Quantcast
Channel: CORREveDILE.com
Viewing all articles
Browse latest Browse all 2356

LAS MALÉVOLAS JUGADAS DEL JAPÓN

$
0
0

En tanto que hacia protestas de paz, Japón preparaba el ataque. En 1922, los delegados del Japón a la Conferencia de Washington estamparon sus firmas en un solemne documento, en el cual se comprometieron a conservar la paz en el Pacífico y renunciaron a sus ambiciones en China.

El cuasi divino Hirohito, en su condición de Regente del Imperio, y en nombre del monarca, su padre, que estaba loco, otorgó el imperial refrendo a lo hecho por sus representantes. Más no había transcurrido un año de la firma, cuando ya habían empezado los oficiales más competentes del Estado Mayor de la Armada japonesa a elaborar los planes de una guerra con los EE. UU y la Gran Bretaña.

La Armada japonesa mantenía sus planes en secreto impenetrable; los cautos diplomáticos del Ministerio de Relaciones Exteriores querían la paz; los generales estaban atareados trazando sus propios planes para atacar a Rusia y a China. Cada uno de los tres grupos trabajaban independiente y no le concedía merito ni viabilidad a los planes de los otros; pero llegó un día en que aunaron sus esfuerzos y refundieron sus planes en un solo proyecto de continua perfidia para con Inglaterra, los EE. UU y las Indias Orientales.

Fue en 1938 cuando se pusieron de acuerdo los cerebros directores del Ejército y la Armada para planear la conjura; la Armada había adquirido una serie de bases que se extendían hasta más allá del litoral chino. El Ejército había llegado al Mediodía de China, y sus generales, después de estudiar el terreno, concurrieron en la opinión de que antiguo venían sustentando los almirantes, o sea, en que el Japón, para adueñarse de los recursos de la Malaca y de las Indias Orientales, no tenía más remedio que lanzarse a la guerra con las democracias.

Los sucesos de 1930 y 1940 vinieron a corroborar esa tesis; la orgía desenfrenada a que se entregó Hitler en Europa desató las manos al Japón en el Lejano Oriente; en Tokio una corta camarilla militar, obstinada en cometer una agresión en gran escala, se apoderó de las riendas del Gobierno: El GeneralHideki Tojo, se instaló en el Ministerio de laGuerra y no perdió ni un minuto en poner en ejecución los planes, ampliando los efectivos de la quinta columna.

Hasta aquí, descritos a grandes rasgos los precedentes de la guerra actual; y ahora veremos uno a uno los preparativos que hizo el Japón para el conflicto.

Hainán es una isla de de miles de kilómetros cuadrados que penetra en el mar del Mediodía de China; su clima y su fauna guardan estrecha semejanza con los de Malaca. En 1939, Japón se apoderó de Hainán; los ingenieros militares de inmediato emprendieron la construcción de aeródromos, carreteras, cuarteles y puertos.

En 1940 estaban concluidas ya todas las obras y las flamantes bases se convirtieron en colmenas de completa actividad; millares de soldados fueron alojados en los nuevos cuarteles; Francia, Inglaterra y los EE. UU protestaron enérgicamente. Los voceros del Ejército japonés se limitaron a declarar, a Shanghái y Nankín, que todo se reducía al traslado de unos regimientos de China a Hainán para que se repusieran con un bien ganado descanso.

Pero, de la noche a la mañana Hainán se convirtió en un coto cerrado para los periodistas; los ojos de lince de los más sagaces noticieros no lograron romper el velo del misterio que se tendió sobre la isla. El propio servicio secreto de información del Ejército chino no pudo obtener el más leve indicio de lo que ocurría y lo que herméticamente se incubaba en la isla. Presumían que algo, y bien gordo, tramaban los invasores, pero en concreto, nada sabía nada de nada.

En Hainán continuaron desembarcando tropas y más tropas; no se tuvo noticia alguna del regreso de una sola de las unidades. Los claros del frente chino se llenaron con reservistas transportados del Japón; hasta el propio General en Jefe de los cuerpos que peleaban en China, se constituyó allí.

Fue así como un ejército de 200.000 hombres escogidos estuvo “descansando” en Hainán más de un año; en noviembre de 1941, los agentes del servicio secreto chino establecidos en Pakoi, informaron que estaban embarcando soldados con equipos de compaña completos. A poco los mismos espías comunicaron que un gran número de buques, escoltados por cruceros y portaaviones, navegaban lentamente rumbo al Sur.

