Autora: Diana Ramírez - Investigadora del Centro Virtual Isaacs
Como ningún otro en Colombia, sobre Gustavo Álvarez Gardeazábal posan los títulos de escritor, periodista, político retirado, librepensador consumado, gurú e ícono gay –como el mismo se denominó en un especial para la Revista Arcadia–; un hombre de diversas facetas que ha logrado sobrevivir al paso del tiempo y las adversidades, resurgiendo y asombrando a todos cuando menos se lo esperaban.
En su rol como periodista ha roto el paradigma de “en el lugar de la noticias” por ser uno de los comunicadores mejor informados del medio, sin moverse de su amada Tuluá, siempre con un apunte o análisis oportuno. Es una de las voces más escuchadas en Colombia desde hace ocho años a través del programa radial de Caracol “La Luciérnaga”, donde sin temor y hasta con cierto tono mordaz habla y denuncia sobre hechos y personajes de la vida nacional.
Sin embargo, fue la literatura la que dio mayores reconocimientos a Gardeazábal, quien desde sus años de juventud se destacó por su postura crítica y su capacidad de retratar magistralmente las situaciones coyunturales de nuestro país y del Valle del Cauca, como un “provinciano estudiado” que fue capaz de contar lo que otros no se atrevieron a decir con las novelas “El titiritero”, “Comandante Paraíso” y su obra cumbre “Cóndores no entierran todos los días”, considerada una de las obras literarias más importantes del siglo XX en Colombia.
En su discurso de aceptación de Doctorado Honoris Causa concedido por su alma mater, la Universidad del Valle en el 2011, él mismo reconoció que “Es posible que en la decantación ineludible de la historia, yo no quede sino como el autor de un solo libro (Cóndores no entierran todos los días). Pero no creo que fue un esfuerzo perdido haber hecho, en otra docena de novelas, la radiografía de todas las manifestaciones del poder en la segunda mitad del Siglo XX en estas tierras vallecaucanas”.
Bajo esta mirada, la de un hombre que ha enfrentado el éxito y el fracaso en las mismas proporciones, Gardeazábal en ese momento parecía situado en el ocaso de su vida como escritor, teniendo en cuenta que habían transcurrido algunos años sin publicar ninguna novela y las últimas no habían logrado mayor repercusión.
Pese a esto, Gardeazábal regresó dos años después al ruedo literario, sorprendiendo a la crítica y enganchando a una nueva generación de lectores con su nueva novela “La misa ha terminado”, bajo el sello del Fondo Editorial Unaula (Universidad Autónoma Latinoamericana), una historia que pone en evidencia a una de las estructuras más tradicionales y poderosas de nuestra sociedad: la otrora intocable iglesia católica y sus integrantes.
Para el escritor vallecaucano había llegado la oportunidad de radiografiar uno de los estamentos de poder donde la realidad y la ficción se confunden para contar tres historias que tienen como hilo narrativo la conducta sexual de los clérigos protagonistas, desentrañando un secreto a voces: la homosexualidad encubierta de muchos tras las paredes de la iglesia y la sotana.
A dos meses del lanzamiento oficial de la novela, esta ya es un éxito comercial y de crítica, agotando en poco tiempo su primera edición y colocando a Gardeazábal, el escritor, nuevamente en la cúspide de la literatura nacional a través de una historia contemporánea y de denuncia propia de la osadía e irreverencia que lo han caracterizado, comenzando con esta novela un nuevo ciclo que traerá a la luz un texto crítico e investigativo sobre el homosexualismo dentro de la iglesia católica.
Si bien, algunos críticos consideraron que el escritor había perdido el camino hacia un éxito mayor en las letras debido a su paso por la vida política, Gardeazábal siempre ha sabido plasmar en sus obras literarias, en sus textos e intervenciones la crítica y el análisis de una sociedad y sus estamentos de poder donde nada es lo que parece, haciendo que estas hablen por si solas y sigan superando la prueba infalible del tiempo.