Autora: BLANCA INÉS PRADA MÁRQUEZ
Enseñar en una universidad no es tarea fácil en ninguna parte del mundo, menos en un medio como el nuestro donde el trabajo educativo, investigativo y académico no se valora suficientemente; donde los profesores universitarios hemos sido instruidos en nuestros respectivos saberes pero no formados para ser educadores e investigadores, líderes intelectuales en el verdadero sentido que tiene la palabra “intelectual”; donde tenemos tantas falencias en la educación primaria y secundaria y el alumnado que llega a la educación superior no siempre tiene la formación básica indispensable para tener éxito en el trabajo investigativo, serio, riguroso y creativo que se supone se desarrolla en la Universidad.
Por otra parte, la reflexión sobre los grandes problemas de toda índole que afligen a nuestro país, la irresponsabilidad de tantos profesionales, la falta de honor y de decencia ética de nuestros políticos, y mil comportamientos lamentables de nuestros líderes, quienes sin duda han pasado todos por una universidad, lleva a pensar que los profesores universitarios somos en parte responsables de muchos de esos vergonzosos comportamientos porque no hemos logrado los RETOS que nuestra bellísima y digna labor nos impone. Veamos algunos de estos retos:
EDUCADOR
Estudiosos de la problemática que ronda el medio universitario sostienen que ante todo y sobre todo quien se sienta digno de dictar clases en una universidad debe ser un EDUCADOR. Esta palabra parece en principio ser más apropiada que PROFESOR por cuanto educador se entiende como un “facilitador”, alguien que está cerca, que no impone sino que ayuda, que ve a sus alumnos como personas, es decir, sujetos de derechos y por supuesto también de deberes, que no sólo ofrece conocimientos sino que también ayuda a sus alumnos a SER, con todo lo que esta palabra implica.
En cambio PROFESOR puede sonar como el que ofrece conocimientos y nada más.
El educador no sólo posee unos sólidos conocimientos en alguna área del saber, sino que es también alguien capaz de entender las motivaciones de sus alumnos y facilita el convertirlas en realizaciones. Este educador facilita por encima de todo la formación de CIUDADANOS libres, honestos, responsables, solidarios, entusiastas, capaces de contribuir con sus conocimientos, su ciencia y su tecnología al bienestar de su región, del país y del mundo.
Un educador universitario no olvida que su misión tiene también connotaciones políticas en cuanto es él quien forma a los futuros líderes, es decir, a quienes mañana regirán los destinos del país, y estos LIDERES necesitan, a más de su formación profesional, la consolidación de sólidos principios éticos y auténticos valores democráticos.
APERTURA A LA CRÍTICA
Si el educador universitario es además un investigador tendrá siempre una actitud abierta hacia el saber, un deseo infinito de aprender, de profundizar cada día más en las implicaciones, correlaciones y nuevas perspectivas de su propia disciplina, a más de su capacidad de autocrítica y de someterse a la crítica de otros gracias a la cual se aleja de todo dogmatismo.
Este espíritu abierto procurará desarrollarlo en sus alumnos, más con el ejemplo que con la palabra, asumiendo que él está también aprendiendo cada día y mostrándoles que la libertad de cátedra es ante todo y sobre todo libertad de aprendizaje, libre acceso a las fuentes, búsqueda responsable de la verdad, reflexión y análisis crítico. Sin crítica y sin autocrítica no hay avance en el conocimiento ni democracia posible, sostiene Karl Popper.
COMUNICACIÓN
El educador universitario debe ser un excelente comunicador tanto si habla como si escribe, particularmente si escribe porque como dice el dicho: “lo escrito, escrito está”, y no hay duda de que está obligado a escribir. Hoy no se concibe un educador universitario que no escriba, así sea solamente documentos para debatir con sus alumnos.
Sólo escribiendo puede el educador-investigador someter a la crítica de sus colegas y alumnos el fruto de su investigación permanente. Sólo escribiendo puede contribuir realmente a la creación y recreación del saber. Esta capacidad para la comunicación escrita es fundamental desarrollarla también entre los estudiantes.
No podemos olvidar que en nuestro país, y en general en todo Latinoamérica se vive en una cultura de la oralidad, si queremos formar realmente pensadores e investigadores, es decir, creadores y recreadores de saberes, personas capaces de iluminar con su pensamiento crítico, abierto, constructivo y fundamentado el progreso de la nación, es indispensable desarrollar en las universidades la cultura de la reflexión escrita.
El que escribe piensa dos veces. Sólo hay conocimiento cuando éste sale a la luz pública, es decir, cuando su autor se atreve a “hacer uso público de la razón”, como dijera Kant. Sólo a través del pensamiento escrito se puede generar el debate crítico y la argumentación racional, seria y responsable.
LECTOR INCANSABLE
Para poder escribir el educador e investigador universitario está obligado a leer muchísimo, no sólo sobre los temas de su propia disciplina, sino sobre muchos otros temas que puedan enriquecer el horizonte de su propio saber y abrirle perspectivas más amplias tanto científicas como humanísticas; si somos lectores apasionado nos será más fácil desarrollar con los alumnos este bello hábito.
Es lamentable constatar que nuestros estudiantes universitarios no leen semanalmente ni siquiera el editorial de algún periódico nacional o local. Algo también muy importante es motivar a los jóvenes estudiantes universitarios en la lectura y la interpretación crítica de la realidad social, cultural, política y económica en la cual vivimos.
