Autora: Blanca Inés Prada Márquez
Nadie niega que la humanidad, y por supuesto nuestro país, haya logrado un gran progreso Científico, tecnológico y social, pero lo que falta para que ese progreso beneficie a todos, o al menos a la mayoría es enorme, y suena bastante cruel hablar de PROGRESO —con mayúsculas— mientras tengamos a tantos millones de personas en nuestro país y en el mundo al margen de él.
En nuestro país no es necesario hacer grandes estudios científicos ni sofisticadas estadísticas para constatar la marginalidad, lo alejados del progreso en que viven millones de personas. Basta con darse un paseo por la Costa Atlántica e ir en carro de Santa Martha a Cartagena.
Si miramos atentamente el paisaje veremos las miserables casuchas en las cuales viven miles y miles de personas en Santa Martha, Ciénaga, Barranquilla y Cartagena, y esto que esa es la puerta del turismo en Colombia, lo que solemos mostrar a nuestro turistas extranjeros.
Pero también podríamos ir al Chocó, o a Buenaventura para hablar de la costa Pacífica y ver la miseria en que viven por esos lares millones de compatriotas. Y lo chistoso es que seguimos peleando con Nicaragua por un pedazo de mar, mientras nuestras dos grandísimas costas están más que abandonadas.
También podemos ir a las barriadas miserables de Cali o de Medellín, incluso aquí en Bucaramanga, darnos un paseito por el barrio que llaman "de transición". La miseria ronda por doquiera y se manifiesta especialmente en la vivienda.
Personalmente considero que mientras haya colombianos viviendo en miserables casuchas, no podamos hablar de PROGRESO social.
Y si se habla de que hay un gran progreso científico y tecnológico, entonces por qué no lo ponemos al servicio del progreso social para que la miseria y la pobreza extrema desparezcan.
Pero miremos el asunto del PROGRESO desde otro punto de vista. Se dice por ejemplo que Bucaramanga ha progresado mucho en estos últimos cuarenta años, y claro que si, al menos en construcción ya casi podemos competir con New York en cuanto a rascacielos. Pero cuál es el costo de este mal llamado “progreso”:
Sobrecargar las calles de automóviles sin haber ampliado realmente la malla vial. Destruir muchos de los árboles que antes le daban un poco de oxigene a la ciudad y hoy han desaparecido para darle espacio a las nuevas torres que se van alzando cada día sin que veamos que al mismo ritmo crecen los parques, las avenidas, los prados, los jardines, las fuentes de agua, etc.
Nada de esto se ha pensado para nuestra querida y muy amada Bucaramanguita. Nuestra ciudad sigue siendo la mismas de hace cuarenta años en extensión pero con un crecimiento vertical y de población totalmente loco, desordenado, contaminante, sofocante.
Nuestra ciudad no se ha modernizado, ni siquiera en cuanto a los andenes, estos siguen siendo prohibidos para ancianos, minusválidos, mujeres embarazadas, niños, etc. No son andenes para una ciudad que pretende ser moderna.
Y lo que decimos de Bucaramanga podría aplicarse por la manera como el progreso está llegando a casi todas las grandes ciudades del país.
Por lo dicho y por muchísimo más, pienso que el progreso, al menos en Colombia no es verdadero PROGRESO, y no lo será mientras no logremos acabar con la miseria, con la inequidad social sobre todo en vivienda y en desarrollo del campo, y mientras las ciudades sigan creciendo de una manera tan loca, tan desorganizada, tan contaminante, tan poco inteligente y tan deshumanizante.