Un estudio sostiene que las experiencias cercanas a la muerte, como ver la luz al final del túnel o flotar fuera del cuerpo, no son simples alucinaciones.
Morir es agradable; eso, al menos, es lo que piensan muchos que han vivido una experiencia cercana a la muerte. “Suena loco, pero es así: un sueñito y después… ¡tac!, un túnel, con una hermosa luz al final”, dijo, en 1990 VíctorSueico, un reconocido periodista argentino, luego de sufrir un paro cardiaco que casi le quita la vida.
Al superar la crisis manifestó que, cuando se está cerca de la muerte, no hace ni frio, ni calor, ni hay temores ni malas sensaciones; por eso repetía que “la verdadera enemiga de la gente no es la muerte, sino la mala vida que se haya vivido”.
A pesar de los esfuerzos por explicar el fenómeno, el tema sigue generando más preguntas que respuestas. La mayoría de los médicos descarta estas vivencias como producto de los medicamentos y los efectos de la anestesia a los que está sometido un paciente al borde de la muerte.
Penny Sartori, una enfermera británica que se ha dedicado a investigar el tema, publicó un estudio muy completo donde corroboró que estos episodios son reales y no producto de los medicamentos, y que la gente que los vive necesita entender la experiencia para integrarla a su vida.
Los relatos de sus pacientes son muy similares entre sí; la mayoría se encontró con familiares o amigos fallecidos mucho tiempo atrás; muchos entraron en otra dimensión que describen como una habitación luminosa o un hermoso jardín. “La imagen del túnel no fue tan común, -explica Sartori-; era más bien una transición de la oscuridad a la luz”.
Algunos sintieron que abandonaban su cuerpo y pudieron relatar, con cierta precisión lo que pasaba en la sala de emergencia. Los pacientes llegaban hasta una barrera, que podía ser un puente, un rio, una puerta o una colina, que les impedía seguir. Por lo general, los familiares les indicaban que debían regresar porque aun no les había llegado el momento.
Estas historias coinciden con las reportadas en otras investigaciones hechas en diferentes partes del mundo; en algunas se ha visto además, que los pacientes ven un rápido recuento de su vida y sienten la presencia de ciertos personajes, dependiendo de su religión, como Jesús para los cristianos, o Yamray, dios de los muertos, para los hinduistas.
La ciencia ha buscado explicar cada una de estas manifestaciones y todo apunta a que las experiencias cercanas a la muerte son típicas de un cerebro en proceso de morir. Desde el punto fisiológico, los expertos señalan que las endorfinas, esos calmantes naturales presentes en el cerebro, son los causantes de la euforia y los sentimientos de desapego.
Otras teorías sostienen, por ejemplo, que la sensación de ver el repaso de la vida en un instante se debe a la falta de oxigeno en el cerebro, lo que lleva a descargas eléctricas en el hipocampo, una región involucrada con la memoria. La falta de oxigeno podría llevar a que la amígdala produzca visiones muy vívidas, lo que explicaría la visión de los espíritus. Otros responsabilizan a los medicamentos, como la anestesia y a los calmantes para el dolor.
Sartori analizó las drogas que se les habían suministrado a los pacientes estudiados y analizó muestras de sangre en el momento de la vivencia y no encontró una causa común para esta experiencia, y aunque la autora admite que las endorfinas juegan un papel preponderante, no explican el proceso del todo, pues éstas, una vez se liberan, permanecen en el cuerpo por cierto tiempo y lentamente su efecto va desapareciendo.
“Uno de mis pacientes reportó dolor inmediato una vez regresó a su cuerpo; si esto sucediera por las endorfinas, entonces el comienzo del dolor habría sido más gradual y no instantáneo”, explicó la experta.
Muchos interpretan estas experiencias como una confirmación de que hay vida después de la muerte, pero a Sartori su trabajo la llevó a pensar más en el significado de la conciencia. Según ella, las personas estarían rodeadas por la conciencia, y el cerebro, en lugar de controlarla, sería solo un mediador o una antena.
A pesar de los estudios, muchas preguntas siguen sin respuestas; ¿por qué, si es una experiencia fisiológica, sólo unos cuantos la experimentan?; ¿será que unos la recuerdan más que otros, como sucede con los sueños?; ¿por qué una persona en coma profundo puede tener esta experiencia, como muchas veces se ha visto?
Mientras se descifran esos interrogantes, para Sartori lo más importante es que los médicos no justifiquen este fenómeno como un producto de la anestesia, pues los pacientes que la han vivido necesitan que alguien los escuche para poder asimilarla.
Como ella lo dice, “sólo cuando nos acercamos a la muerte empezamos a aprender más acerca de la vida; y cuando no le temamos a la muerte, es más fácil vivir una vida plena”.
(Vanguardia Liberal, recopilación)