Autora: Blanca Inés Prada Márquez
Sabemos que el ojo humano a pesar de su extraordinario poder es incapaz de mostrarnos lo demasiado pequeño. ni tampoco aquello que se encuentran demasiado lejos, esos dos instrumentos que nos empezaron a mostrar tanto el mundo de lo infinitamente pequeño como las grandes dimensiones y la complejidad del universo son el microscopio y el telescopio, dos ayudas potentísima para empezar a progresar en el conocimiento del ser humano como también del Cosmos, instrumentos inventados y perfeccionados entre los siglos XVI y XVII.
El microscopio fue inventado por Sacharías Jenssen en 1590 y utilizado por primera vez por William Harvey en su revolucionara obra Un estudio anatómico sobre los movimientos del corazón y de la sangre en los animales, publicada en 1628, y donde pudo hablar por primera vez de los vasos capilares.
Pues bien, Galileo conocedor de este instrumento trató de perfeccionarlo poniéndole oculares divergentes y dedicó algún tiempo a observar la materia y partes de los insectos, pero lo que más le apasionó fue la noticia que le llegó, —unos dicen que de Holanda, otros que de Alemania—, de un instrumentos que podía servir para mirar objetos que estuvieran a grandes distancias.
Aunque no está claro quién fue el inventor del telescopio, lo que sí está bien estudiado es que Galileo fue el primero en tratar de perfeccionarlo y de darle una utilización astronómica para observar los objetos celestes y tratar de comprender la estructura del universo hasta entonces conocido.
Y en su obra de 1610 titulada Sidéreos Nuncius (El mensaje de las estrellas), nos cuenta las cosas maravillosas que él descubrió gracias a su catalejo o primer telescopio. De paso digamos que el verdadero creador del telescopio moderno fue Isaac Newton quien en 1671 remplazará la lente por un espejo, pero de Newton hablaremos en otra ocasión.
En su Mensaje de las estrellas, Galileo desborda de alegría, y con un lenguaje casi poético nos cuenta que fue en Bélgica donde se habría fabricado ese maravilloso anteojo gracias al cual los objetos muy lejanos se veían como si estuvieran cerca.
Nos cuenta que fue su amigo francés Jacques Badouvere quien le habría hablado del extraordinario invento y que él entonces se propuso estudiar a fondo la cuestión encontrándole la solución al tratar de dirigir el microscopio de Zacharie hacia el cielo y con él empezó a ver cosas jamás vistas ni imaginadas y que desmentían mucho de lo dicho hasta la fecha.
Nos cuenta que lo primero que logró observar fue las montañas, los valles y los cráteres de la Luna, esto lo dejó sorprendido ya que hasta la fecha se pensaba que la Luna era una esfera de cristal perfecta.
Galileo pasa las noches del año 1609 entre la contemplación del cielo y la meditación en torno a la física aristotélica que casi contra su voluntad empezaba a derrumbarse mientras anota sus observaciones con gran precisión.
En cuanto a la Pléyades donde a simple vista sólo podían observarse 7 estrellas el logra observar 40. Y en cuanto a las estrellas visibles de Orión donde a ojo desnudo solo podían observarse 9, Galileo descubre 80. La Vía Láctea ya no la verá ni como un simple meteoro, ni como un reflejo del brillo del Sol o de la Luna sino como una densa masa de estrellas invisibles al ojo desnudo, lo mismo que las nebulosas.
El siete de enero de 1610, en una de esas noches luminosas y estrelladas de Toscana, Galileo observa con su tubo ocular al planeta Júpiter y lo ve rodeado de cuatro estrellas. Al día siguiente nuevamente lo observa pero entonces las estrellas han cambiado de lugar. Puede ser una mera ilusión óptica, —piensa Galileo—, quien no cree todavía que las estrellas puedan estar provistas de movimiento propio, sino que piensa todavía, como se enseñaba desde antaño, que ellas estaban fijas a la bóveda celeste.