El convoy y sus guardianes pasaron unas semanas vagando ociosamente por el mar; tantas y tan contradictorias noticias se recibían acerca del curso que seguía, que nadie sabía en realidad su paradero. Y, por otro lado, Saburo Kurusu derrochaba cortesía y meliflua persuasión para convencer al presidente Roosevelt de la legitimidad y el carácter pacífico de las aspiraciones del Japón.

El 7 de diciembre ocurrió el ataque a Pearl Harbor y el intenso bombardeo de los aeródromos de las Filipinas y de Malaca. Súbitamente reapareció entre Thailandia y Malaca la flota que había zarpado de Hainán, y empezó a desembarcar sus armados pasajeros, los mismos que a las tres semanas habían emprendido ya su irresistible avance hacia Singapur.

Hainán fue una enorme escuela de preparación y entrenamiento paras las empresas de conquista que se proyectaban; unas diez divisiones recibieron allí un curso de quince meses en todas las materias y fases de la invasión de Malaca y Birmania. Los procedimientos tácticos se formularon allí por 1938, y se sometieron a las más rígidas pruebas en las tupidas selvas y llenas de serpientes de la isla.

Lo primero que hizo el mando japonés en Hainán fue fraccionar las divisiones en unidades pequeñas y acostumbrar a éstas a pelear independientemente. Entre ambos modos de guerrear había ciertas semejanzas, tales como la rapidez en la marcha y en el ataque, la destreza y oportunidad en la ejecución de los movimientos envolventes, y el empleo conjugado de aviones y fuerzas blindadas en gran escala.

Cuando esos destacamentos se hallaban ya convenientemente apostados a retaguardia de las líneas enemigas, atacaban por la espalda a los desprevenidos ingleses, bien siguiendo instrucciones previas, bien a una señal transmitida por radio.

Solo entonces el grueso del ejército se lanzaba de frente al ataque; como quiera que las líneas inglesas estaban desorganizadas, les era imposible ofrecer resistencia efectiva a los tanques japoneses que embestían la vanguardia.

Los nipones obligaron a los ingleses a retirarse mediante su táctica combinada de infiltración y flanqueo. Cuando los japoneses no podían realizar la maniobra de flanqueo por tierra, se valían de un enjambre de pequeñas embarcaciones que lentamente iban bajando hacia el Sur, siempre a la vista de la costa occidental de Malaca.

Para evitar todo ruido delator, los infantes japoneses no iban calzados con los zapatos de ordenanza, sino con una especie de alpargatas de suela de caucho; las manos y las rodillas las llevaban envueltas en tela con algodón, para gatear y arrastrarse por la espesura sin producir el más leve rumor.

La táctica de los ingleses en Malaca descansaba en el supuesto de q ue los pantanos y los anegadizos arrozales en que apoyaban sus alas impedirían el avance de los tanques. Fue sólo quince días antes de romperse las hostilidades, cuando los ingleses cayeron en la cuenta de algo que los japoneses habían descubierto y comprobado ya en Hainán: que las unidades moto-mecanizadas ligeras pueden cruzar los arrozales.

Así que los tanques pequeños completaron el envolvimiento de los ingleses, entraron en acción los grandes y la artillería, que al parecer, desde 1940 y con gran secreto, se habían concentrado en la Indochina; y ocurrió lo mismo que en Libia: los monstruos mecánicos japoneses de treinta toneladas dieron buena cuenta de los pequeños artefactos blindados ingleses.

Precediendo a los tanques volaba una escuadra de cazas y bombarderos que se encargó de reducir a polvo los convoyes, las fortificaciones y las bases del enemigo.

Los pilotos japoneses se acreditaron de excelentes, y además, el plan de operaciones estaba tan bien urdido, que acudían en el número adecuado y en el momento oportuno allí donde más necesaria era su presencia; la aviación japonesa, se calculaba, disponía de un total de cuatro a cinco mil aeroplanos; las fechas y plazos en que debía desarrollarse la campaña estaban fijados ya con precisión cronométrica, probablemente de 18 24 meses antes de estallar la contienda.

Y los japoneses ejecutaron su programa con una asombrosa exactitud en los detalles, hija de una preparación casi perfecta.

Lo que se fraguó en Hainán no es más que un capítulo de la historia completa y sorprendente de los preparativos que en secreto hizo el Japón para perpetrar a mansalva su alevoso crimen; al propio tiempo que el General Nishio adiestraba a sus hombres en Hainán, ejercitaba varias unidades en otra base nipona.

