Quantcast
Channel: CORREveDILE.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 2356

PRÍNCIPE IGOR

$
0
0

Autor: Moisés Pineda Salazar

Juro solemnemente que este ensayo nada tiene que ver con lo que pueda haberle sucedido a algún caudillo, dirigente, gamonal, jefe o teniente electoral del nivel nacional, regional, departamental, distrital o local, luego de la jornada convocada para elegir Senadores, Representantes y Miembros del inane Parlamento Andino hoy, domingo 9 de Marzo de 2014.

No, nada tiene que ver aunque resulte innegable la coincidencia entre aquello y lo que acontece a lo largo del Tercer y último acto de la Ópera “Príncipe Igor”, obra de la factura de un notable “compositor a medias” que, bien pudiera decirse que igual era renombrado químico en idéntica proporción.

Creo no equivocarme si empiezo por decir que la experiencia que se nos ofreció en esta producción del Metropolitan Opera House, resulta desconcertante para quienes formamos parte de una cultura en la que el éxito tiene innúmeros padres en tanto que el fracaso, ninguno.

Escena de la obra Príncipe IgorPara los colombianos, y no hay que hablar de los vecinos, si una campaña es exitosa, es fácil decir: “ganamos”.

Pero, si el resultado es desfavorable, entonces se recurre a culpar “a los otros”, o “a lo otro”.

Las culpas, cuando no son atribuidas a “la mala suerte” o “las fuerzas ciegas de la naturaleza”, se le cargan a la impericia y responsabilidad de los demás. “Ganamos, nosotros. Perdieron, ustedes”.

Por eso resulta desconcertante encontrar al abatido Príncipe Igor, haciendo el tránsito de quien hubiera preferido una y mil veces haber muerto a tener que sufrir la humillación del cautiverio o de la derrota, al de quien ante la incontrastable evidencia de estar vivo en medio de las ruinas de la Ciudad y de lo que de su sociedad quedaba, comprende que su vida, la de sus connacionales y la desolada y arruinada capital, eran lo único real sobre lo cual se podía volver a construir un reino.

Ese paso se hace posible en el mismo momento en el que El Príncipe, rompe con la lógica tranquilizante e infructuosa del mito y de la magia que explican la ruina y los incendios diciendo: “un viento huracanado arrasó con la ciudad”.

No fue el viento, fue el ejército del Khan el que nos abatió”, dictaminará el derrotado Igor para, dejando a un lado las lamentaciones, dejando de auto compadecerse y de auto victimizarse, dicho aquello, asume la responsabilidad: “Yo soy el culpable”.

Escena de la obra El Príncipe Igor en el METIgor Sviatoslávich no se detendrá en reconstruir los hechos que favorecieron el terrible desenlace cuando el Príncipe Galitsky, su cuñado, en su condición de regente y en su ausencia, se propuso la tarea de “organizar de nuevo el reino, apoderándose de la tesorería” para mantener un orden de cosas en el que el desafuero de los boyardos, que sostenían el statu quo, el secuestro y la violación de las doncellas, el uso de la fuerza bruta, el poder letal de las armas puestas en manos de pandillas de conmilitones y la arbitrariedad, creaban las condiciones propicias para hacerse coronar llevado en los hombros de una plebe golosa, ebria y dispuesta a lo que fuere menester con tal de sostener el nuevo orden voluptuoso, sensual, sibarítico y violento que convertía al Pueblo en masa informe e indisciplinada, incapaz de ordenarse para batallar y resistir a las fuerzas invasoras del Khan Konchack.

No. Igor no pierde el tiempo en establecer un “juicio de responsabilidades”, que era la principal preocupación de Skula y Yersohka, cabeza del grupo de parásitos del poder que se acomodan a cada circunstancia y que fueron participes del desorden que imperó cuando El Príncipe decidió irse a hacerle la guerra a los Polovtsianos- Turcos- en defensa del Territorio, de la Cristiana Religión y del Pueblo, elementos fundacionales de las nacionalidades rusas que emergían y que, aún hoy, no logran consolidarse.

En esto, el drama medieval conocido como “El Cantar de las Huestes de Igor”, que data del Siglo XI, guarda similitudes con las tradiciones de Moros y Cristianos que se escenificaban en los Carnavales de Barranquilla pero, también presenta diferencias con aquellas Danzas Tradicionales de “Los Doce Pares de Francia” en las que el bien, representado por los Reyes Cristianos, vence al mal que encarnan los ejércitos de infieles cobijados bajo la Media Luna del Islam.

En esta obra, es El Príncipe Cristiano, Igor, quien resulta derrotado.

Sin embargo, de aquella derrota emerge una lección política que a lo largo de los siglos ha posibilitado la unidad inestable de la confederación de todas las Rusias

¿Cuál es la lección política que nos ofrece el Drama Medieval?

Portada del Cantar Campaña de IgorAntes, que ese ritual inane de identificar, individualizar y juzgar para castigar, El Príncipe Igor Sviatoslávich, en medio de las ruinas de la Ciudad de Putivl, inicia la tarea de llamar por sus nombres a cada uno de sus Príncipes, a cada uno de sus boyardos, de sus terratenientes y rentistas, no para emprender una acción punitiva de expropiación y espoliación, sino para reconocer en cada uno de ellos su fortaleza, su idoneidad y su capacidad para producir resultados en favor de la Nación.

Como los conoce en sus potencialidades, los convoca, entonces, a deponer sus diferencias, sus odios y rivalidades para hacer causa común: “para que tomen venganza en mi nombre”.

Pero, como también sabe de sus debilidades, él es el primero que toma en sus hombros uno de los elementos que conforman el decorado del desastre y lo retira.

Invita a los demás a hacer lo mismo: “a asumir pública y personalmente, lo mucho o poco que le corresponda para limpiar el escenario de ruinas sobre el cual volver a empezar” y así poder expulsar de manera definitiva a los Polovtsianos de todas las Rusias. 

 

Tags: 


Viewing all articles
Browse latest Browse all 2356

Trending Articles