Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
A qué extremos hemos llegado. El Ministerio de Salud ha provocado las alarmas y el senador Jorge Iván Ospina, médico de profesión, las ha hecho sonar por todo el país.
Le han pedido a las mujeres colombianas que, por lo menos, no se dejen embarazar en los próximos seis meses porque las consecuencias en los fetos en formación que tiene adquirir el zika, son gravísimas.
No se sabe de verdad qué es el zika, como nunca supimos ciertamente qué era la chincunguña, pero sí se ha comprobado científicamente que las mujeres embarazadas a quienes les ha picado el zika tienen altísimo riesgo de malformación de la criaturas en gestación, como cuando hace 50 años les recetaron talidomida y nacieron niños sin brazos, sin pies o sin manos.
Los síntomas dizque son los mismos de la chincuguña. A algunos les da con tos seca, de perro viejo, fiebres y maluquerías generales y terminan con espantosa diarrea. A otros les da distinto y como se les bajan las plaquetas, lo pueden confundir con el dengue.
Alarmismo o no, el zika es una realidad y el Minsalud ha advertido a tiempo. Después vendrá la batalla moral porque todas esas mujeres preñadas a quienes les pica el zika, van a querer abortar. Y como ahora es tan fácil, los moralistas la tienen perdida.
Cuando la talidomida, que les recetaban a mujeres embarazadas, se causaron daños irreparables, que no fueron conocidos de antemano y para los que no permitían ni aconsejaban el aborto. El mundo ha cambiado. Los valores de la supervivencia humana y la sumisión a las religiones y su moralidad también.
Lo que si no cambia es la batalla contra el zancudo y sus picaduras. Toldillos, repelentes e insecticidas van de la mano ahora con la petición: “no se deje embarazar”.