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POR QUÉ LA DEMOCRACIA NECESITA DE LAS HUMANIDADES

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Autora: Blanca Inés Prada Márquez

Hace unas semanas terminé de leer el libro de la filósofa norteamericana contemporánea Martha Nussbaum (New York, 1947) titulado: Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades (2010). Me permito comentarles algunas ideas expuestas en dicho libro que yo considero muy importantes de tener en cuenta en nuestra actividad educativa. 

Sin Fines de Lucro - Autora: Martha NussbaumEste precioso libro está centrado en lo que nuestra filósofa llama “la crisis silenciosa”, de la educación, que desde hace años viene corroyendo nuestras sociedades. Se fundamenta principalmente en un análisis de lo que sucede en la educación norteamericana y en la India, dos países que dice conocer muy bien, pero sus ideas las extiende a lo que pasa en nuestro mundo globalizado donde prima la búsqueda de la utilidad material  por encima de lo propiamente humano.

Asegura que hoy el mundo entero busca gobiernos democráticos pero sin tomar conciencia del papel preponderante que juega la educación, en especial la educación humanística, en el desarrollo de una verdadera democracia participativa.

Nussbaum empieza su interesante libro afirmando que el arte y las humanidades son centrales para el ejercicio de la democracia pero que en la actualidad los mismos padres de familia son los primeros en preocuparse si sus hijos se inclinan por ellas más que por las ciencias, las técnicas, o las carreras administrativas, incluso les da pena que sus hijos no sepan nada de negocios pero no les importa que sepan poco de literatura, de filosofía o de  otras disciplinas humanísticas.

Sostiene que la gran crisis del mundo actual no es económica, en absoluto, sino educativa, y afirma que esta es una “crisis silenciosa”, pero que tiene grandes proporciones y terribles consecuencias.

Esta crisis centrada en el desprecio por el humanismo, que lleva incluso a disminuir en los establecimientos educativos los cursos de humanidades (historia, literatura, filosofía, arte, música, etc), para impulsar todo aquello que pueda ofrecer ganancia, utilidad, éxito económico, está afectando las sociedades y en particular las democracias modernas donde el ser humano termina siendo un objeto, una ficha más en el juego del mercado de valores.

Aunque ella se centra en los dos países ya mencionados, EE.UU. e India por ser los que más conoce y ha vivido y trabajado en ellos, asegura que ha hecho estudios y la crisis es mundial y se percibe la misma situación en Europa como en América Latina y África.

El desprecio por lo humanístico, asegura Nussbaum, afecta incluso a la ciencia misma y a su desarrollo, ya que lleva a desdeñar y despreciar todo aquello que en las ciencias puede considerarse como humanístico, es decir, todo lo relacionado con la creatividad, la rigurosidad, el pensamiento crítico, empeñados en cambio en desarrollar el pensamiento práctico que genera rentabilidad a corto tiempo.

Olvidando que la “ciencia si se la práctica de una manera adecuada, no es enemiga, sino más bien amiga de las humanidades” (pag. 27).

2. En sus siete interesantísimo capítulos centrados en la crisis de la educación hoy, ella desarrolla entre otros temas: 1. La necesidad de formar antes que todo ciudadanos, es decir, personas con valores democráticos y sentimientos morales capaces de participar en la sociedad con sus conocimientos, su ciencia, su tecnología, pero sin descuidar lo fundamental del ser humano que es su humanidad, su dignidad, su llamado a SER antes que a TENER.

Escritora Martha NussbaumInsiste en la necesidad de formar “ciudadanos del mundo”, no ciudadanos de X o Y país. Más que hacer énfasis en las fronteras que nos separan deberíamos hacer énfasis en las cosas interesantes y maravillosas que unen a todos los seres humanos hayan nacido en mi país o en la “cochinchina”.

Y sobre todo insiste en que esta ciudadanía mundial debería empezar a desarrollarse desde los primeros años de formación del niño para que poco a poco se abra al pluralismo, a la capacidad de aceptar a los otros como ellos son, con sus costumbres, sus ideales, sus preocupaciones y sus valores.

Citando a Tagore en su obra “La religión del hombre”, 1931, nos dice Nussbaum; “De repente los muros que separan las razas se han derrumbado y nos encontramos parados frente a frente”. (pag.113).

3. Relacionado con la necesidad de abrirnos al mundo está la necesidad de aprender lenguas extranjeras; asegura nuestra filósofa que hoy todo ciudadano debería saber bien al menos una lengua más fuera de su propio idioma, porque es a través de la lengua que logramos comprender, valorar e integrarnos con otras culturas.

