que constituían la base de las culturas precedentes: el respeto por la naturaleza y sus productos. Un desarrollo tecnológico desenfrenado, orientado en una dirección puramente operativa y pragmática, ha convertido al universo en una máquina y al hombre en un mero engranaje.

Sin embargo, gracias a las nuevas tecnologías se ha logrado mejorar la calidad de vida del ser humano y prolongar su duración. Con esto el hombre se ha convertido en un corto periodo de tiempo en el factor de cambio más importante del planeta, con consecuencias imprevisibles para el futuro de la vida y de la humanidad. En efecto, veamos:

En primer lugar la población mundial ha crecido en los últimos 50 años de 1.000 millones a 7.000 millones y seguirá duplicándose, según los expertos en demografía, cada treinta o cuarenta años. Parte de este aumento demográfico  se debe al aumento en la esperanza promedio de vida, fruto de mejores políticas y condiciones sanitarias y alimenticias, al menos en los países desarrollados.

Estimulados por los medios de comunicación, el afán de consumo no cesa de aumentar, pero se prevé que a pesar del progreso tecnológico la humanidad se acerca cada vez más a un límite de su productibilidad.

La acumulación de bienes no es una garantía de bienestar, ni un fin en sí mismo. El desenfreno en la producción de bienes materiales ocasiona un derroche de energía y de recursos naturales, y genera enormes toneladas de desechos. Las estadísticas dicen, por ejemplo, que cada estadounidense produce una tonelada anual de desechos domésticos.

El crecimiento demográfico es inquietante por cuanto tenemos la obligación moral de proporcionar vestido, alimentación, educación, techo y bienestar general a los nuevos habitantes del planeta, pero la desigual apropiación de las riquezas naturales impide alcanzar ese objetivo.

¿Podemos hacer algo en la escuela, en el colegio, en la universidad, para desarrollar en los alumnos una conciencia planetaria responsable, una verdadera responsabilidad frente a la conservación del medio ambiente? Sabemos bien que los problemas del medio ambiente son ante todo problemas mundiales, que su dimensión es planetaria, y que las medidas deben tomarse a nivel planetario, porque lacontaminación no tiene fronteras. 

Pero hay que empezar por cada hogar, cada pueblo, cada región, cada país. Hay que entender que el problema es de todos y nos afecta igualmente a todos: países desarrollados o en vía de desarrollo, ricos y pobres, nadie puede sentirse ajeno a este problema.

Hoy se hace necesario reorientar el progreso de cada país hacia lo que se ha venido llamando “el desarrollo sostenible”, es decir, un desarrollo humanizado y responsable de las relaciones sociales y de producción, donde se haga ciencia con conciencia, y donde las estrategias tecnológicas se orienten teniendo en cuenta el costo ecológico y la pluridiversidad humana.

Se hace necesario implantar a nivel local, regional y planetario una educación ambiental, a fin de que todos los ciudadanos del mundo nos comprometamos en un PACTO PLANETARIO por la conservación del medio ambiente para las generaciones futuras, entendiendo que los problemas ambientales son también problemas individuales, y que cada uno de nosotros debemos afrontarlo como un problema personal. La educación en este aspecto es fundamental, una educación integral que nos permita apreciar la riqueza cultural y biológica en su verdadera dimensión y profundidad.

Comprender los problemas ambientales y actuar a favor del medio ambiente exige un mínimo de conocimientos acerca del funcionamiento de los ecosistemas y una percepción del lugar que el hombre ocupa en la biosfera; en este campo todos somos ignorantes. 

Son muchas las cosas que se deberían aprender dentro de esta problemática, pero fundamentalmente es indispensable que todos tomemos conciencia de que las plantas verdes son las únicas que elaboran materia orgánica a partir de materias minerales del suelo, agua, y anhídrido carbónico; saber que la energía es un recurso limitado e implica elevados costos; entender que toda actividad de producción y consumo tiene  un costo ecológico y que todo desarrollo incontrolado de producción o de consumo se acompaña de contaminación y contribuye al agotamiento de los recursos naturales; saber que el equilibrio entre las necesidades y los recursos está también amenazado por el aumento de la población y de sus necesidades; saber que toda intervención del hombre en la naturaleza, si no se la orienta bien, puede tener consecuencias nefastas a corto y largo plazo.

