Autor: Fredy Luis Mozo Polo
Parece que se asoma una luz al final del túnel. Ojala se haga la luz radiante de la paz que anhela Colombia, sin embargo, para el presidente Santos la tarea no es fácil; el propósito no solo es derrotar la guerra, sino el odio que invade a muchos que están de lado del conflicto armado.
Si no es ahora en este gobierno, entonces, a los colombianos nos tocara seguir cortando cebollas como en la novela de Gunter Grass.
Desde todo punto de vista, la guerra es un anticuado negocio; mal de muchos, beneficio de unos cuantos. En Colombia, ha cobrado millares de muertos y desplazados. Centenares de secuestrados y desaparecidos.
De otra parte, solo algunos, se hacen importantes y sobresalen sacando provecho de esta empresa lucrativa con un gran costo social y humano aparte del atraso y pobreza económica que genera.
Para solucionar un conflicto ambas partes deben ceder, sin este axioma no hay salida ni para este, ni para ningún otro conflicto y menos armado. La solución es horizontal, sin juicios, amparado obviamente por un marco jurídico y moral, se trata de acabar con el mal y construir lo bueno sin coerción.
El proceso es dilatado y lento la solución camina circunspecta. No se puede resolver un problema sin cambiar nada sobre todo lo que dio origen al mismo, se trata de transformar las causas que lo generan, de igual manera ambas partes deben quedar satisfechas. Por lo que no deben quedar cabos sueltos que pongan en peligro el camino recorrido.
Es mejor el perdón y el olvido antes que siga el sacrificio de nuevas vidas nos enseña el viejo escritor de la Ilíada. Héctor mata a Patroclo, Aquiles el amigo entrañable de Patroclo hastiado de la guerra, mata a Héctor vengando así la muerte de su amigo Patroclo; no solo contento con esto, Aquiles, arrastró su cadáver uncido a su carreta.
El padre de Héctor, Príamo se acerca a la tienda solicitándole que le devuelva el cadáver de su hijo para dar sepultura y evitar que lo devoren los animales de carroña. Aquiles se apiada y concede el favor a Príamo como un verdadero acto de perdón y olvido. Para celebrar el acuerdo, por la noche entre las amarillentas luces de una hoguera toman vino y comen carne de carnero.
Estos que están poniendo palos a la rueda de paz, sería bueno que vivieran ellos y sus familiares unos instantes en medio del encuentro bélico, para que sientan en carne propia el fragor de la guerra como la ha venido sufriendo el pueblo colombiano por algo más de sesenta años y así reconocer el esfuerzo del presidente Santos y la importancia que tiene la paz para un país, cambiar la guerra que es pobreza y miseria por la paz que es progreso y bienestar para todos.
Si no es ahora, a los colombianos nos va tocar quedarnos sentados en las tablitas cortando cebollas.