Autor: Evaristo Camargo Rodas
El teatro AMIRA DE LA ROSA está inexorablemente unido a Barranquilla como espejo de la ciudad que fue, que pudo ser y la que, al cabo, no fue. Su origen mismo señala enfáticamente cuáles eran las miras y prioridades de quienes conducían los destinos de la urbe.
Como urbe, creían que se merecía un escenario acorde a las metrópolis modernas, y tenía que contar con todas las características tales que fuese un monumento puente a esa modernidad.
Por las insuficientes finanzas de la ciudad y con tal de llevar a feliz término una obra de las ambiciosas dimensiones —estéticas, arquitectónicas, funcionales, de diseño— concebidas se logró el concurso decidido y entusiasta del Banco de la República, el cual mediante un comodato a 50 años se comprometió a que ese sueño fuese una realidad.
Ese sueño hoy está cumpliendo 25 años. Hace 5 lustros Barranquilla todavía tenía ambiciones enlazadas con la civilización moderna al punto de pensar en un templo de cultura de las proyecciones del Amira de la Rosa. Estaba proyectado, entonces, para ser un excepcional testimonio del arraigo de la ciudad con las corrientes universales de cultura y como reflejo de un ciudadano igualmente convencido y partícipe de ese discurso.
En horizonte, el Teatro Amira y la ciudad serían co-protagonistas de un progreso conforme a la civilidad, el decoro, la dignidad, la elegancia como contrapartidas naturales de su desarrollo económico.
Eso en lo referente a lo que Barranquilla pudo ser en la mente de quienes acariciaban el proyecto del teatro. Como sabemos ese sueño de ciudad se hizo trizas, se volvió cenizas en un triste y lamentable proceso de degradación y corrupción en el que un aplastante e ignominioso, ignorante y bárbaro alud migratorio de la costa atlántica arrasó cruelmente con la nobleza barranquillera desplazándola y pervirtiéndola.
Se produce un quiebre, la ciudad se dirige a su perdición mientras, irónicamente, el teatro resplandece como testimonio de lo que pudo ser la ciudad.
El teatro sigue un derrotero conforme a los sueños de sus propulsores, mientras el entorno, la ciudad es abrasado por las tinieblas. Una vez más se confirma que precisamente la cultura es el último bastión que le queda a las proezas del pasado mientras espera la destrucción final por los pedestres invasores.
El teatro se convirtió para los barranquilleros, en refugio y escape a la hecatombe reinante. Mientras la ciudad se perdió así misma, hasta volverse irreconocible para propios y extraños, el teatro Amira se erigió en luminoso, elocuente testimonio de lo que son las obras que adornan y ennoblecen a las urbes contemporáneas.
El Amira pertence a una concepción perdida, la ciudad no se lo merece; se le quedó bien lejos a la zaga. La ciudad se rebulló en sus estolideces, se entregó a las paupérrimas estridencias de los invasores y el Teatro Amira se convierte en consuelo y recuerdo de lo que pudo ser y no fue.
Qué afortunada fue la simbiósis Banco de la República y mentores del Teatro Amira hace 25 años para que semejante y ejemplar obra maestra de la cultura afirme la calidad de lo que se puede construir cuando se piensa y ejecuta conforme a patrones de alta dimensión citadina.
Para mostrar un poco de lo que han sido los entretelones de estos 25 afortunados años, logré persuadir a Janeth Linares eficientísima funcionaria de primer orden del Teatro a que, sacando tiempo en medio de sus múltiples ocupaciones y responsabilidades —que ella ha sabido desempañar con excelencia, de ello he sido testigo— nos diera sus impresiones y conceptos sobre algunos tópicos a propósito de esta feliz conmemoración.
P: Janeth, ¿cuáles son tus funciones?
Coordinadora de Divulgación y Prensa —difusión de todas las actividades que se realizan en el Teatro a través de los medios masivos y con el contacto directo con los públicos específicos de cada actividad, como son colegios, fundaciones, asociaciones de artistas, promotores y gestores de cultura, etc.
Mi objetivo es que haya público para cada evento. Con los empresarios que alquilan el teatro para presentar sus eventos, para que cumplan todos los trámites y requisitos para las funciones.
Los talleres infantiles, coordinación y lograr que los niños aprovechen las oportunidades de los talleres gratuitos que frecuentemente les ofrece el Banco de la República.
