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VIVENCIAS FRANCISCANAS

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Hermano mío:

Te contaré lo que me paso el día de la elección del papa:

Estaba acostada, expectante de la noticia, viendo la televisión, esperando el humo blanco, y sin querer queriendo, cuando se desprende el humo blanco de la fumata, se me deslizaron unas lágrimas sobre mis mejillas y Álvaro me pregunta, ¿estas llorando? si, le contesté, de emoción, y con voz entrecortada le digo, es que no puedo evitar acordarme de mi papá, qué estuviera diciendo si estuviera vivo y después la gran sorpresa, se llamará Francisco, no lo podía creer. De qué fenómeno estamos hablando, acláramelo tú. Creo que es un buen argumento para que escribas sobre el tema de la elección del papa, y que de alguna manera está ligada a nuestra idiosincrasia.

Espero tus comentarios.

Un abrazo de tu hermana Marcia

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Barranquilla marzo 12 de 2013

Hola mi querida Marcia

No tuve la dichosa oportunidad de solazarme con ese emotivo momento del “Habemus Papam”, en el instante preciso que se produjo la tarde del martes 13 de marzo. Todavía lamento no haber experimentado esa enorme satisfacción. Por la noche pude contemplarlo en los noticieros de la TV, pero, nunca es lo mismo. Igual sucede cuando ves un partido de futbol después que lo han jugado y ya conoces el resultado.

Sin embargo, un callado contento, una alegría íntima, algo recóndito, inexplicable, con sabor muy grato y sublime he sentido en lo más recóndito de mi corazón con la elección del nuevo Pontífice Jorge Mario Bergolio.

Esto es lo maravilloso de la fe; permite apreciar y complacerse de manera indescriptible del profundo misterio de lo sagrado, de lo religioso, que consubstancial a la naturaleza humana uno percibe con supremo gozo muy por encima de los rígidos dictados de la racionalidad. Y más allá del soberbio espectáculo mediático que, de por sí, este suceso muestra al mundo.

Papa Francisco

Son muchos, tal vez, los redivivos sentimientos que me engendran este magno suceso y que tu sentida nota me lleva a revelarte.

Lo primero sería reconocer que mi espíritu, mi carácter, mi forma de ser han estado impregnados desde siempre, desde que tengo conciencia del mundo, del hálito franciscano enmarcado con belleza sin par en la “oración de la paz” 1. No creo, la razón mayor sea porque nuestro querido padre llevara también el seráfico nombre de Francisco. Distante, en la eternidad donde se encuentra, debe estar, seguro estoy, rebosante de entusiasmo y dicha por la designación de su tocayo argentino. Era más conocido en el ámbito familiar por su segundo nombre: Jesús, Jesús Coronado entre sus conocidos cercanos. Cariñosamente, sin embargo en el First National City Bank sus compañeros de trabajo lo llamaban “Paco”.

San Francisco de AsísLo cierto es que en casa el influjo del Santo de Asís era entrañablemente marcado tanto por mi papá, que indudable era un hombre consagrado y junto con mi madre hacían parte de la Orden Tercera: congregación de seglares fundada por San Francisco, pero, sobre todo, por mi tío Pedro, en su condición de monje franciscano capuchino. El tío con su investidura religiosa, recia y pulquérrima personalidad, era líder indiscutible de la familia Coronado; que moldeo indeleble, no tengo duda, nuestra idiosincrasia desde niños y ejerció su alegre y magnética influencia sobre nosotros cuando jóvenes. Fray Pedro de Sabanalarga, su identidad en la comunidad capuchina, murió el mismo día que yo partía hacía Cartagena a iniciar mis estudios médicos: el 13 de febrero de 1962. Calculo, estaba ya pasado de los ochenta.

Recuerdo, a lo mejor tú no, la casi obligatoria lectura de un hermoso y poético libro “Las Florecillas de San Francisco”, guardado en casa como joya de gran veneración y sobre el cual teníamos que comentarle al tío Pedro, a manera de examen, cuando nos visitaba, casi siempre los domingos por la tarde, una vez desocupado de sus actividades litúrgicas en la Iglesia del Carmen o en la Iglesia del Rosario.

Viene luego mi formación académica en el Colegio San Francisco de Asís de Barranquilla, durante los 6 años del bachillerato. Allí en ese claustro ubicado en el sitio más alto de la ciudad; cuando la urbe llegaba hasta el Tanque de las Delicias me nutrí de la sabia esencia doctrinaria del hombre que atiende el llamado del Señor cuando le ordena “Reconstruye mi iglesia” desde San Damián.