Por ejemplo, las prácticas agrícolas orientadas sólo a la búsqueda del beneficio inmediato llevan a la degradación y la disminución de la fertilidad de los suelos. Entender la importancia de una verdadera legislación ambiental que controle la caza y la pesca indiscriminada, que obligue a las empresas petroleras y otras a no arrojar a los ríos sus desechos; una legislación  que impida la tala de bosques y oriente el desarrollo de las ciudades para que no se conviertan en fríos monumentos de hierro y cemento como en efecto está sucediendo; pero, sobre todo, entender que si no se logra una mejor distribución de la riqueza, que permita desterrar la miseria y elevar los niveles de educación en todo el planeta, será muy difícil lograr un medio ambiente sostenible para el futuro de la humanidad.

Sin educación ambiental no hay hoy “desarrollo sostenible”. Instrumento fundamental de esta educación ecológica es una nueva ética, necesaria para definir la relación del hombre con la biosfera. El hombre de hoy es un ser fragmentado intelectual y socialmente; dividimos todo en vez de integrarlo. Darwin nos enseñó que el hombre está enmarcado en la evolución biológica.  Einstein nos mostró que vivimos en un universo en expansión.

La nueva ética ecológica debe llevarnos a ser solidarios con todas las formas de vida, empezar a solidarizarnos con el cosmos como un todo. Volver a sentir el religioso respeto que sentían los antiguos por la naturaleza, por el árbol, por las flores, por los bosques, por el río, etc. 

En los cinco continentes el destino de los hombres siempre estuvo unido al de los árboles; hoy se ha roto el pacto de la humanidad con el árbol, y esta ruptura nos está costando demasiado, como bien lo expresa Jacques Brosse: la  mitología en torno al árbol  es riquísimo:

“En todas partes subsiste el recuerdo de un árbol gigantesco, el árbol de los orígenes que se erguía desde el centro de la Tierra hasta el cielo. En torno a él se ordenaba el universo. El unía los mundos. Sus raíces se hundían en los abismos subterráneos, sus ramas más altas alcanzaban el empíreo.

Gracias al árbol era respirable el aire; a todos brindaba generosamente sus frutos nacidos del Sol y del agua que tomaba del suelo. A través del árbol descendía del cielo el rayo, del que los hombres tomaban el fuego, y su copa, en la que se reunían las nubes, invitaba a la lluvia fecunda a caer sobre la tierra.

El árbol era para los antepasados fuente de toda vida, cuna de toda regeneración. No es por lo tanto extraño el que los hombres lo hicieran objeto de tan insigne veneración en: Su majestad el  árbol”.     

Vida y muerte del hombre están ligadas al árbol como nos lo recuerda un hermoso poema anónimo que se encuentra en el parque del Gallineral, en San Gil (Santander). Es más, el psicoanalista sueco, Carl Jung, nos dice que en el subconsciente colectivo subsiste todavía la imagen del árbol como arquetipo, incluso como uno de los símbolos más significativos y universales.

En esta época de crisis, qué bueno que volviéramos a recobrar en nosotros mismos esa imagen, y con ella el sentido de la armonía y del entendimiento con la naturaleza, una especie de armonía cósmica que por desgracia hemos perdido.

La educación ambiental deberá hacernos tomar conciencia de que la capacidad de la biosfera es limitada, y de que la acción humana puede provocar no sólo modificaciones locales sino mundiales, con consecuencias funestas para la salud y la seguridad de todos.

Mostrar que el ser humano depende del medio ambiente para su desarrollo, y que ningún ser humano puede arrogarse el derecho de destruir los elementos indispensables para la supervivencia de generaciones futuras. La educación ambiental irá propiciando un desarrollo demográfico equilibrado, el  control de la natalidad es ante todo un asunto individual, pero debe tener apoyo en el conjunto de la sociedad, nadie debiera traer al mundo más hijos que aquellos necesarios para reemplazarle mañana.

Como bien dice Claude Villenueve, biólogo canadiense: “Antes de invitar a los padres a superpoblar el mundo, se debiera tomar conciencia colectiva de que debemos ante todo ocuparnos del bienestar de los que ya han nacido”.

Con la educación ambiental es posible desarrollar una cultura de la paz, no de la guerra, reconociendo que ésta, en cualquiera de sus manifestaciones, es la causante de los  mayores desastres ecológicos. Esta cultura de la paz exige la eliminación de la pobreza, de la miseria y la ignorancia, pero también una nueva concepción de modelos de vida más armónicos, con menos despilfarro, más respetuosos tanto de la diversidad biológica como de la socioeconómica y cultural, con una mayor solidaridad humana y menos agresividad, que permita al hombre reincorporarse al medio natural y comprender su relación espacio-temporal con todo el universo.