El gran problema de los países que reciben millones y millones de emigrantes como EE.UU. y Europa, entre otros, radica en gran parte, según ella, en que estos emigrantes llegan sin ningún conocimiento del idioma del país en el cual desean vivir y realizarse y deben perder demasiado tiempo en aprenderlo antes de lograr abrirse camino en dicha cultura.

4. Hay un capítulo bellísimo donde habla de la “pedagogía socrática” y lo centra en la importancia de la argumentación.  Sostiene que desde los primeros años es indispensable formar a los niños en la capacidad de expresar sus propias ideas, en la capacidad de asentir o disentir con las ideas o los pensamientos de otros, en la capacidad de tener ideas propias y de expresarlas con argumentos, es decir mostrando porqué se piensa así y no de otra manera.

Se lamenta de la pobreza argumentativa de los jóvenes universitarios, incluso de los profesionales, y culpa de ello a esa educación centrada en lo meramente útil, donde sólo hay campo para aquello que produce rentabilidad inmediata y no para la lectura de las grandes obras humanísticas, y para el debate oral y por escrito sobre los temas que ellas plantean o sobre la propia realidad del país y del mundo en el cual se  vive.

A los jóvenes de hoy no se les enseña a escribir,  a debatir, a argumentar, a disentir o asentir con ideas propias. Las humanidades ofrecen las  herramientas necesarias para el desarrollo del lenguaje, de la imaginación, del pensamiento creativo, argumentativo y crítico y si queremos desarrollar una verdadera democracia no podemos descuidarlas, -señala  Nussbaum-.

5. Insiste en que debemos enseñar a los jóvenes a no tener miedo de apartarse del pensamiento del grupo, en no tener miedo de disentir con lo que dicen sus padres o sus maestros, en ser capaces de mostrar que no se está de acuerdo, pero sobretodo en “mostrar por qué no se está de acuerdo”.

Pero también en enseñar a las juventudes a no tener miedo tampoco de mostrar su acuerdo con algunos argumentos, de apoyar con sus propias ideas las ideas de los otros cuando nos parecen importantes, es decir, desarrollar el “espíritu crítico” en sentido amplio que consiste en ser capaz de disentir, pero también de asentir, porque la crítica no sólo es negativa.

Si estamos de acuerdo con las ideas o los argumentos de otros y tenemos motivos para ello, no debemos tener temor de expresar nuestro acuerdo, como tampoco debemos tenerlo cuando estamos en desacuerdo, lo importante es ser capaces de expresar por qué apoyamos esto y negamos aquello o viceversa.

La idea de que el verdadero espíritu crítico es aquel que es capaz de ver no sólo lo negativo sino también lo positivo en el pensamiento y las ideas de otros me parece bastante importante y ha sido desarrollada también ampliamente por el filósofo Karl Popper. En nuestras universidades poco se tiene en cuenta porque se cree que la crítica debe ser siempre negativa, le dedicaré otro escrito.

6. La democracia, asegura Nussbaum, necesita personas con capacidad argumentativa y crítica, puesto que en ella se busca que haya la mayor participación de la comunidad; además se supone que hay libertad de expresión y de crítica y que el debate lo que busca es llegar a un consenso inteligente, pero sin argumentación lo que habría sería imposición dogmática de las ideas de un líder, de un caudillo, como ha sucedido a lo largo de los siglos y sigue sucediendo con los dictadores que gritan: “todos están de acuerdo con mis ideas”, pero lo que sucede es que nadie se atreve a levantar su mano para manifestar su desacuerdo o bien por temor a la sanción o porque no han sido educados para la argumentación crítica y terminan comportándose, -incluso siendo profesionales respetables-, como ciudadanos del montón, a quienes podría aplicárseles aquel dicho popular: ”¿Para dónde va Vicente? Para donde va la gente”.

Algunos maestros, incluso profesores universitarios, asegura Nussbaum, se comportan también en sus clases como dictadores que imponen sus ideas, su “ciencia” como si fuera un dogma sin darles a los alumnos la oportunidad de debatir, de argumentar, de ser constructores inteligentes de su propio saber y entender.

En fin, para no cansarlos sólo me queda invitarlos a leer este interesante libro que nos abre los ojos a muchas realidades educativas y nos impulsa a mejorar las metodologías para llevar a nuestros futuros profesionales a ser no sólo personas competentes científica y tecnológicamente, sino también ciudadanos críticos, pluralistas, democráticos, capaces de integrarse al mundo en el cual les ha correspondido vivir y luchar por transformarlo en un mundo donde todos podamos existir y convivir como seres humanos dignos, no como simples objeto manipulables.

 


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