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CURIOSA PENITENCIA

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Con ocasión de la difícil situación de los caficultores colombianos en el precio del grano, hemos traído a la memoria la historia del padre Francisco Romero sobre su interés por promover el cultivo del café entre los fieles de la parroquia de San Laureano en Bucaramanga, Santander, a mediados del siglo XIX; esta historia, por cierto verídica, es una de las más bellas páginas de sensibilidad y compromiso social por parte de un pastor de la Iglesia, que deberíamos convertirla con el patrocinio de la Federación Nacional de Cafeteros, en una cruzada nacional para recuperar el cultivo de este producto que nos ha venido identificando por muchos años en el concierto internacional.

Así como la figura de don Juan Valdés recorre el mundo promoviendo el consumo del café colombiano, de manera análoga, la figura y el ejemplo del padre Romero podría ayudarnos a estimular la siembra de esta apreciada planta.

Dice la historia, hoy convertida casi en leyenda, que el padre Romero acostumbraba poner de penitencia en el confesionario la siembra de una apreciable cantidad de matas de café para el perdón de los pecados. Según el historiador y poeta Aurelio Martínez Mutis, la penitencia podía ser de 100 a 1000 matas de café, dependiendo de la gravedad y cantidad de faltas que necesitaban el perdón o arrepentimiento.

El padre Romero, que recorrió en su juventud varias regiones de Colombia en calidad de capellán de los ejércitos del general Leonardo Canal, cuando, en 1865 llegó a Bucaramanga, traía la certeza interior de que el cultivo del café podría ser una fuente inagotable de recursos para una población cansada de la guerra y necesitada de recursos para mejorar su calidad de vida.

En muy poco tiempo la prosperidad sonreía en los semblantes y en los bolsillos. A su muerte, ocurrida en 1874, los campos de los alrededores de la naciente capital del Estado Soberano de Santander tenían otro color: el verde intenso y el blanco de los cafetales en flor, en una cantidad suficiente como para convertirnos en el primer exportador de café durante varias décadas del silgo XIX, considerado por algunos como el mas importante dentro de la historia de Santander.

Al ilustre sacerdote, no solo le debemos recordar con José A. Morales, para “dormirnos por siempre frente a su parque Romero”, sino mas bien como un ejemplo grato digno de imitarse, ahora que casi nadie siembra café. Ojalá que, como dice Juan Luis Guerra, “ojalá que llueva café en el campo”.

(Alonso Marín Morales, Vanguardia Liberal)

 


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