Los días pasan y las noches preciosas para Galileo le transmiten también conocimientos preciosos. Entre el siete de enero y el dos de marzo Galileo sólo tiene ojos para Júpiter, así logra hacer uno de sus más grandes descubrimientos: los cuatro “planetas de Júpiter”, dándoles el nombre elegante de “Mediceos” en honor de los Médici, que eran sus protectores.
En el Mensajero sideral Galileo se expresa así:
…Unas veces siguen y otras preceden a Júpiter con intervalos similares (…) y acompañándolo no sólo en su movimiento directo, sino también en el retrógrado, para nadie puede ofrecer duda que realizan sus revoluciones en torno a él, al tiempo que todos a una cumplen sus periodos de doce años en torno al centro del mundo” (En: Galileo - Kepler: El Mensaje y el Mensajero Sideral, Alianza, Madrid, 1990, p. 88.).
Galileo descubre entonces que Copérnico tenía razón y le dedica un largo párrafo a mostrar que ya no es sólo la Luna girando alrededor de la Tierra y todo los planetas alrededor del Sol, sino que también hay cuatro astros girando alrededor de Júpiter, en fin, que en el universo no hay un solo centro sino que podrían haber muchos centros como el tiempo logró demostrarlo.
Galileo sigue empeñado en sus observaciones, el 13 de noviembre de 1610 descubre lo que él creyó eran dos luna laterales de Saturno, y envía cartas a varios amigos, pero a pesar de la tenacidad en sus observaciones no logra descifrar el enigma de Saturno, para hacerlo habría necesitado un telescopio más potente.
Lo que Galileo estaba observando era nada menos que los anillos de Saturno, descubrimiento hecho 50 años más tarde por Christian Huygens, físico y matemático holandés.
Otro descubrimiento que lo asombró fue el de las fases de Venus iguales a las de la Luna, este descubrimiento se lo comunica en una carta a Giuliano de Médeci que está fechada del 11 de diciembre de 1610. En sus cartas a unos y otros Galileo explica que él ha comenzado a comprender que todos los planetas son opacos y sólo resplandecen por la luz del Sol.
Se dedica también a observar el Sol, el cual no sólo le ocasionó su ceguera que fue casi total a partir de sus 70 años, sino que logró descubrir las manchas solares, como también la rotación del Sol alrededor de su eje, con este y con todos los otros descubrimientos Galileo puede sostener que no hay tal inmutabilidad de los cielos, que esta tesis aristotélica es totalmente falsa. Esto lo publica en mayo de 1613 en su Istoria e demostrazioni intono alle manchi Solari e loro accidenti.
Todos esos extraordinarios descubrimientos le merecieron el nombramiento por el Gran Duque de Toscana Cosino II como “Primer matemático del Studio de Piza y filósofo de su alteza serenísima”, con el derecho de dedicarse sólo a la investigación sin dictar clases, de esta manera Galileo se traslada de Piza a Florencia y pone allí su residencia, pero Florencia estaba demasiado cerca de Roma y también de la inquisición, sin embargo trabajará allí Galileo por más de diez años sin mayores problemas, aunque los escritos y demostraciones de Galileo sobre las manchas solares empezaron a caldear los ánimos de los peripatéticos, como también de quienes consideraban la teoría aristotélica como la base de la teología escolástica.
El malestar entre los intelectuales de la época era normal porque era como si hoy alguien nos dijera que el universo es totalmente diferente a como nos lo han enseñado los sabios hasta la fecha. Por otra parte Galileo no tenía todavía las herramientas teóricas suficientes para explicar el por qué de todo lo que él observaba.
La explicación llegará más tarde con Isaac Newton quien con su teoría de la gravitación universal aclarará todo los enigmas que Copérnico, Galileo, Kepler y otros científicos del siglo XVII se planteaban sobre el universo. El otro gran problema era la Iglesia quien hasta entonces se consideraba la depositaria de la verdad no sólo teológica sino científica.
