Autora: Blanca Inés Prada Márquez
Qué bueno volver a escuchar que en nuestro país se está trabajando en la búsqueda de la paz con los alzados en armas a través del diálogo y la reconciliación. Llevamos más de 50 años de guerra entre hermanos, invirtiendo billones y billones anuales del erario público en combatir a los alzados en armas, y en reparaciones a la infraestructura del país, debilitada cada día más por sus aleves atentados.
Sin contar los miles y miles de personas que han muerto en combate o fuera de él y los centenares de discapacitados por las atroces minas anti personas. Esta terrible situación no puede prolongarse más, el Estado tiene la obligación de buscar la manera de ponerle punto final a este inhumano conflicto.
Quizá no hay una familia en Colombia que no tenga un miembro de ella herido o muerto a causa de la guerra, de esta triste y dolorosa guerra que nos ha tenido enfrentados a hermanos contra hermanos, campesinos contra campesinos, intelectuales contra intelectuales. Esta guerra ha sido sencillamente vergonzosa, y si aún persiste es porque muchos han sacado y siguen sacando provecho de ella.
Tristemente en nuestro país hay personas a quienes no les conviene la paz, y harán todo lo posible por que el conflicto permanezca.
Pero como han dicho algunos expertos en solución de conflictos en estos días, nunca habíamos tenido tantas condiciones que propicien un buen acercamiento entre las partes. Se ha elaborado un marco jurídico para la paz; hay una ley de restitución de tierras, algo importantísimo, de lo cual en años pasados nadie se atrevía a hablar; hoy el señor presidente y sus colaboradores están trabajando en esto con mucho empeño, en medio de grandes dificultades, justamente porque los enemigos de la paz no quieren ceder lo que en otras épocas le robaron a los campesinos obligándolos a salir de sus tierras, emigrar como desplazados a las ciudades o meterse a las guerrillas.
Existe además la ley que busca de alguna manera ofrecer una ”reparación“ a las víctimas del conflicto, reparación que jamás será total pero que ya es algo, y mucho más que nada, como pasaba en el pasado. Hay También grandes proyectos relacionados con la construcción de vivienda de interés social, y si estos se llevan a cabo con honestidad y justicia, dentro de muy poco algunos de nuestros hermanos que viven en casuchas miserables podrán tener una vivienda más o menos diga.
Todos estos programas que lidera el gobierno encaminados a acabar con la miseria y a disminuir el índice de pobreza pueden servir, si en realidad se llevan a cabo con responsabilidad, para callarle la boca a todos esos que dicen que el conflicto en Colombia se debe a las terribles desigualdades sociales que existen, y que son ciertas, Colombia es uno de los países de América Latina donde el índice de pobreza es más alto, y las desigualdades económicas casi inconcebibles, pero desafortunadamente las guerrillas lo que han hecho es ahondar estas desigualdades e impedir que parte del erario público se destine a solucionarlas.
Por otra parte, sabemos que ningún conflicto en la historia de la humanidad se ha terminado a punta de bala, sino con diálogos y reconciliación entre las partes. Por esto pensamos que los propósitos de nuestro presidente al entablar unos diálogos que lleven de verdad al fin del conflicto y no a su prolongación como ha pasado ya en tantos intentos fallidos del pasado, son dignos del apoyo por todos los ciudadanos, puesto que la paz nos beneficia a todos.
Cuando digo que la paz nos beneficia a todos, pienso no sólo es los ciudadanos de bien, sino también en esos miles y miles de guerrilleros condenados a vivir unas vidas indignas, miserables, sin futuro, escondidos y sometidos a ser “idiotas útiles” al servicio de unos ideales trasnochados, en los cuales no creen ya ni siquiera sus propios jefes.
Matando sin saber por qué ni a quién, otras veces a sus mismos hermanos, vecinos o parientes, expuestos al odio y al desprecio de una sociedad que a diario tiene que vivir las consecuencias de sus atroces actos.
Estos muchachos deben darse cuenta que la entrega de las armas les daría la posibilidad de aspirar de nuevo a ser personas, ciudadanos, seres humanos con futuro, un futuro que nunca será fácil, pero que si lo buscan lograrán alcanzarlo.
Pensemos por un momento lo que sería nuestro país sin este conflicto, donde el ejército y la policía pudieran dedicarse exclusivamente a combatir al narcotráfico y a los delincuentes comunes, y donde gran cantidad del dinero dedicado a la guerra se pudiera destinar a la educación, al desarrollo del campo y a la salud.
Pero ya se escuchan voces pesimistas pregonando que la paz con las guerrillas duplicaría el presupuesto de las fuerzas armadas por los menos por 20 años, porque tendríamos que reeducar, y reintroducir en la sociedad a todos los guerrilleros que entreguen las amas, y por supuesto que esto es así, sino de que acuerdos estaríamos hablando.
Sin embargo, aun suponiendo que los gastos se aumenten como ellos dicen, considero que gastar 20 años reorganizando nuestro país, humanizándolo, reconciliándonos, sería mucho más digno y rentable que continuar por años indefinidos en este atroz conflicto.
Lo que sí es cierto es que no debemos hacernos ilusiones de que con la firma de unos acuerdos todo ha terminado. NO, la paz no nace de un día para otro, la PAZ, se construye poco a poco como se construye la democracia.
Las secuelas que nos han dejado estos 50 años de guerra son enormes, solucionarlas será tarea de muchos años, no hay duda, pero dar el primer paso, es decir, lograr que los responsables de las dos partes firmen unos acuerdos es un paso fundamental, importantísimo, lo demás se irá haciendo poco a poco y todos tendremos que poner nuestro granito de arena, de esto sí podemos estar seguros.
Como se ha repetido tantas veces en nuestro país, hoy más que nunca nuestra solidaridad es fundamental. La construcción de la paz nos necesita, todos podemos y debemos participar en el entierro definitivo del conflicto armado en Colombia.