La educación ambiental no puede dejarse sólo en manos de la primaria o la escuela secundaria, es necesario llevarla hasta la educación superior. Las universidades están altamente comprometidas en este trabajo de la educación para el medio ambiente sostenible, pero además es indispensable comprometer a los Medios de comunicación en una masiva educación ambiental.

A las universidades les corresponde liderar la educación ambiental en primer lugar por su compromiso en la formación de docentes y profesionales respetuosos de la biodiversidad y con una verdadera responsabilidad ética y conciencia planetaria, pero también por su relación con la investigación, gracias a la cual se pueden consolidar proyectos  que permitan no sólo evaluar la manera como se está tratando el medio ambiente en cada contexto o región, sino también mostrar las consecuencias de un desarrollo tecnológico, social y cultural mal enfocado.

En su libro sobre Educación ambiental M. Novo plantea la urgencia, que tiene el mundo contemporáneo, de propiciar por todos los medios posibles una educación ambiental que permita renovar la alianza perdida entre el hombre y la naturaleza, donde el derecho a la vida se convierta en el derecho al disfrute integral de la vida y su conservación, para aquellos, que como nosotros, recibirán mañana el don infinito de vivir en el planeta Tierra. 

El medio ambiente es el único patrimonio de propiedad común. Lo hemos recibido gratuitamente, y estamos moralmente comprometidos a conservarlo para obsequiárselo en buenas condiciones a las generaciones futuras; conservar este valioso patrimonio exige un profundo esfuerzo de reflexión y de acción encaminado a transformar la cultura, incluso desde sus mismas bases, como bien lo plantea Augusto Ángel Maya en la introducción a su interesante libro El retorno de Icaro. La razón de la vida.

En el libro citado Maya trata de responder a preguntas fundamentales de filosofía relacionadas con el problema del medio ambiente, tales como las siguientes: ¿Puede el hombre transformar libremente la naturaleza?; ¿cuáles son los límites de la acción humana, mirados no solamente desde el punto de vista de la organización social, sino también a partir de su relación con las leyes que rigen la naturaleza?; ¿no tiene el hombre normas externas a su propia organización social?; ¿puede la cultura occidental seguir anclada en la dicotomía hombre-naturaleza?; ¿no es acaso tiempo de unirlos armónicamente?

Estas y muchas otras preguntas exigen una respuesta científica, ética y filosófica, y sobre todo una acción política más responsable y una aplicación del conocimiento científico- tecnológico más comprometido con la transformación inteligente de la naturaleza.

En todas estas tareas juega un papel primordial la educación ecológica permanente de todos los ciudadanos, porque sin educación no hay desarrollo sostenible, y sin éste tampoco puede hablarse de conservación del medio ambiente.

Para saber más:

  • MAYAÁngel Augusto.  El retorno de Ícaro. Pnuma, Asocars, UN. 2002. Excelente libro sobre estudios ambientales, escrito por un profesor de la U. Nacional de Colombia, qué bueno que todos lo leyéramos.·          
  • AGAZZI, Evandro. El bien, el mal y la ciencia. Tecnos, 2000. 
  • GIORDAN  A. y SPUCHON, C. La educación ambiental. Guía práctica. Correo de la Unesco, 2002. 
  • PRADA, Blanca Inés. “Filosofía y medio ambiente”. En: Epistemología, universidad ética y valores, UIS, 2003Artículo con amplia bibliografía.

De sobremesa: 

1.  Si algo hay hoy en el mercado, incluso en Internet fácilmente accesibles a todos, son libros sobre educación ambiental, el problema es leerlos, divulgarlos y concientizar a todos, sobre la importancia del tema, y acompañar la reflexión de una legislación regional y mundial que contribuya a la preservación de de un Medio ambiente sano. 

2. Respecto a la jornada del “Día sin carro“, que hoy se está realizando en la zona metropolitana de Bucaramanga, sería maravillosa si se hubiera  acompañada de una masiva reflexión sobre los grandes problemas ecológicos que asedian a nuestra región y al planeta, llevada a cabo por establecimientos educativos y medios masivos de comunicación.

Pero en las actuales circunstancias donde el único tema válido para todos es el futbol nada de esto puede hacerse. La fecha estuvo muy mal escogida.

 

 

Tags: 


Viewing all articles
Browse latest Browse all 2356

Trending Articles