Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Las Cámaras de Comercio fueron instituidas en este país para que dieran fé de los actos de los comerciantes, para que llevaran el registro mercantil y certificaran sobre él y con el paso de los años para que gracias a esos documentos en su poder llevaran y publicaran estadísticas de la marcha de las empresas inscritas en sus archivos.
Como tal a las Cámaras de Comercio se apela para que sirvan de amables componedores o para que nombren los miembros de los tribunales de arbitramento que diriman las diferencias entre las empresas.
Ese había sido su carácter y se autorespaldaba porque eran entidades que no tenían vinculación con ninguna de las partes y su independencia garantizaba neutralidad y respeto.
Pero a algunos dirigentes de las Cámaras de Comercio les dio porque como esas entidades habían asumido actuaciones de promotoras regionales de obras y emprendimientos o porque lo que reciben por ley no les alcanzaba para soportar todos los gastos de semejantes labores, dizque era necesario que consiguieran más dinero para sus arcas metiéndose en negocios.
Y se inventaron entonces ser socias de contratistas de obras de empeño y perdieron la virginidad.
De la noche a la mañana dejaron de ser imparciales para volverse contratistas. Conozco los casos de la Cámara de Comercio de Cali y he repasado en esta columna la ingerencia controvertida de la de Medellín como socia de Konfirma y por ende de la construcción del túnel del Toyo. No puedo decir que las Cámaras de Comercio se prostituyeron porque se dejaron tentar del billete. Pero si perdieron su dignidad y el respeto debido.