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El abrazo de la serpiente: misterio y grandiosidad de la cultura Amazónica

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Gonzalo Restrepo Sánchez - Historiador y crítico de cine - Barranquilla, Colombia

 

Autor: Gonzalo Restrepo Sánchez

Por primera vez en la historia del cine colombiano un filme nacional aspira a ser ganadora de un “Oscar” por la Academia de Hollywood. Y no es de extrañar, cuando en mis humildes conceptos siempre la consideré una obra maestra., pero al margen de esto, si existe alguna película que le pueda competir de las nominadas por la Academia, es el “El hijo de Saúl”. Entre las dos estará la estatuilla dorada.

Cada vez que el cineasta Ciro Guerra realiza una película, pone más alto el listón para alcanzar su propia voz en el relato cinematográfico. En esta oportunidad con “El abrazo de la serpiente”, solo el tiempo dirá la envergadura de esta cinta que le dará la vuelta al mundo, aunque no produzca un peso en su país. Pero es que la vida de las películas es así.

Ciro Alfonso Guerra (Río de Oro, Cesar, el 6 de febrero de 1981) es un cineasta colombiano más conocido por su película El abrazo de la serpiente (2015) -Nominada al Óscar como mejor película extranjera (2016). Cursó estudios de cine y televisión en la Universidad Nacional de Colombia. Fue invitado a más de 60 Festivales de Cine de todo el mundo (Incluyendo Cannes, Tribeca, Seúl, Bangkok, Seattle, Río de Janeiro y Guadalajara), ganador además de 15 premios y menciones en Festivales como San Sebastián, Toulouse, Trieste, Mar del Plata, Varsovia, Austin, Quito, Santiago de Chile, Cartagena y La Habana. El 14 de enero de 2016 se anunció su nominación a los premios Óscar en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa, por dirigir El abrazo de la serpiente.Esta historia basada en hechos reales evita cualquier deus ex machina y se centra en aquello que le interesa. Y con una cámara que no se siente, es a modo de “road movie”, la expedición del ser humano en pasajes poco conocidos por el hombre deseoso de buscar algo más allá del encuentro con uno mismo.

Si aceptamos este punto de partida, la película entre el flash back y el presente, va develando que todo es posible gracias a la terquedad, aunque de pronto se confabule todo hacia uno mismo y no pase nada.

De manera que en unos paisajes, nunca antes visto en películas de ficción colombianas, verdaderamente en la Amazonía colombiana impera su majestuosidad. Además, con la fotografía en blanco y negro, sumerge el espacio en un tono de misterio. Gracias a esto, el cineasta encuentra el uso de la ficción (como ordenan los cánones de la etnografía audiovisual), como una condición más pertinente de acercarse al cosmos simbólico de las sociedades.

De manera que el cineasta caribeño se recrea en una fastuosidad digna de un Ford, o de un Antonioni. Un viaje por el Amazonas hasta la cumbre de la muerte, llevando consigo su nihilismo.

Y es que «somos lo que somos, porque otros fueron lo que fueron». Podríamos inscribir en esta misma idea, no tanto porque trate de algo imposible (de hecho no lo es), sino por la forma en que Ciro Guerra juega al misterio, proponiendo el folklore ancestral y la religión como elementos de fuego eterno.

Afiche promocional de la película "El Abrazo de la Serpiente" - Un sueño amazónico-Sin temor a equivocarme, la historia del cine colombiano dirá en su momento (no muy lejos), que “El abrazo de la serpiente” es la más importante película del cine nacional. Por muchas razones, pero una es que si el cine ha de servir para contar algo más que historias, la película de Ciro Guerra deja en la memoria audiovisual nacional un trabajo perfecto sobre una región del país olvidada, tanto ayer como hoy. Además, le impregna todo el misterio y grandiosidad a una cultura aún por mirar con otros ojos.

Pero en el tratamiento cinematográfico, el cineasta se recrea con una cámara limpia de todo impulso por el sobresalto. Una lección del buen manejo de la cámara, que nos remite al pensamiento de Bergman cuando sentenció que la cámara es el corazón del cineasta.

En la del cineasta Ciro Guerra, mucha espontaneidad. Pero hay razones desde el punto de vista de etnografía audiovisual, donde (y sin temor a equivocarme), bien vale la pena observar y detenerse un poco.

Si Jean Rouch es el creador del “cine directo”, por lo que Robert Flaherty y Dziga Vertov en su momento llamaron «cine-verdad». Guerra asume una actitud de autoconsciencia, de observación participante y de lo que se ha llamado “antropología compartida”, y que, en esta oportunidad transgrede (en el mejor de los sentidos) los límites de lo común o habitual.

De manera que Ciro Guerra de pronto deriva a una estilización que embellece la imagen en blanco y negro para esas culturas tribales, primitivas, pero en el fondo conmovedor.

 

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