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Ecos de una boda

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Israel Díaz Rodríguez - Médico Ginecólogo - Barranquilla, Colombia

 

Autor: Israel Díaz Rodríguez

No quedó la menor duda que la boda de mi nieta Cristina fue un acto sobrio, elegante en el cual los invitados todos sin excepción, disfrutaron de un ambiente acorde con el deseo de la novia que al decir de todo el mundo, lucía tan bella con porte de princesa.

Al ver a mi nieta vestida de novia frente al altar, evocaba aquellos días que en su natal Pamplona (España) cuando no alcanzaba los tres añitos, al ir a buscarla la guardería, una vez se despedía de sus compañeritas, salía corriendo y me invitaba a que yo lo hiciera también retándome a que la alcanzara. Con su vocecita plena de ternura me decía:

— ¡Abuelo ahora a correr!

En la Boda de mi nietaDe igual manera recordaba el uniforme que usó durante los años que permaneció en el colegio Mary Mount, donde cursó su bachillerato hasta el día que recibió su diploma lo dejó para siempre vistiendo la capa y el birrete para dar el paso a la Universidad del Norte donde obtuvo su título profesional de Administradora de Empresas.

Verla entrar a la iglesia del brazo de su padre, dejarla luego en la compañía del novio que ansioso le esperaba y verlos salir después de la ceremonia, juntos ya bendecidos como marido y mujer, me emocionó tanto y tal vez algo más que la primera vez que llevé yo a mi hija mayor a las gradas del altar.

Se cuidaron ambas familias, tanto del novio como de la novia, de seleccionar a sus invitados entre amigos que estaban seguros asistirían a la ceremonia de la iglesia y al festejo del lugar escogido de antemano para el disfrute de la buena compañía, la música, la comida y la esmerada atención, todo para el buen deleite de quienes asistieron con el ánimo de pasar un rato agradable.

En la Boda de mi nietaDebo comentar la manera como los asistentes, sobre todo las damas, lucieron hermosos y bien confeccionados vestidos resaltando así la belleza de cada una de ellas. Vestidos que supieron mostrar en todo momento pero muy especialmente al instante de lanzarse con ese donaire costeño cuando la orquesta hizo sonar el vals de Strauss, el padre de la novia tomó a su hija del brazo y ya en medio de la pista rodeados de los asistentes, bailaron magistralmente.

En cuanto a los hombres el noventa y nueve por ciento, cumplieron con la petición que se les hizo en la tarjeta de invitación, el uso del tradicional Smoking que desde luego debe ir complementado con el clásico corbatín y no, -como algunos modernistas tratan de romper la tradición-, llevando una simple corbata de color negro como si fueran a asistir a un sepelio.

Confieso que ignoraba yo, que mi nieto Mateo de veinticuatro años, era completamente abstemio, no necesitó tomarse un solo trago de licor de ninguna especie, para disfrutar con mucho entusiasmo, alegría y fervor de todo, posó a los fotógrafos como todo un caballero, supo lucir el traje de etiqueta como todo un “gentleman”, bailó todos los ritmos musicales que las orquestas ejecutaron y se retiró del recinto solo cuando se puso fin al festejo.

Esta fue la razón por la cual al momento de tomar la comunión, cuando el cura le ofrecía la hostia humedecida en el vino, la reusó tajantemente pidiéndole al oferente que se la diera “seca” lo cual consiguió con el cura, este lo entendió y para complacer al feligrés, le hizo el respectivo cambio.

 

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