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El Inspector Galleta o la Justicia del Pueblo

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José Joaquín Rincón Chaves - Periodista, Abogado y actor de radio - Bogotá, Colombia

 

 

Autor: José Joaquín Rincón Cháves - Periodista, Abogado y actor de radio - Bogotá, Colombia

El rostro de Aquileo Manotas, se tornó de repente en un color tirando entre amarillo y verde. La impotencia y la rabia se le habían acumulado en la cara en un solo instante. Él, que se preciaba de ser un abogado conocedor del derecho penal, no podía digerir, cómo diablos hacía el inspector Rodríguez para aplicar las normas del Código de Policía.

Había llegado a Manatí, un pueblo con fama de conflictivo, del sur del departamento del Atlántico, Colombia, en compañía de un colega, para desarrollar un contrato de asesoría a la administración municipal.

Alcaldía Municipal de Manatí, Atlántico, ColombiaMientras el socio, atendía las contrataciones y la parte de las “pobres finanzas públicas”, a él como seguidor de Carrara y de otros maestros de la cosa penal, le había correspondido, guiar a quienes aplicaban las normas de convivencia y de buena conducta en la comunidad, entre otros, al Inspector del lugar.

Para la época, estaba de moda, el Inspector Gadget, un policía torpe y arbitrario que era la delicia de los chicos en la televisión y que parecía un calco del impartidor de justicia objeto de sus dolores de cabeza. Pero Aquileo, no le decía Gadget, sino Galleta por lo pesado que era darle consejos, sobre todo en materia jurídica.

Pero, ¿cuál era la causa de su más reciente rabieta?

Todo un caso, para una de esas crónicas que Gabo, situaba en Macondo. El domingo previo a la visita de los profesionales del derecho, el Inspector Galleta, digo... Rodríguez, había resuelto a su manera, un pleito entre vecinos.

Ocurrió que un ciudadano, estaba festejando en la acera de su casa, cómodamente sentado en su mecedora de mimbre, armado de cerveza y de una gran grabadora montada en un banquillo de madera con la música de los Corraleros de Majagual a todo taco.

De repente, una puerca que se había escapado de un corral vecino, atropelló al hombre, se llevó por delante el equipo de sonido y este y el trabalenguas de Eliseo Herrera quedaron vueltos añicos en mitad de la calle.

El dueño de la puerca, no quiso responder por los daños causados y llevado el caso ante el funcionario policial, este autorizó al agredido a que le pegara un trancazo a la marrana y que pusiera una venta de chicharrones para que se pagara con ellos, la respectiva indemnización, tasada por el salomónico juez administrativo, en treinta y cinco mil pesos con ochenta centavos.

De repente, una puerca que se había escapado de un corral vecino, atropelló al hombre, se llevó por delante el equipo de sonido y este y el trabalenguas de Eliseo Herrera quedaron vueltos añicos en mitad de la calle.El asunto fue consultado al abogado asesor, don Aquileo Manotas y Santiago, quien llamó al impartidor de justicia y quien le explicó a su manera, en qué normas se había fundamentado para emitir el fallo de marras. Mientras el Inspector Galleta, relataba su ponencia, el rostro del abogado fue tomando las tonalidades de que se dio cuenta al principio del cuento.

Y no era la primera vez que esta manera de interpretar la ley, era acogida por el servidor público. Días atrás, un semoviente que estaba siendo arreado por un vecino hacia el matadero, al escuchar el ruidoso pito del bus que llegaba desde Sabanalarga, entró en estampida y arroyó a más de diez vecinos, causándoles heridas y la natural conmoción en la plaza principal.

Con su natural estilo judicial, el doctor Rodríguez, consideró que el dueño de la vaca había incurrido en el delito de pánico económico y lesiones personales, otorgándole al infractor, una pena de dos meses de cárcel.

De verdad, que era una “galleta” como se dice en la costa, lidiar con semejante burro jurídico y el pobre consultor, salido de la academia de la Universidad Libre y con experiencia en los Juzgados de Instrucción Criminal de toda la región, se veía a gatas para librar a la Alcaldesa de un proceso ante la Procuraduría, por la insistencia de mantener en el cargo, a esta versión criolla del sabio Salomón.

Pero, poco a poco, las aguas iban recobrando su nivel y no hablo de la inundación del pueblo, sino del mal genio del curtido asesor y penalista. Las gentes de la carretera oriental, quedaban desconcertadas, cuando de un carrito Renault 9, brotaban unas carcajadas estruendosas, mientras los dos amigos, regresaban a Barranquilla y a voz en cuello se escuchaba a Aquileo Roberto, relatando a su manera, las torpezas del Inspector Galleta, que por lo general empezaban:

— “No joda Doctor Rincón, cómo le parece la siguiente metida de pata de la semana del cagatintas del Dr. Rodriguez…….”

 

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