P: ¿Durante tu permanencia en el cargo, quiénes han sido los directores del Teatro Amira de la Rosa?
Alfredo Gómez Zureck —fallecido— es el único director que ha tenido el Teatro. Cuando él sale pensionado, el cargo cambia su nombre por el de Jefe del Área Cultural, porque el Teatro funciona como una área del Banco de la República, es decir, un área cultural y no como una entidad autónoma independiente.
Como jefe del área, hemos tenido a María Cristina Ochoa, y recientemente, desde Mayo, a Elizabeth Patiño.
P: Tú que conocistes de cerca durante un buen lapso de tiempo al difunto don Alfredo Gómez Zureck, qué recuerdos tienes de él, cuál legado suyo crees que deba destacarse?
Alfredo Gómez Zureck era un ser humano excepcional; aparte de que era un hombre culto, intelignete, un artista, un gran pianista, fue un excelente director del teatro, creo que la ciudad tuvo la fortuna de que él fuera su primer director y se consolidara una imagen sólida y una institución y a partir de allí el público comenzara a percibir al Teatro como suyo con mucho afecto y sentido de pertenencia.
Como era una persona que irradiaba mucho carisma y afecto, la ciudad así lo percibía.
P: Qué diferencia encuentras en el nivel de comportamiento del público cuando tú comenzaste en el Teatro y el del público de hoy?
En general, la gente tiene mucho respeto por el teatro, y buen comportamiento en la sala, lo único nuevo y a veces incómodo es el uso de los celulares que a veces no acatan la solicitud al empezart un evento de apagarlos para no interrumpir a los artistas.
P: Cómo crees que ha contribuido el teatro con la cultura de la ciudad?
Con la apertura del teatro y al abrirse un nuevo espacio a los artistas se comenzaron también a desarrollarse muchas actividades que hasta entonces no eran posibles en la ciudad.
El Teatro ha permitido la llegada a la ciudad de importantes espectáculos tanto nacionales como internacionales. Por otra parte, el Banco de la República con su programación ha contribuido a la formación de públicos, de multiplicadores a través de los talleres para niños, profesores, por medio de conferencias, seminarios e igualmente ha ofrecido importante apoyo a los escritores, a los cuales se les ha facilitado los espacios para recitales, talleres. Así mismo a los artistas plásticos, a filósofos, historiadores, etc.
P: Teatro, danza, música, artes pláticas, literatura, foros, conferencias...¿cuál de estos aspectos, según tu experiencia en el teatro, tienen más relevancia, demanda u aceptación en nuestro medio?
Indudablemente los eventos de mayor asistencia de público, son la danza, que es obvio, porque en Barranquilla todo mundo baila y la música popular y los espectáculos de humor.
P: De tantos artistas de renombre, que han pasado por el teatro, a quiénes y porqué crees que merecen recordarse?
Recuerdo a Norma Aleandro, la artista argentina que ganó un Óscar como mejor actriz extranjera. Una excelente artista. El Ballet Ruso sobre hielo, el Ballet Nacional de Cuba, con la actuación de Alicia Alonso.
Y esos grandes montajes como Doña Flor y sus dos maridos por el Teatro Nacional; Peter Pan con la actuación de María Cecilia Botero. La ópera Carmen, de Colcultura; el Hombre de la Mancha, musical peruano. Raúl Di Blasio, Richard Claydermann, Celia Cruz, Alfredo Gutiérrez, Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, todos sus conciertos han sido excelentes
P: A quiénes, y a cuáles entidades deseas mencionar en agradecimiento y porqué motivos para la buena marcha del Teatro Amira de la Rosa en estos 25 años?
Fundamentalmente al Banco de la República, ya que gracias a su administración el Teatro ha funcionado bien, se ha sostenido y se proyecta igual hacia el futuro porque tiene un importante presupuesto tanto para el mantenimiento del inmueble como para sostener la programación cultural permanente y en su gran mayoría gratuita o a precios simbólicos.
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Particularmente, para el autor de este artículo, es de obligada nobleza recordar a un personaje inolvidable en el Teatro Amira de la Rosa como lo fue Doña Leonor Abello Moreno quien volcó todo su exquisito don de gente, conocimientos, sensibilidad y refinados dotes diplomáticos para ser como fue el brazo derecho de Don Alfredo Gómez Zureck, con quien formó un dupla directiva que hizo época para ejemplo y norte de todos los que asuman responsabilidades parecidas.