Autor: Desconocido
La ardua lucha por las reivindicaciones sociales en Barrancabermeja, en una historia escrita con sangre derramada por los obreros, tiene antecedentes que datan desde 1902, cuando el español Belisario Olózaga, considerado perito en petróleos, llegó a Barrancabermeja y envasó, en el sitio denominado Infantas, doscientas latas de un líquido negro que brotaba allí y había sido descubierto por la tribu Yariguí o Yareguíes como la denominan otros y habitaban La Tora como llamaron los indígenas al poblado que más tarde bautizara el Licenciado Gonzalo Jiménez de Quesada como Barrancas Bermejas.
Ese liquido lo utilizaban los primitivos habitantes para frotarse los músculos y amortiguar el cansancio. Con el propósito de abastecer el mercado del combustible para lámparas de petróleo, antes de comenzar el siglo diecinueve, John D. Rockefeller ya había fundado la Standard Oil, y América Latina fue un lugar de interés, especialmente para las empresas norteamericanas y británicas.
En 1886 el geólogo y escritor colombiano Jorge Isaacs, más conocido por su obra literaria La María, realizó las primeras exploraciones en la región del Sinú y Urabá, obteniendo por parte del gobierno nacional la primera concesión petrolera en la historia del país. Con el fin de poder llevar a cabo la explotación, su socio Diego Martínez, hizo contacto con la Standard Oil de Rockefeller. Colombia fue, de esa manera, el primer país de América Latina en el que la Standard realizara algún tipo de operación, a partir de 1912.
Pero en 1916, ante la dificultad de perforación y la mala calidad del petróleo extraído, la Standard se retiró de esta región colombiana. Pero volviendo atrás, fue José Joaquín Bohórquez quien redescubrió el petróleo, que enseñó al español Belisario Olózaga, quien llevó las muestras a Europa y logró interesar en su estudio a otros expertos, entre ellos, al General Rafael Reyes, embajador ante el Gobierno Francés y al señor Roberto de Mares, amigo íntimo y ahijado del General, quien residía en Barcelona.
Seguidamente, después que el General Reyes llegó a la Presidencia de Colombia, luego de la Guerra de Los Mil Días, llamó a su pariente Roberto De Mares y le ofreció la concesión, que más tarde llevaría su nombre.
En 1.905 se celebra el contrato entre el gobierno colombiano y Roberto De Mares, para explotar los yacimientos petrolíferos en Barrancabermeja por 30 años, y que debía revertir a la nación en 1936, pero que sólo lo hiciera en 1948 (12 arios después), la multinacional petrolera norteamericana Tropical Oil Company, filial de la Standard New Jersey.
Las concesiones fueron otorgadas por el presidente conservador Rafael Reyes con fundamento en el artículo 121 de la Constitución de 1886, que le concedía facultades especiales al presidente cada vez que lo considerara pertinente. Los contratos así celebrados no se sometían a la formalidad de la licitación pública, ni a la aprobación del Congreso de la República.
Por Ley de la República No 6, se entregarían las concesiones a Roberto De Mares y al general Virgilio Barco. De Mares no tenía suficiente dinero para emprender una empresa como esa y traspasó el contrato a la firma de Justo M. de La Espriella, en Cartagena, pero reservándose el derecho como socio. De La Espriella tampoco poseía capital suficiente.
El Señor De Mares viajó a los Estados Unidos con algunas muestras del petróleo y logró interesar a los señores Benedum y Trees, dueños de dos grandes compañías petroleras americanas, quienes resuelven financiar una empresa para explotar el oro negro en las tierras que habían sido el territorio del Gran Cacique Pipatón.
A pesar que los derechos los había perdido por prescripción del contrato, pero cada vez que se vencía el mencionado contrato, el gobierno le hacía una nueva prórroga. De Mares encargó de su promoción en Norteamérica al general Alfredo Peralta, a Luciano Restrepo y a Francisco Escobar, quienes entraron en contacto, en Pittsburg, con Michael Benedum, los C. Trees y George W. Crawford, fundadores de una empresa denominada Tropical Oil Company, fachada de la Standard Oil de New Jersey.
Formalmente, el traspaso de la concesión se hizo primero en los Estados Unidos el 17 mayo de 1916.
