Autor: Germán Bayona Rodríguez
En nuestro planeta siempre ha existido la violencia, esto es una realidad desde que existe el ser humano. Es un hecho que las primeras civilizaciones e imperios dan muestra de la conducta violenta del hombre como especie y que, en nombre del progreso, la religión y otros dinamismos de las sociedades, se han justificado un sin número de fenómenos violentos que son injustificados.
Hoy en día cobra mayor importancia un fenómeno conocido como bullying, que nos preocupa tanto a padres como a educadores por las implicaciones sociales, psicológicas y ambientales sobre niños y adolescentes. La solución concreta y definitiva es muy difícil de hallar porque está sujeta a la naturaleza de cada caso
De lo que sí estamos seguros es que la mayor parte de la solución se encuentra en la enseñanza de valores, cuya finalidad sea convertirlos en adultos seguros de sí mismos, productivos, equilibrados y plenos.
El reto está en apoyar y orientar a los educadores, ya sean padres o maestros, para que puedan manejar límites claros, firmes, que proporcionen a los educandos la sensación de tener libertad de acción y decisión dentro de un marco de referencia claro y bien delimitado. Los límites marcan la pauta a seguir para poder adaptarse al medio que les rodea.
Además tienen como finalidad garantizar el sano desarrollo físico, psíquico, social y afectivo y, por tanto, promover toda aquella práctica que garantice la seguridad de los niños en proceso de crecimiento.
¿La solución que proponemos?
Valores, valores y más valores. La familia es el primer vínculo social en el que los niños y jóvenes tienen el derecho a ser cuidados, guiados, a sentirse seguros de sí mismos y a desenvolverse de manera adecuada.
Lo más importante para legitimar la autoridad es guiar a los hijos dentro de un medio que proporciona estructura y en el que se viven los valores y se da ejemplo de ello. Si como padres garantizamos que nuestros hogares se conduzcan con los valores elementales o de primer nivel, que serían el orden, la sinceridad y la obediencia, la adquisición de valores de segundo orden es mucho más sencilla.
No podemos pretender que nuestros hijos sean responsables, si no le hemos inculcado orden, o que viva el valor del respeto si no empieza por ser sincero. De igual forma, no podemos exigir conductas de nuestros hijos que no son una práctica ética en nosotros como adultos.
De nada sirve que demandemos obediencia a las reglas si para nosotros es fácil romper reglas de orden social cotidianas, tales como respetar un semáforo en rojo o un lugar en la fila del banco.
El Bullying acapara la atención de educadores y padres de familia que se preocupan por los efectos nocivos que éste tiene sobre el sano desarrollo social, psicológico y afectivo de los niños y jóvenes.
En la medida en que empecemos por dar a nuestro estilo de vida orden, sinceridad y obediencia, los chicos crecerán con una estructura ética sólida, que les permitirá insertarse en los medios sociales, tales como la escuela, de forma sana.
Asimismo, vivir en valores proporciona a los chicos un adecuado auto concepto y esto da como resultado una sana autoestima, lo cual los llevará a enfrentar con mayor fortaleza las adversidades y frustraciones que la vida les presente.
Como conclusión, es importante fomentar en los educadores la reflexión de las conductas y prácticas cotidianas para crecer como personas, vivir los valores y respetar el rol de autoridad que les corresponde y que es un deber moral hacia los niños y jóvenes.