Formosa es una extensa isla enclavada a unos 160 kilómetros de las costas meridionales de China; en 1895 los japoneses se apoderaron de ella, como parte del botín que les toco en la guerra con China. En el otoño de 1940 empezaron a desembarcar en Formosa divisiones procedentes de la China meridional y del Japón; por primera vez se nombró a un almirante en activo Gobernador Militar de la Isla; y casi simultáneamente desapareció de la primera plana de los periódicos el nombre, siempre en ella prominente, del General Masaharu Homma.

Desde hacía diez años, el corpulento y risueño Homma, gozaba fama de ser fervoroso simpatizador de Occidente; en varias oportunidades visitó Europa con ocasión de conferencias de desarme; por dos años se hizo el silencio en torno de Homma, y de pronto, en enero de 1937,se anuncio en Tokio qué Homma era el general que mandaba el Decimocuarto Ejercito, el mismo que había salido de sus campamentos en Formosa para caer sobre las Filipinas; durante quince meses, ocho a diez divisiones habían estado preparándose para la campaña bajo la dirección de Homma.

En aquellos simulacros y en estrecho enlace, las fuerzas de mar y tierra tomaban parte; escuadrillas de destructores y cruceros, y de aviones navales, daban escolta a los transportes de la Infantería y barrían al adversario en la playa, mediante el juego combinado de cañones y bombarderos; merced a sus excelentes aparatos de radio, los aeroplanos japoneses de reconocimiento iban detallando a las unidades de tierra,-cuyos soldados estaban dotados de audífonos-, los movimientos norteamericanos y el estado de las comunicaciones.

Ya antes del ataque a China, en 1937, los japoneses habían construido un gran número de lanchas de desembarco cuya efectividad tuvieron reiteradas ocasiones de probar en Tsingtao, Shanghái y Cantón, entre 1937 y 1938.Con la experiencia adquirida en esas campañas y en los simulacros de Formosa, se hicieron notables mejoras en las líneas, la velocidad y el armamento de esas lanchas.

Las lanchas fueron llevadas hasta frente a los sitios de desembarco en unos buques construidos ad hoc, del interior de los cuales se deslizan al mar las lanchas con soldados y equipo ya dentro. Las operaciones de tierra en que Homma ejercitaba en Formosa a sus soldados eran muy parecidas a las que había en Hainán; pero se instruía a los soldados japoneses en una variedad tal de modos y coyunturas de hacer la guerra, que se les capacitó cumplidamente para adaptar su táctica en cada caso a la conformación y naturaleza del terreno. Así, por ejemplo, en Birmania, en la orilla oriental del Salvin, emplearon la táctica propia de las selvas; más una vez que hubieron cruzado el rio emprendieron el avance en grandes núcleos fuertemente apoyados por artillería gruesa y tanques inmensos y bajo una protectora “sombrilla” de aeroplanos.

Pero donde se puso de manifiesto con sorprendente efectividad lo acabado de la preparación japonesa para la guerra, fue en el sinnúmero de ardides y estrategias que emplearon; sabiendo de antemano que los ingleses minarían las aguas de Hong Kong, el Ejército contrató a Reizo Koike, uno de los nadadores más notables del mundo, que se había cubierto de gloria en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en 1932. 

Koike adiestró a un grupo de nadadores que una noche se lanzaron al agua en Hong Kong, nadaron hasta cerca de las minas y a tiros de fusil las hicieron estallar; así fue como los japoneses pudieron cruzar el canal y poner los pies en la isla.

La hazaña de Koike y sus hombres fue el resultado de muchos meses de minuciosos ensayos; por donde se demuestra una vez más que el Japón venia proyectando su ataque a Inglaterra desde mucho tiempo atrás.

Para imitar los barcos de los pescadores nativos de Malaca, los japoneses colgaban ropa a secar en sus lanchas; tanto en Malaca como las Filipinas emplearon con éxito cohetes para engañar al enemigo; en Luzón dejaban caer plumas estilográficas en los senderos del bosque; los que se inclinaban a recogerlas volaban en pedazos por la explosión de una granada de mano que iba atada a la pluma; en todos los frentes sacaron extraordinario partido por su semejanza física con los naturales del país, por lo que vinieron a caer todos muchos birmanos en la categoría de sospechosos; en las Filipinas izaban la bandera blanca en algunos nidos de ametralladoras, y tan pronto como los soldados norteamericanos, confiados salían de sus reparos, los tiroteaban a mansalva.

La lista se haría interminable; y sirve, como todo lo que llevan hecho hasta el momento los japoneses, para probarnos ampliamente que se trata de enemigos sin escrúpulos, inexorables, audaces y de brillantes recursos imaginativos. En una palabra: son adversarios muy temibles.

(Mark J. Gayn, Selecciones 1942)

 


Viewing all articles
Browse latest Browse all 2356

Trending Articles