Autora: Anke Oesterreich
Comenzando los años 70, en su oficina ubicada en un edificio de la carrera 7ª, conocí a Arturo Abella. Lo había llamado con la esperanza que me facilitara documentación sobre la vida de Hermógenes Maza, quién siempre me ha parecido un personaje muy interesante y poco valorado en la historia de Colombia.
Abrió la puerta, se me quedó mirando sorprendido de arriba hacia abajo, más bien analizándome de arriba hacia abajo y con su tono de voz inconfundible:
— “Ah, ¿con que usted es Anke?”
Yo también lo observé: un poco bajito de estatura, con chaleco de lana tejido a mano, muy “cachaco” y con una mirada tan vivaz y escudriñadora que hablaba por sí sola.
El Inició la conversación:
— “Bueno, dígame qué es lo que tanto le gusta de Hermógenes Maza, yo tampoco tengo mucha información, solamente que publicaron una pequeña biografía de bolsillo y también sé que fue masón, claro que comparado con Simón Bolivar no fué…… “
Le interrumpí:
— “¿Que no fue qué al lado de Simón Bolívar? Entre otras cosas usted, Sr. Abella, debe saber muy bien que mientras Simón Bolívar estaba con Anita Lenoit en Mompóx haciendo alarde de sus dotes de conquistador, Hermógenes Maza estaba arriesgando su vida en la batalla de Tenerife, de donde salió vencedor y quién se llevó los laureles, ah, ah, ah?”
Me miraba intensamente, gruñó algo como ¡Triple-Hm! Se levantó de la silla y dijo:
— “Quédese ahí sentada que ahora si vamos a hablar”
(aquí tengo que aclarar que yo mido 1.80 mts y con él a mi lado de pié, quedábamos casi a la par. Comenzaron por parte de él los elogios para Simón Bolívar y yo me limitaba a emitir gruñidos en señal de inconformidad. Ja, ja, ja me parecía más simpático Santander y qué ???)
Esa discusión fue el comienzo de una gran y hermosa amistad, una amistad que según sus palabras textuales “tenía bases muy sólidas”.
En una ocasión, cuando estuve pasando vacaciones en Barranquilla, me enviaba un mensaje secreto todos los días a través de su noticiero “Telediario” que consistía en aprenderme la primera palabra que decía después de su famosa frase “Fuente de alta fidelidad” y así el viernes, después del noticiero tenía un mensaje de cinco palabras.
Recuerdo que en otra ocasión se le había perdido el pasaporte a mi hijo Issa Patrick y solicité su ayuda. Me dijo que no estaba permitido transmitir ese dato en su noticiero pero “… lo haré por ti, chiquita….” (así me llamaba cariñosamente) A los dos días mi hijo recuperó su pasaporte.
Julio 20 de 2002: con Arturo en la sala de su casa ubicada en la Cra. 4 No. 46-57. Qué mejor fecha que esa para discutir nuevamente sobre su “Florero de Llorente”?
Ese era mi amigo Arturo, un hombre que no solamente tenía todo el tiempo del mundo para mí sino también para mi hija Tanya Vanessa a quién ayudó infinidad de veces con tareas sobre la historia de Colombia.
Me regaló muchos escritos, todos dedicados: “Así fue el 13 de Junio”, “Así fue el 9 de Abril”, “El florero de Llorente”, “Biografía de Laureano Gómez”, “Las grandes metidas de pata en la historia de Colombia” y tantos otros.
En alguna ocasión me confesó que pensaba escribir su biografía con el título de “Fuente de alta fidelidad” y burlándose de mí que me iba a mencionar en las páginas 86 u 87… lamentablemente ese proyecto nunca se llegó a cristalizar.
Cuando iba a su casa siempre lo encontraba sentado frente a su escritorio, metido en una maraña de documentos, revistas, periódicos, recortes, papeles, apuntes y datos que necesitaba para sus escritos y comentarios para el periódico “El Siglo”.
Arturo era increíble, con él se me pasaba el tiempo “volando”. Era muy fácil lograr que hablara de la historia de Colombia porque no tenía sino que inventarme algo negativo sobre Simón Bolívar e inmediatamente se encendía la “hoguera de la discusión” Después yo le confesaba que quería verlo enojado para disfrutar de una interesante y acalorada conversación acompañada por un delicioso tinto preparado por Doña Lilia.
— Ajá, querido Arturo y si habrá valido la pena el sacrificio de Ricaurte en la batalla de San Mateo, o se relata así para recordarlo en el Himno Nacional de Colombia? Porque la verdad es que yo no creo que Ricaurte …..”
— Bueno, bueno, chiquita dejemos eso así, yo tengo que decir en mi programa ”El día Histórico” lo que siempre se ha enseñado, mejor dicho, no me acorrales y fín del tema!!!”
Una de las últimas veces que lo llevé en taxi a la Academia Colombiana de la Historia me pidió el favor que le dijera al taxista que se detuviera porque se iba a tirar allí.
Lo agarré por el brazo y le dije:
— Tú nunca has oído de un personaje llamado Arturo Abella quién tiene un programa que se llama “Diga y no Diga” y se jacta de hablar perfectamente el español? Pues el verbo “Tirar” no creo que sea el más indicado aquí en mitad de la avenida, frente a la Academia Colombiana de la Historia o si?”
Me gané su risa burlona y un fuerte pellizco en el brazo. Ese era mi amigo Arturo Abella!!!
Sé que quería alcanzar a disfrutar la vida por lo menos los mismo años que pudo hacerlo su madre, 103. Dios no lo quiso así pero para mí Arturo vivirá hasta los 103 años y muchísimos más. Era mi enciclopedia personal de la Historia de Colombia y aunque haya partido hacia otro plano, siempre estará conmigo así como yo siempre seguiré siendo su “Chiquita”.
Estaré eternamente agradecida con su señora Lilia Pachón y con su hija María Mercedes por el cariño con que me abrieron las puertas de su casa. También con sus hijos Daniel quién en una ocasión me visitó con Arturo y Andrés a quién conocí telefónicamente.