Tal cual, pareciera, el magnánimo Francisco de hoy, bien cercano a nuestros afectos latinoamericanos, con la inigualable sensación de ser uno de los nuestros, de la tierra nuestra. Llega como enviado de lo alto, el Espíritu Santo lo quiso así, a rescatar una iglesia que santa por su misión divina, es también pecadora, en tanto constituida por mortales que igual o peor - ¿Quién sabe? - a como andaba en la edad media trastoca su gestión sagrada por caminos que no agradan al señor y Dios humanado que la fundara para su honra y nombre.

Fíjate Marcia, que mi carrera de escritor - apelativo este que, modestamente, en nada me gusta asignarme - se inicia con un concurso literario sobre la vida y obra de San Francisco de Asís que organizaron en el colegio con motivo de las festividades de celebración de su día el 4 de octubre de 1961 cuando cursaba 6º año de bachillerato; siendo mi trabajo: “Consideraciones sobre San Francisco y su Obra” galardonado al ocupar el 1º puesto.

Constituyéndose, este escrito, en el primer artículo por mi publicado; impreso en el periódico que en compañía del hermano José María Vélez, Luis, Chaito, Feliciano y Juan Bautista Fruto Camargo fundáramos con el nombre de “Ideales”.

El texto es el siguiente:

“Para rememorar y hacer consideraciones sobre sucesos que solo se verifican, una sola vez, en la historia de la humanidad hay que guardar sumo cuidado para plantearlos y resolverlos. En esta oportunidad se trata de analizar la vida y la obra de un personaje que guardando semejanza con el hombre más grande de todos los tiempos: “Jesucristo” al igual que este divide el transcurso de la historia.

Quiero referirme a la vida gloriosa de Giovanni Francesco Bernardone, San Francisco de Asís. Para descifrar la epopeya de su extraordinaria existencia son vanas las metáforas más bellas o palabras grandilocuentes. Ni los estilos mejor cultivados encuadran para describir el accionar de un superhombre en que paradójicamente la humildad y amor intenso hacia Dios y los pobres fundamentan lo duradero de su doctrina.

Para hacer entender a los demás la gran realidad franciscana es indispensable compenetrarse con el espíritu que él supo imprimirle a su aventura beatífica. Que dulces pensamientos lleven al alma rasgos sentimentales de lo que es la modestia, la entrega, desprendimiento, espíritu de reparación y desembarazo de los halagos del mundo que en su conjunto permiten a un seguidor de san Francisco ofrecer a Dios en nombre de todos los cristianos el ejemplo de una figura virtuosa.

Que fuertes llamaradas encendidas de puros y sublimes ideales ardan en lo incomprensible de nuestros agitados corazones.

Colegio San Francisco en BarranquillaQue nobles impulsos y pulquérrimas aspiraciones inspiren nuestras inquietudes aromatizadas con esencias que huelan al amor de Cristo.

Solo así, podremos comprender, entonces, porque san Francisco es el más grandioso de los santos de la iglesia al querer ser el más pequeño de todos. De cómo el seráfico padre es en la edad media el escogido, como enviado de Dios, para reformar su iglesia.

Su evangelio hace sentir a las gentes los dones de una divinidad creadora de todo cuanto existe, mostrándoles en la sublimidad de un poema el infinito amor por las cosas de la tierra, al tornar su espíritu a la naturaleza como protesta sentida contra el desacuerdo que reina entre los hombres, entre la materia y el espíritu, que con su arrogancia clausuran todo concepto de alegría y de paz.

Para la voluntad de Divina San Francisco podía hacer algo más. Reformar su casa, y “repara mi casa”, le dice en San Damián. El santo de Asís al verse requerido por Dios se apresta a cumplir semejante tarea, que no es la restauración material como lo había interpretado en principio, se trataba de la reparación espiritual de su iglesia.

San Francisco que en todos sus actos obraba conforme al estilo del mesías, al igual que este, elige 12 compañeros para que le ayuden en tan comprometedora misión. Pero, 12 no bastaron porque las gentes querían seguirlo, irse en pos de él, tras sus huellas. Francisco entiende esto como el comienzo de un trabajo del cual Dios quiere sea su ejecutor y jefe. Y es así como da origen a la primera orden en 1208: la comunidad franciscana de frailes menores.

Es en Asís y más exactamente en la Porciúncula desde donde aquel ejército de pobres y consagrados varones se dispone a partir hacia los cuatro rincones del planeta para ser testigos y dar a conocer a Dios.

Muchos de los primeros discípulos ansiosos de sacrificar sus vidas por esta causa partieron a lejanas tierras a propagar el mensaje evangélico, dando testimonio incluso con su misma sangre, que serviría para hacer crecer y fructificar la doctrina franciscana. Siete mil religiosos, en vida aun san Francisco, formaban la primera orden dispersa por todo el mundo.

