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Actos de compasión

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Autor: Desconocido

Recorriendo cierta tarde la hacienda de un viejo labrador, observé que hacía poner algunos panes muy grandes a la entrada de algunos senderos, sobre tres palos clavados en el suelo, formando triángulo.

Me llamó la atención lo que hacía y le pregunté:

— ¿Para quién son esos panes?

— Para los que roban por hambre... -Dijo-.

— Y cree usted que se contentarán los ladrones con ese pan? Mucho me temo que esa precaución sea inútil...

— Con uno que se contente, me doy por satisfecho. Aquí donde usted me ve, que soy el más rico hacendado de esta comarca, cuando muchacho, estaba en la mayor miseria.
Mis padres murieron; mis hermanos tiraron cada uno por su lado, y yo me quedé sin oficio ni beneficio.
Ejemplo también de un acto de compasión o caridadSin saber qué hacer de mi persona, me dediqué a trabajar. Pronto las angustias del hambre me empujaron a toda clase de vicios.

Comencé por hurtar aves de corral, frutas, leña, grano, y como en la pendiente del mal, dado el primer paso, se desciende rápidamente hasta llegar al fondo del abismo, me reuní con otros muchachos de mal vivir, y concertamos un asalto a una granja, cuyos dueños tenían fama de muy ricos.

Por la tarde fui a reconocer el terreno, y vi que el amo, ayudado de algunos mozos de labranza, colocaba panes y jarras de vino en distintos sitios. Pregunté lo mismo que usted ahora, y el amo me dijo: “Si alguien merece compasión en este mundo, son los malhechores; no todos son perversos ni malos de remate.

Los primeros pasos en la senda del crimen se dan a veces a impulso del hambre, y si entre los muchos que rondan mi morada, hay algún infeliz que se siente acosado por esta fiera sangrienta que se llama necesidad, y puede acallar las exigencias del hambre, quién sabe si en los instantes que se detiene a saciar su apetito, un buen propósito de enmienda le sacará del camino que conduce a la cárcel. ¡Me inspiran tanta compasión los malhechores por necesidad!...sus condiciones para trabajar son mucho más duras que para los hombres honrados, y obtienen por galardón grilletes para sus tobillos o una muerte afrentosa. Mientras que mi muerte sería profundamente sentida, la suya es posible que sea celebrada con público regocijo...”

Las palabras de aquel hombre me impresionaron de tal modo que sin poderme contener le dije:

—Quisiera hablar a solas con usted...

Ejemplo también de un acto de compasión o caridadHizo una seña a los trabajadores, y estos se alejaron sin perdernos de vista al amo y a mí. Entonces le confesé todos mis pecados, y concluí por decirle:

— La compasión que siente usted por los criminales, ¿la quiere ejercer conmigo?

La respuesta fue afirmativa, y desde aquella tarde formé parte de su numerosa familia, pues aquel hombre trataba a todos sus trabajadores como si fueran allegados.

A él debo el haber entrado en la buena senda, y su compasión por los débiles apartó a muchos desdichados del camino del crimen. Él me hizo hombre y me instruyó. Una de sus hijas fue más tarde mi esposa y la madre de mis hijos.

Poco antes de morir, mi protector me llamó para decirme: “No te olvides nunca de hacer lo que yo hacía. Compadece a los que roban por hambre. Recuerda que la compasión es el amor superior a todos los amores...”.

Las palabras del anciano labrador se grabaron en mi mente con caracteres indelebles y, desde entonces, estudiando la naturaleza de ese sentimiento que se llama compasión, he podido convencerme de que compadecer es amar con el amor más desinteresado.

Si alguien lucha por sobrevivir, tal como vendiendo baratijas, frutas o dulces, en los buses urbanos, en las esquinas, en los semáforos, ayúdale. Una manera de hacerlo es comprándole algo de lo que te ofrece, y no le regatees el precio. Incluso, págale un poco más de lo que te pide; eso es compasión, y una manera de elevar al cielo las más fervorosas plegarias.
Es cierto que algunos, además de tomar los panes y el vino, se llevan hasta los palos, pero Dios dará a cada uno su merecido.

No juzguemos nosotros, porque el que juzga mal puede hacer daño.

 

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