Esta simpática y curiosa historia sucedió un día cualquiera del año 2000, cuando a la fuerza sacaron una burrita de la propiedad de una familia de apellido Jerez que residía en el barrio La Cumbre de Floridablanca, Santander.
De pelaje gris, orejas muy largas, el jumento, paciente y resabiada era, junto a una veintena de vacas, media docena de palomos y unas cuantas gallinas, el inexcusable patrimonio de esa familia. Pasadas las 11.30 de la noche, cuatro hombres la apartaron a tirones del abrigo del árbol, donde un humilde campesino de Guane la amarraba todas las noches y luego se iba a dormir. El ladrido de los perros le abrió los ojos al pobre señor, de 83 años, quien junto con su esposa y sus hijos abandonaron la vivienda rejo en mano, quienes, al percatarse del robo del animal, salieron calle arriba en su búsqueda.
A pocas cuadras la encontraron; el pobre animal se resistía al paso apresurado del cuarteto de malandrines, quienes al verse descubiertos se dieron a la fuga; el animal regresó a su antigua casa en el barrio La Cumbre; de todas maneras, la historia no para acá.
Cuarenta años atrás, la familia Jerez llegaba de la provincia de García Rovira con la intención de un mejor porvenir para su familia. “En Guaca no había trabajo, así que le pagué unos pesitos al Banco Agrario de un préstamo y nos vinimos para Bucaramanga; como estábamos acostumbrados a la vida campestre decidimos comprar unos animalitos, entre ellos una burrita, que con su leche alimentaba a todos los chinitos. La vida en el campo es una maravilla, allá se vive con más libertad; lamentablemente las cosas se agravaron y por eso tuvimos que salirnos, pero nunca podremos olvidar de dónde venimos”, dijo apesumbrado el señor Jerez.
Para el sociólogo, Álvaro Vecino Pico, el comportamiento de personas como los Jerez refleja que los habitantes del campo no siempre se acostumbran a los parámetros de la vida urbana; “la gente que vive en el campo tiene una estructura mental, una manera de concebir el mundo, que no cambia por llegar a las ciudades; ellos entienden el mundo de una forma particular que tiene una relación directa con la naturaleza: su vida, sus juegos, su subsistencia, el sentido de la vida gira en torno a la naturaleza. Al presentarse un fenómeno migratorio, el campesino cambia de entorno, pero no de estructura mental, de modo que busca adecuar su nuevo espacio, que se le parezca al sitio de dónde viene. Desde hace décadas la gente emigra del campo a la ciudad, y aún, en la actualidad, sin tener animales, mantiene las costumbres del campo: el madrugar, la forma de comer o de festejar son pequeños detalles heredados de su vida anterior”.
El humilde campesino Jerez asegura que la burra era su mano derecha en los oficios diarios de la casa; aunque no recuerda el valor que pagó por ella, tiene presente que la adquirió del capataz de una finca de la región, a quien su patrón ordenó sacrificarla; “no la mató y en cambio me la vendió; servía para llevar cualquier carga, para ir a buscar leña; además, era muy buena lechera”, advierte con la sabiduría de quien conoce que tal liquido ha sido, durante años muy apreciado por sus propiedades. Por eso, cuando pudo recuperar su burrita, regreso a la casa con más tranquilidad.
Pero la sorpresa se la llevaron la mañana siguiente, cuando la querida burrita no se encontraba amarrada a su árbol cotidiano; en esta ocasión, los perros no los despertaron; ¿cuál sería la razón?, ¡vaya uno a saberlo!; supieron que el único malandrín que la policía detuvo en el primer intento de robo, lo habían dejado en libertad; los vecinos dijeron que esos mismos muchachos habían regresado como a las tres de la madrugada y se la habían llevado; en esta ocasión tuvo que acompañarlos alguien conocido de la familia, para que los perros no hubieran ladrado, es la única razón que los campesinos tratan de entender.
¿Para dónde se la llevaron?; el pobre señor Jerez dice que alguien la vio en un potrero por los lados de Girón, pero cuando fueron a reclamarla, ¡ya no estaba! ¡Pobres los Jerez!, no tienen burra.
El fatídico final de la burra de la Cumbre es asunto de dominio público en la Costa Atlántica, pero poco comentado en las calles de Bucaramanga y Floridablanca.
- “¿Qué le pasó a su burra?”.-
- “La ultrajaron; unos viciosos la violaron y luego la entregaron en Girón, dijo el señor Jerez, quien describe tal aventura zoofílica como una maldad de los “viciosos del barrio”.
- “¿La violaron?”-
- “Sí, y no era la primera vez que la buscaban: tiempo atrás se la habían llevado por varios días; tiempo después la encontramos amarrada de las patas, en un lote y con varias botellas de aguardiente desocupadas a su alrededor.
¡Pobre burrita deshonrada de los Jerez!.
(Vanguardia Liberal, recopilación)