Pero Galileo que está convencido de que el universo es completamente diferente de como lo habían presentado los científicos y filósofos antiguos, entre otros Aristóteles y Ptolomeo, sin ponerle mucha atención a las críticas se dedica desde 1613 a defender la teoría heliocéntrica de Copérnico con debates entre los matemáticos, enviando catalejos y cartas a sus amigos y a los intelectuales, incluso a algunos sacerdotes que él considera ilustrados, y con amplios escritos, entre otros “Consideraciones sobre la opinión copernicana” de 1615 y su gran libro de 1632 “Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo”.
Me es imposible en este corto artículo contarles todas las batallas que tuvo que sostener el sabio italiano hasta su condenación por el tribunal de la inquisición en 1633 y la rotunda prohibición de enseñar el heliocentrismo. Esta historia que es apasionante ha sido ya muchas veces contada, yo misma en mi libro sobre Galileo le dedico todo un capítulo.
Dejemos pues las controversias y fijémonos en el verdadero mensaje epistemológico del Mensaje de las estrellas y de varias cartas y artículos queGalileo escribió para mostrar la importancia de las observaciones, de la medida, de las matemáticas, y para explicar que si el universo no había sido bien comprendido por los antiguos era por la falta de un método de observación y de instrumentos apropiados.
Emilie Namer en la Introducción a la traducción francesa de Sidereus Nuncius, ofrece una serie de reflexiones sobre el valor de la experiencia para Galileo, donde puede verse ya, que el sabio italiano tenía bien clara en su mente las características del método científico. Veamos:
- La experiencia es abierta, si ella cambia y exige otro tipo de explicación es porque la ciencia es capaz de perfeccionares.
- La experiencia es unívoca exigiendo un lenguaje sin ambigüedad pues no se limita ni al tiempo ni al espacio.
- La experiencia supone la medida Para poderla comunicar a otros hombres y hacer posible el progreso del conocimiento se debe tratar de determinar los hechos de manera que podamos ofrecerlos válidos dentro de las mismas condiciones por diferentes observadores.
- La experiencia física debe referirse al aspecto cuantitativo de las cosas.
- Para que los fenómenos definidos y medidos entren en rotación numérica y geométrica con otros fenómenos, es necesario que ellos se refieran a la extensión, al movimiento, a la gravedad, no a cualidades subjetivas como el color, el olor, el sabor, etc.
- La experiencia no es algo espontaneo, ella se elabora cuidadosamente.
- La elaboración de la experiencia es definida, ella conlleva una idea práctica, la cual se trata precisamente de verificar.
- La experiencia debe ser desde el principio privilegiada y simplificada Sobre este aspecto trata justamente una carta que Galileo le envió en 1602 a Guidolbaldo del Monte.
- La experiencia debe resultar de una hipótesis fecunda. Para desmitificar el horror del vacío, que se decía tenía la naturaleza, Galileo procede a una comparación del nivel al cual se elevaban los líquidos y logró establecer el nivel de su elevación en el vacío, claro que será su discípulo Torricelli quien en 1644 unirá este fenómeno a la presión atmosférica
- Para Galileo una sola experiencia puede ser decisiva si se organiza y se realiza bien.
- La experiencia es necesaria, ella nos confirma el de determinismo de la naturaleza sin lo cual ninguna ciencia sería posible. Para Galileo existe un orden natural bien determinado, y el objeto de las leyes físicas es explicarlo. Galileo une las matemáticas a la experiencia. Para él las matemáticas son un tipo de razonamiento mejor adaptado que el silogismo a la física terrestre y celeste.
- La realidad física, por supuesto, no era considerada por Galileo como una substancia en sentido filosófico, sino dentro de sus aspectos objetivos de dimensiones, pesos específicos, densidad, figura y movimiento.
Para saber más:
GALILEO – KEPLER. El mensaje y el mensajero sideral (1990), Alianza.
PRADA Blanca Inés. Galileo Galilei (1983), Tercer Mundo, capítulo III.