Más adelante en 1212 san Francisco fundaría la segunda orden de la comunidad de los pobres, hermanas clarisas se llamaría después en homenaje a Clara, también de Asís, la primera monja en seguir sus pasos.

En 1219 luego de recorrer tierra santa y todo el medio oriente tratando de evangelizar a los musulmanes regresa a su casa de origen y tras enfrentar algunas contrariedades con los frailes menores de su comunidad organiza la tercera orden franciscana o terciarios constituida por seglares.

Hay una inquietud en mis compañeros del 6º año de bachillerato que yo quiero manifestar: Cada uno de los que hemos sido formados en las lides intelectuales que orientan las enseñanzas franciscanas nos sentimos, hoy al terminar nuestros estudios, llenos de dulces impresiones e iluminados de un fuego ardiente que nos muestran claro y hacen ver con optimismo el gran combate que por la lucha de la vida tendremos que librar para ser personas dignas ante Dios y ante la patria.

En torrente casi a estallar corre por nuestras venas nobles impulsos y sublimes aspiraciones que nos colman de inmenso júbilo, cuando pensamos que somos nosotros en esta querida Barranquilla, nuestra ciudad, los primeros bachilleres del Colegio San Francisco, los primeros mensajeros del serafín de Asís, sus primeros discípulos, los primeros instrumentos de su paz y de su amor; de su fe y de su esperanza; de su luz y de su alegría.

Barranquilla octubre 31 de 1961.

Una vez terminada la carrera médica tuve la suerte de inaugurar el dispensario médico “San Francisco de Asís” al servicio de los más pobres de la parroquia y a donde también acudían los pobladores del corregimiento Juan Mina; creado por el Padre Juanito Ojeda, de grata recordación para los feligreses del Barrio Las Delicias, a un costado de la casa cural en la carrera 38.

Ciertamente, la reconfortante trayectoria tras “Las huellas del caudillo enamorado” 2 (Hermoso cantico que entonábamos en las celebraciones del colegio) algo ha tenido que ver con la actitud que ha distinguido mi comportamiento como ser humano y en mi actividad profesional durante los ya largos días corridos de mi existencia. En lo posible he intentado seguir la escuela de humildad y de sencillez que caracteriza al ideario franciscano como herencia hogareña y legado aprendido en mis años de colegio.

Como podrás apreciar, hermanita querida, bien has sabido contagiarme de la misma efervescencia percibida por ti con la elección del ilustre prelado argentino; tanto así, que me has motivado a redactar esta sentida nota, testimonio de la clamorosa simpatía que nos despierta, a ti como a mí, el nuevo pastor de la iglesia de Roma. En buena hora, las riendas del catolicismo caen en manos de un providencial Obispo de la barriada bonaerense que lejos del chocante boato de unas jerarquías tradicionalmente complacientes con la ostentación muestra su predilección por la sencillez en su aptitud personal y por los humildes de corazón, por los pobres en su papel primordial como pastor; en armonía total con el verdadero espíritu franciscano.

Que la Divina Providencia ilumine y de sabiduría al Papa Francisco, a la iglesia universal, también a nosotros y todos aquellos que nos son queridos.

1 Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.

Que allá donde hay odio, yo ponga el amor.

Que allá donde hay ofensa, yo ponga el perdón.

Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.

Que allá donde hay error, yo ponga la verdad.

Que allá donde hay duda, yo ponga la Fe.

Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza.

Que allá donde hay tinieblas, yo ponga la luz.

Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.

Oh Señor, que yo no busque tanto

ser consolado, cuanto consolar,

ser comprendido, cuanto comprender,

ser amado, cuanto amar.

Porque es dándose como se recibe,

es olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo,

es perdonando, como se es perdonado,

es muriendo como se resucita a la vida eterna.

2 LAS HUELLAS DEL CAUDILLO ENAMORADO
(Himno del Terciario Franciscano)
Las huellas del caudillo enamorado sigamos con fervor.

Vamos tras él, su voz ha resonado tremolemos la insignia del amor.
Su sendero es de luz, fieles terciarios a Francisco seguid.

Honor y bendición al Padre amante, honor y bendición al serafín.

 

En redes amorosas te viste prisionero. “Amor fue tu divisa, tu
lema y tu ideal. Incendios respirando, trazaste el fiel sendero,
que muestra a los amantes divino manantial.
Tu corazón ardiente a Dios ha cautivado y sus divinos ojos
con gozo en ti fijó, y al verte en tales llamas dejástele

hechizado y con flamante dardo tu cuerpo traspasó.
 

Divinamente herido te vieron los mortales y fueron a pedirte
lecciones de tu amor. Inmensas muchedumbres siguiéronle
leales y a todas abrasaste con tu copioso ardor.

 

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