Autora: Blanca Inés Prada Márquez
En la reflexión anterior terminamos diciendo que es un deber de todo buen ciudadano esforzarse por elegir a los mejores para los cargos de elección popular, pero que el gran problema es ¿Cómo lograrlo? La cosa es bien difícil, sin embargo no significa que no podamos hacer algo. Veamos:
El seguimiento de la trayectoria laboral y política de un candidato es lo único que nos permite vislumbrar algo sobre su honestidad y su responsabilidad. ¿Qué ha realizado este “fulanito” hasta la fecha? ¿Con quiénes ha hecho alianzas? ¿Qué se sabe del éxito o fracaso de sus actividades anteriores? ¿Cómo ha conseguido los recursos económicos de que dispone? ¿Cómo ha manejado los dineros públicos cuando ha tenido que hacerlo? ¿En qué enredos y líos se ha visto durante el ejercicio de su trabajo público? ¿Qué preparación intelectual tiene? ¿De qué experiencia laboral dispone? ¿Cómo han sido las relaciones con la comunidad donde ha trabajado? Y mucho más.
Un aspirante a cargos de elección popular debe estar dispuesto a exponer toda su vida a la comunidad, no puede tener zonas oscuras ni recintos cerrados con llave, todas sus actuaciones deberían ser claras, limpias y transparentes.
Gobernar un pueblo, así sea la más pequeña alcaldía, no es cosa fácil, no se puede improvisar. Los ciudadanos antes de votar por un candidato deberíamos convertirnos en verdaderos investigadores sobre su vida y sus “milagros”.
Mucho antes de las elecciones todos los ciudadanos deberíamos conocer las hojas de vida de cada uno de los candidatos a los diferentes cargos elegibles, hojas de vida amplias, donde también se exprese lo que suele llamarse “la profesión de fe” del candidato, es decir, lo que se propone hacer, cuál es su proyecto político, cuáles son los problemas que busca resolver.
¿Qué importancia le da a la educación en su propuesta política? Proyectos que deben estar escritos y publicados para poder, al final de la administración, juzgarlos con base en su cumplimiento.
De nada sirve escuchar sus discursos en las plazas públicas, donde a lo sumo se dedican a destruir a los adversarios, a hacer demagogia barata con discursos sin ningún contenido, y a prometer hacer lo que nunca van a realizar.
Y como ellos mismos dicen, “a untarse de pueblo”, —y nosotros añadimos—, para poder luego comprar su voluntad.
En las pesquisas para conocer a los candidatos en las elecciones es muy importante el papel que juegan los medios de comunicación, siempre y cuando lo hagan con honestidad, sin partidismo político y con ética, porque a veces para hundir a un determinado aspirante los enemigos son capaces de inventar las cosas más horrendas; pareciera que en época de elecciones todo vale. Los MASS – MEDIA no pueden dejarse meter “gato por liebre”; para eso ellos disponen de medios eficientes para investigar y no hablar sin conocimiento de causa.
La paz que todos anhelamos exige, como lo enseñaba Platón, que reine la ARMONIA entre todos los ciudadanos, armonía que debe ser liderada por las personas que administran nuestros pueblos, que hacen las leyes y por las que están encargadas de hacerlas cumplir.
Los gobernantes que realmente quieran ayudar a pacificar el país deberían trabajar con rigurosa ética y máxima responsabilidad, poniendo como meta primera de su administración el desarrollo de una verdadera educación integral que permita a todos los ciudadanos encontrar las oportunidades que necesitan para su realización personal.
Una educción pluralista, respetuosa de las diferencias, que nos enseñe a compartir, que nos ayude a comprender que si queremos vivir en ARMONIA, esto es en PAZ, es necesario que cada uno de nosotros pongamos al menos un granito de arena; una educación que nos enseñe a resolver los conflictos con el DIÁLOGO, no con las ARMAS; una educción que nos comprometa a todos en la construcción de CIUDADANIA.
La educación para la justicia que Platón planteaba para todos los ciudadanos, pero en primerísimo lugar para los gobernantes, exige la aceptación de que gobernar es un compromiso profundamente ético, y que sin este compromiso toda política está condenada al fracaso.
La justicia, que era para Platón y Aristóteles la virtud ética por excelencia, es el ideal que capacita al hombre público para dedicarse al servicio de los intereses de sus gobernados aun a costa de los suyos propios.
Nuestra clase dirigente necesita ser reeducada, necesita entender el HONOR y la RESPONSABILIDAD que implica ejercer un cargo público de elección popular y aprender a comportarse de acuerdo con la DIGNIDAD que ese honor le confiere.
Pero los gobernantes también necesitan de unos ciudadanos con sólidos valores éticos, capaces de fiscalizar con neutralidad sus actuaciones y firmes en sus ideales de honestidad y responsabilidad para no colaborar jamás en los actos de corrupción que les propongan sus gobernantes.
Si el pueblo fuera incorruptible los gobernantes corruptos no tendrían quien les pagara sobornos y se verían obligados a ser honrados en todas su actuaciones. Se dice que “cada pueblo tiene los gobernantes que se merece”.
Si tenemos tantos gobernantes incompetentes, corruptos, inmorales, irresponsables, injustos, deshonestos, ineptos, perezosos, es porque no sólo los hemos elegido, sino que los seguimos apoyando.
Todos somos responsables de fiscalizar las actuaciones de nuestros gobernantes. Si no lo hacemos somos como ellos culpables de sus delitos y de su mala administración. Los ciudadanos podemos ayudar a purificar nuestra clase política ejerciendo con gran responsabilidad esa VEEDURÍA ciudadana que ha sido consagrada en nuestra Constitución del 91, derecho y responsabilidad que no siempre hemos sabido ejercer.
Pienso que para lograr transformar la clase política nuestro país necesita con urgencia una restructuración y reeducación de los partidos políticos. Estos son fundamentales para el desarrollo de la democracia.
Ellos tienen como misión principal ejercer con rigor y responsabilidad el papel crítico (crítica constructiva no destructiva) frente al partido de gobierno y ofrecer proyectos mejores para la alternancia en el poder.
Desarrollar debates públicos donde se ilustre a la sociedad sobre los diversos problemas, se aprenda a dialogar con respeto y a buscar consensos que favorezcan a todos, que ayuden al desarrollo integral del país. Debates que busquen mejorar lo existente y no sólo hacer politiquería barata, mera ideología, que tanto daño le hace a cualquier país.
A los partidos políticos les corresponde también educar a sus adherentes y convertirse en garantes de dignidad para la actividad política y la vida pública del país. Una de sus misiones más importante sería la de establecer rigurosos códigos éticos con sanciones muy severas para quienes no los cumplan, a fin de contribuir a impedir por todos los medios posibles el ejercicio de la política y el acceso a los cargos públicos de aquellas personas indignas, mediocres, corruptas, irresponsables y capaces de aliarse hasta con el diablo con tal de llegar al poder.
En la puerta de cada sede política debería escribirse en caracteres muy grandes:
QUE NADIE ENTRE AQUÍ SI NO ES HONESTO