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ENTRE EL CUERPO Y LA PALABRA, LA POESÍA

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Autor: Julio César Correa

Julio César Correa Poeta y profesor Universidad Católica de ManizalesPoeta y Profesor de la Universidad Católica de Manizales

En el país de las mariposas es una antología poética (1980-2007) -la tercera- realizada por el mismo autor, dividida en doce apartes que corresponden a libros que  Acevedo Linares (El Centro, Barrancabermeja, 1957) ha venido escribiendo a lo largo de su vida, dedicada enteramente a trasegar con la palabra.

Es un texto que se articula por las constantes, los fantasmas y las preocupaciones centrales del poeta: lo erótico, lo político y la palabra. Tras un fondo y una atmósfera cotidiana, aparecen y surgen los ejes básicos de su poesía. Se podría decir que lo erótico predomina sobre los otros ejes, dándole así un matiz escaso en la poesía nuestra, quizás demasiado volcada a contemplar y cultivar signos de otra estirpe.

Dedicación, disciplina, pasión, obsesión y tiempo son formas de acercamiento a un arduo ejercicio casi diario, como el del oficinista del que hablara García Márquez, pues como el mismo autor lo reconoce: “Escribir es encontrarse a sí mismo y morir/ un poco en las palabras y las cosas”.

Encontrarse porque se halla perdido o porque desea perderse irremediablemente en la búsqueda constante y en el reto diario con el lenguaje, con las palabras. Nadie ni nada garantiza, salvo la educación, que alguien pueda encontrarse seguro y sin peligro alguno, luego de las vueltas, los giros y las metamorfosis que ocurren cuando se asume la escritura como reto, como aventura y como riesgo.

No se puede predeterminar o anticipar, como lo haría un científico, lo que podría ocurrir con la búsqueda en la que se embarca el escritor. No hay sobre-determinación cuando es la poesía la que aparece con su rostro de medusa, ese animal proteico que seduce y horroriza, que paraliza y moviliza:

“Quiero decir que la poesía/ese doloroso y solitario oficio/ de romperse el corazón y la sien/que no es oración sino canto/ y toca el vuelo de las palomas/y los besos nuevos de las muchachas/es una novia pobre pero que los/poetas tienen el deber de hacer feliz”.

Dice Acevedo en su poética, consciente de que efectivamente, como ninguno, el oficio de escribir es absolutamente solitario, es doloroso y convoca de manera dual y antitética el corazón y la sien como metonimia (de cabeza) para hacer referencia a las ideas y la razón.

Y a veces diera la impresión de que sus textos son producto razonado, pensado, sobre todo cuando decide recurrir a una de sus vertientes, la política: “En la guerra como/ en el amor/ no todo es válido/ hay que humanizar la guerra/ como reinventar el amor/ para vencer al enemigo/ en franca lid”

Se pierde entonces en autenticidad para darle paso al compromiso con alguna causa, en este caso política; atiende de esta manera su inclinación hacia la necesidad de que la poesía no sea mera evasión, manera quizás de eludir la situación social y política que vive el país.

Cantarle a la rosa en tiempos de guerra y devastación pareciera ser una ofensa a los vencidos, a los desplazados y desaparecidos. No pareciera ético mencionar la flor para ocultar entre sus pétalos las espinas propias del drama que vivimos los colombianos.

Lo erótico, lo amoroso, el amor carnal y consumado aparece y brota constantemente en la poética de Acevedo; pareciera ser una obsesión y un fantasma que no ha logrado exorcizar del todo, por lo mismo surge con el mismo ímpetu con que lo inconsciente, a veces suele interpelar las conciencias y los espíritus más racionales.

Se podría decir, sin pretender hacer un psicoanálisis, que Acevedo hace en la poesía lo que de alguna manera desea en lo real y en la práctica.

Antonio Acevedo Linares, Poeta y catedráticoEl cuerpo erotizado es templo y es taberna o lecho o palabra sobre el cual se realiza el amor pleno; por eso es siempre objeto de la comparación, del símil como figura recurrente en la poética de Acevedo Linares. Entre el cuerpo y la palabra se va tejiendo el signo que articula la posibilidad expresiva. Si existen dos palabras que identifiquen su poética éstas podrían ser cuerpo y palabra. Veamos, a manera de ejemplo el poema siguiente:

Al paso de mi mano

sobre tu pelo como mi

cuerpo sobre tu cuerpo

estremecida te abres

como un cielo despejado

en donde acaba de cesar

la lluvia que hace dibujar

el arco iris en la tarde

húmeda y respiro bajo

su arco como reposo

bajo tu cuerpo cuando

he llovido dentro de ti.