El contrato suscrito, dispuso que los norteamericanos pagaran a De Mares y sus copartícipes la suma de $250.000 dólares, a razón de 0,5 centavos de dólar por barril extraído. Además de entregarles 2,5 por ciento, del producto líquido de la empresa a manera de acciones de la sociedad. A De Mares se le dio un adelanto de $100.000 dólares para lograr el traspaso de la concesión a su nombre y la aprobación por parte del gobierno. Los trabajos se habían iniciado el 13 de octubre de 1915. El 18 de febrero de 1.916 se produce la segunda invasión a la Tora-Barrancabermeja, esta vez no por los españoles, sino por los norteamericanos, que venían impulsados por la codicia a llevarse el oro negro.
Llegaron Michael L. Benedum, presidente de la Benedum Trees Oil Company y José C. Trees, presidente de la Pann Mex Fuel Company, George W, Crawford, presidente de la Ohio Gas Fuel Company; Chancelor M'macormik, presidente de la Universidad de Pittsburg, N.E. Graham, capitalista y experto en petróleos; Fay Harrington, experto en campos petrolíferos; W. Siwope, médico cirujano de la Universidad de Pittsburg; John W. Leonard, geólogo de Petróleos, John B. Carl Crawfor y sus hijos; Francisco Escobar, ex cónsul de Colombia en los Estados Unidos y otros personajes.
Con su llegada se iniciaba una penetración abierta de los Americanos a nuestro territorio y el establecimiento de un Estado dentro del Estado, en Barrancabermeja, como modernamente se llama un Enclave Petrolero, para referirse a que una compañía extranjera controla un vasto territorio en otro país, mediante la figura jurídica de las Concesiones.
Las políticas en Colombia han sido similares a la tendencia internacional de los países del tercer mundo de entregar a las empresas multinacionales las riquezas mineras. La generosidad de las concesiones De Mares y Barco, otorgadas por el presidente Rafael Reyes (1904-1909), a principios del siglo XX, no difieren de la que se presentaba en los países del Medio Oriente, bajo el protectorado británico. La diferencia podría radicar en las críticas que sectores políticos y la prensa pudieron realizar aquí en nuestro país.
CONCESIÓN DE MARES 1905- 1921
Durante los primeros treinta años del siglo pasado, en tiempos de la hegemonía conservadora, se aprobó una legislación petrolera que convirtió a Colombia en un país de condiciones sumamente atractivas para la inversión directa en el petróleo. En los primeros veinte años del siglo veinte la participación de la nación era de escasamente un 10 por ciento de regalías.
En 1919 se redactó el primer Estatuto Petrolero del país, el cual formalizaba la benevolencia con la que habían sido tratadas las multinacionales norteamericanas en el país. El presidente conservador Pedro Nel Ospina (1922-1926) hizo una negociación con la Tropical Oil Company para la construcción del oleoducto entre la naciente Refinería de Barrancabermeja y el puerto de Cartagena, fue cuestionada fuertemente.
Los manejos turbios que hubo tras esa negociación llevaron a la realización de una investigación por parte del Congreso, el cual comprobó una serie de sobornos que la compañía pagó a diferentes funcionarios colombianos, con el fin de tener normas en extremo relajadas durante un período de cincuenta años.
Entre los funcionarios sobornados se encontraban el ministro de Hacienda, Esteban Jaramillo y el mismo Presidente de la República, Ospina. Durante la presidencia del conservador Miguel Abadía Méndez (1926-1930) se tuvo una de las primeras campañas nacionalistas en el país por parte de su ministro de Industrias, José Antonio Montalvo. Este funcionario intentó rescatar la concesión.
La fusión de las empresas y la existencia de una gran cantidad de miembros del gobierno y la política que simpatizaban con ellas, llevaron a un fracaso en el intento de Montalvo, asunto que incluso le costará su carrera: El 25 de Agosto de 1919 se firma el contrato entre el gobierno colombiano y la Tropical Oil Company para la explotación del petróleo, cerca de cuatrocientos años después que Don Gonzalo Jiménez de Quesada y los demás conquistadores iniciaran el exterminio de la tribu Yareguíes y a su Cacique Pipatón. El traspaso de la concesión De Mares también fue duramente criticado
La extensión de esta concesión fue fabulosamente grande y sus términos tan generales, tan amplios, tan generosos, que en ella brilló al lado de la prodigalidad fastuosa de los gobernantes, por completo olvido de los intereses públicos. Así mismo, diferentes sectores de la oposición señalaban que de por sí, independientemente de los términos del contrato, este era ilegal.