El educador e investigador no sólo lee TEXTOS sino también CONTEXTOS; no sólo se ilustra con el pensamiento de los autores que frecuenta, sino que también bebe en la fuente inagotable de su propia realidad.
ÉTICO EN TODAS SUS ACTUACIONES
Un educador e investigador sabe que tiene un compromiso fundamental con el saber, es decir, con la búsqueda de la verdad, pero además con la sociedad, por lo tanto es consciente de la importancia de la ETICA en el comportamiento humano, más tratándose de profesionales, de quienes han recibido de la sociedad mucho más que la mayoría de sus compatriotas.
No puede por lo tanto excluir de sus responsabilidades el ayudar al perfeccionamiento espiritual de sus alumnos facilitándoles una formación que propicie la autonomía de la libertad, autonomía que exige gran responsabilidad tanto con el pensamiento como con la acción, algo que Kant supo expresar maravillosamente en La Crítica de la Razón Práctica (1778) al formular su imperativo categórico así: “obra de tal modo que la máxima de tu acción se pueda convertir en norma de validez general”, es decir, obra de tal modo que pudiera desearse que todos hicieran lo que tú haces.
Un comportamiento ético es aquel que no está fundado sólo en el cumplimiento de los reglamentos, de las leyes, sino que va mucho más allá; es aquel que busca no tanto el ser sino el “deber ser”; es aquel que no se contenta con hacer las cosas bien sino que busca hacerlas lo mejor posible; es en cierta forma trabajar en la búsqueda de la excelencia, así está nunca logre realizarse plenamente.
CAPACIDAD DE ADMIRACIÓN
Un educador universitario que por supuesto es también un consagrado investigador cultiva la admiración, la capacidad de extrañarse, de ser un “extranjero en el mundo de lo cotidiano”, y es capaz de despertar esta admiración entre sus alumnos.
Un hombre que no se admira es como un robot, es un ser sin esperanza, sin capacidad de diálogo ni de aprendizaje; es un ser que cree saberlo todo, es un ser envejecido porque todo lo tiene ya calculado, porque nada le parece nuevo, todo lo ve como evidente, plantea Gastón Bachelard en su obra “La formación del espíritu científico”.
La admiración nos pone en condiciones de pensar por cuenta propia. La admiración no es sólo el asombro como simple curiosidad, sino sobre todo la exigencia de conocer la verdad; es duda y tensión hacia la verdad, es búsqueda del verdadero ser de las cosas.
El arte de la admiración ha sido considerado por todos aquellos que desde Platón han pensado seriamente en la educación, como uno de los secretos más poderosos para despertar en los jóvenes el anhelo de la sabiduría. Un educador investigador propicia la admiración entre sus alumnos cuando les da la posibilidad de sugerir preguntas, de plantear nuevos problemas, de vislumbrar posibles soluciones, de cuestionar lo evidente, de sospechar el final, en una palabra, de atreverse a pensar por cuenta propia.
AVENTURERO, en el buen sentido de este término. El educador universitario es además aquel que ve la conquista del saber cómo una verdadera AVENTURA del pensamiento y es capaz por lo tanto de entusiasmar a otros para que naveguen hacia lo desconocido.
Es así como los grandes pensadores y creadores (científicos, artistas y filósofos), desde los griegos hasta hoy han visto el problema de la investigación, y han desarrollado la actividad creadora. Con razón Einstein considera la física como una hermosa aventura y titula una de sus obras así: “LaFísica: aventura del pensamiento.
Pero no sólo pasa esto con la física, sino que toda profundización en cualquier campo del conocimiento o del arte, puede mirarse como una gran aventura, porque siempre se trata de ir hacia lo desconocido con la esperanza de encontrar la solución de un enigma, la clave para resolver un problema tecnológico, político, físico o social, como también la mejor forma de expresar con belleza y armonía nuestras más profundas experiencias y vivencias.
En general todo trabajo intelectual es, en el verdadero sentido del término, una extraordinaria aventura.
En un país como el nuestro, con tantos problemas sociales, tecnológicos, políticos, éticos, jurídicos, culturales, y económicos, qué misión más bella para nuestros distinguidos educadores universitarios, que la de comprometer a las nuevas generaciones de profesionales en la hermosa e impostergable aventura de construir una Colombia diferente donde la ciencia, la tecnología, la literatura, el arte, la historia, la economía, la filosofía y todas las diversas manifestaciones de la cultura se pongan al servicio de todos nuestros compatriotas, buscando darle soluciones a algunos de nuestros más imperiosos e inaplazables problemas.
DE SOBREMESA
Estas reflexiones son sin duda restos que mi mente guarda de muchas de mis lecturas de ayer y de hoy, pero para quienes les interese profundizar en algunas de las ideas expuestas me permito anotar unos libros y autores que podrían ayudarlos:
- “La formación del espíritu científico”, de Gastón Bachelard;
- “Paideia: los ideales de la cultura griega”, de Werner Jaeger;
- “El hombre Unidimensional”, Herbert Marcuse;
- “La responsabilidad de vivir”, de Karl Popper;
- “El credo del hombre libre y otros ensayos”, de Bertrand Russell;
- “La Nueva Alianza: metamorfosis de la ciencia”, de Ilya Prigogine e Isabelle Stengers;
- “Los orígenes de la universidad investigativa”, de Ingrid Müller de Ceballos;
- “La Crítica de la razón práctica”, de Immanuel Kant.