Igualmente, es necesario decir que si hay un hecho notorio y que sobresale, desde sus inicios, en la poesía de este autor es su particular sintaxis. Generalmente suele evitar la puntuación y jugar más bien con los espacios en blanco, con las pausas y ciertos giros que parecieran romper con la continuidad y la lógica del texto, arriesgando la claridad del mismo, pero provocando sorpresa o dificultad para los legos o para aquellos que han renunciado a la educación del oído. 

Veamos el siguiente ejemplo:

Opaca y brumosa la ciudad me

recuerda tus ojos bajo la lluvia

con esa mirada despejada como

atardeceres y esa risa como

el vuelo de las palomas blancas

de la catedral como me recuerda

los semáforos en rojo tu regla

de excepción para el amor.

Es así como el autor se deja llevar por su propio ritmo, un ritmo interno, a veces críptico,  construido a partir de lecturas y vivencias y un tono a veces cálido, salpicado de ternura, con caídas, a veces también sobre las laderas de lo prosistico como cuando dice:

Mientras miro

los pececitos que

nadan en la pecera

pienso que me gustaría

escribir un poema

ésta mañana pero la

poesía me ha sido

esquiva por estos días…

Hay imágenes sorprendentes por el hallazgo, hecho propio de toda genuina poesía, como por su belleza inusitada: “Al cierre de la noche/ la luna llena bebe en/ los charcos de agua/ de las calles desoladas”.  O existe igualmente la confesión del hombre que es capaz de desdoblarse, saberse otro, ese alguien que se intuye desde la visión poética y que hace posible que uno se vea en la distancia saludándose o muriéndose:

Hay un hombre que entra

en mi habitación

y se quita la camisa lloviznada

del invierno y lleva su corazón

a secar en el patio donde revolotean

las palomas y el viento

y junto a la ventana y la lámpara

perpetra poesía como un crimen

o escucha una sinfonía

y cuando camino por sus pasos

me descubro con el hombre

que soy yo mismo

y que es el  siempre está conmigo.

Si lo erótico y lo político aparecen en su poesía, bien se podría decir que la palabra como recurso constante asume una posición igual.  Decía al comienzo que entre el cuerpo y la palabra el autor logra tejer los signos expresivos de su labor en la literatura. 

Son el leit motiv de su búsqueda y de sus hallazgos; entre estas experiencias se entrecruza el pensamiento, la idea fija, el mundo cerrado de los fantasmas que nos acosan y nos obligan a decir más allá de lo pensado, convirtiéndose en mundos abiertos, en pluriversos, en dimensiones que se interpelan sin que tomen posiciones tajantes o jerárquicas; se mueven en una suerte de círculo virtuoso donde no es posible determinar que es primero o segundo.

En la poesía las cosas no funcionan como en las ciencias, aunque encuentro que lo erótico cubre y abraza todo lo otro, pues nada más erótico que la palabra que comunica, que acaricia, que toca, que lame, que sueña y que vive intensamente junto a los demás compromisos.

Al celebrar el arte

del cuerpo y la palabra

y perpetuar en la

palabra tu cuerpo

y en tu cuerpo

la palabra

a la luz de tu cuerpo

como a la luz

de éste atardecer

te vivo en toda la

extensión de la palabra.

Deseo concluir diciendo que encuentro injusto el relativo ostracismo en que se encuentra la obra de Antonio Acevedo Linares, tanto como la de muchos otros cultores de la palabra para quienes su oficio se va como una suerte de arte ascético, alejados, perdidos, olvidados; una especie de eremita que igual se olvida del mundo para volcarse en su propia búsqueda, más allá del reconocimiento y del aplauso, convencidos quizás de que el mejor premio es el que deja el trabajo limpio, austero, solitario y denodado de quien sabe que ya no podrá retornar ni arrepentirse del viaje que ha decidido emprender, porque  si bien es cierto que la poesía tiene muchos caminos, devolverse o arrepentirse es el menos indicado; no hay Itacas en su retorno, pero sí muchas odiseas como promesas de aventura y riesgo. A manera de epílogo el siguiente texto de Acevedo Linares:

POÉTICA

La poesía se escribe

con la propia vida

de quien la sueña

es de quien la trabaja

como la tierra que se siembra

a veces no es de quien la escribe

sino de quien la enamora

la poesía nace desde el fondo

de sí mismo como desde el fondo

de los ojos de una muchacha

no tiene partido pero

a veces se adhiere

a causas perdidas

y se escribe con ternura

como la que tienes

cuando ella te abraza desnuda.

 


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