Por otra parte, para mostrar esta operación como un ataque imperialista, destacaban para el 23 de agosto que "se dice que entre los accionistas de la Tropical figuran cuatro o cinco miembros del Senado americano".
Para la iniciación de los trabajos en Barrancabermeja, llegan a éste puerto gentes de todas partes en busca de fortuna, especialmente de las sabanas de Bolívar y de los Departamentos de Santander y Antioquia. Se despierta así una fiebre del oro negro. Junto a ellos también arriban norteamericanos tahúres, braceros, en calidad de operarios calificados, que vinieron a adiestrar a los colombianos en el trabajo, y también a enseñarles el juego del póker y los dados, como un aporte para el manejo de las maquinarias para la explotación de los yacimientos petrolíferos; estos operarios eran en su mayoría personajes criados en el ambiente de los muelles de Chicago y es así que posteriormente vienen prostitutas procedentes de los Estados Unidos y de algunos países de Europa.
Esta es una característica propia de los enclaves, pues llegan tanto hombres como mujeres en busca de riqueza fácil, a la par que toda clase de aventureros, quienes establecieron La Cueva de Rolando, nombre que le dieron a una de las cantinas que funcionaban junto al río. Las canciones que se escuchaban, eran tangos arrabaleros y viejos Fox.
Situación que fue hábilmente aprovechada por los funcionarios municipales, tres años después que Barrancabermeja fue elevada a la categoría de Municipio, para crear el Impuesto a las mujeres Públicas, estableciendo dos categorías de mujeres: de Primera y de Segunda Clase.
A la Tropical no le interesan los procedimientos que tuviera que utilizar con tal de lograr sus propósitos, debido a la oposición de la tribu Yariguíes a la ocupación de su territorio. La empresa ordenaba a sus capataces con la ayuda de la fuerza pública a acabar con los indígenas e inclusive quemar los bohíos que encontraran abandonados y ofrecía pagar a los colonos por la cabeza del Indio Pascual, considerado el indio más importante que debía eliminarse.
En tres cobertizos con techo de zinc, funcionaban las cocinas de la Tropical Oil Company, donde se les suministraban los alimentos a los trabajadores. Los comedores eran unas largas mesas desmanteladas y sucias; allí recibían los obreros una porción de fríjoles (en unos platos de peltre), no había calidad nutriente, ni el más elemental principio de higiene.
Los recipientes en donde preparaban las llamadas comidas eran antihigiénicos. A la Tropical Oil Company no le interesaba que el servicio fuera bueno o malo para sus trabajadores; a sus dos contratistas, lo único que les interesaba era obtener pingües ganancias.
Lo anterior, unido al maltrato que sentían los trabajadores, fue formando un ambiente de hostilidad contra la empresa petrolera, que se haría sentir abiertamente poco tiempo después. Cerca de un año, luego del inicio de los trabajos de explotación, el Inspector de Policía en septiembre de 1917 se dirigía al alcalde de San Vicente, poniendo en conocimiento las quejas de los trabajadores por el trato rudo que recibían por parte del personal norteamericano.
La Tropical Oil Company, desde el principio estableció un sistema de espionaje para delatar al trabajador que se atreviera a protestar. Cualquier indicio de inconformidad era causal de despido; el trabajo era duro e intenso, diez horas diarias, sin descanso. La empresa le compraba a los colonos, que se habían establecido en los alrededores de los campos petroleros, plátano, yuca y arroz, y les pagaba el precio que ella misma imponía.
El salario que se le pagaba al obrero era de $1.oo peso diario y le descontaban $0,30 centavos por concepto de alimentación, suministrada en sus propios comedores. Mientras los norteamericanos vivían en cómodos campamentos, higiénicos, con ventiladores, con puertas y ventanas protegidas con anjeos contra los zancudos y los directivos en dos barrios segregados y separados con mallas metálicas, construidos conforme a la arquitectura colonial norteamericana, el uno en Barrancabermeja y el otro en el campo petrolero, El Centro.
FOTOGRAFÍAS DEL CEMENTERIO GRINGO EN EL CENTRO, BARRANCABERMEJA
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