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El romance de la criada y el policía pm

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Norberto Serrano Gómez - (Zapatoca, 1917; Bucaramanga, 1987). De broma y de veras. La negra gloria. Una guayaba. El amor y las mujeres en la historia de Colombia. Crónica.

 

Autor: Norberto Serrano Gómez

Presentamos, queridos amigos, una historia de amor y pasión; el hecho ocurrió hace unos años en Bogotá, ciudad de cosas raras, cuando a los agentes de la Policía, se les conocía con el nombre de P.M.; la escena discurre, entre una muchacha del servicio, linda, atractiva, seductora y un policía aburrido en un parque, pero muy romántico.

Cualquier semejanza que pudiera surgir entre este episodio con la vida real, es pura coincidencia.

Cuando allá, en bogotá, hace unos años
p.m. se llamaba el policía,
se encontraba un agente cierto día
en un parque, cuidando los escaños.

Policía EnamoradoPara matar su inmenso aburrimiento
ya se metía las manos al bolsillo,
se hurgaba la nariz con el bolillo
o se ponía a marchar a paso lento.

De pronto, por el parque medio solo
pasó una criada,  con canasto al brazo
y aquel p.m., se le puso al paso
como cualquier idiota coca colo

Era joven aquella sirvientita
y hermosa de los pies a la cabeza
tenía más carnes que la misma pesa
como sirvienta de familia rica.

Viola el p.m. y se sintió feliz
y empezó a susurrarle con ahínco:
-vas mas linda que un ford 55,
pero eres un v-8, puel chasis.

¡Tienes más curvas que una carretera
y qué carrocería la que te mandas
eres un internacional, cuando andas
y es como un carrotanque, tus caderas!.

¡Pero, qué caminao tan zalamero
qué modo de mover el esqueleto
se te rebulle todo el parapeto
igualito que un bus de chapinero.

Con esa blusa que es de nylon puro
se te ve bien el busto refinado
y ese brazo tan lindo y bien torneado
quien fue perro, pa morderlo duro.

Quién fuera pulga,  para estar metido
entre esas medias nuevas y elegantes
que te cubren tus lindos pies fragantes
y que visten tu pierna distinguida.

Me gusta tu cabello, es un manojo
de hilitos finos que parecen de oro;
de veras, al mirar ese tesoro
me provoca decir, ¡quién fuera piojo!.

Si yo pudiera me daría mis mañas
para estudiar alguna brujería
y lograr convertirme cualquier día
en el pan de jabón con que te bañas.

Yo de la dicha, me volviera loco
si en lugar de ser hombre, fuera un diente
para estar en esa boca incandescente
que te debe saber a flan de coco.

Mirándote con calma desde aquí
así, por detracito yo lamento
no poder convertirme en un asiento
pa' que pusieras tu belleza en mí.

Pero échame aunque sea una miradita,
ya que vamos aquí, los dos a solas
déjate de correr, párame bolas
que es pura autoridá la que te invita.

La sirvienta,  temblando de emoción
ante tanto requiebro policivo
al p.m. miró con ojo esquivo
mientras le hacía pum, pum el corazón.

Entonces se paró, se estuvo quieta
cruzó los brazos y cerró los ojos
y el p.m. le dijo: tengo antojos
de darte un beso, ¡pero en túa la jeta!.

Y esto diciendo, la agarró del pelo
y alzándole la cara le dio un beso
pero tan tempestuoso, tan de a peso,
que la criada soltó el canasto al piso.

Cumplido su propósito el agente
esperaba,  con miedo, un arepazo,
más, la sirvienta, dándole un abrazo
le fue diciendo, apasionadamente:

¡Ay, bésame otra vez, ay, sí, mordéme,
abrázame, queréme, estrangúlame,
pégame, destrózame, y apriéteme,
ay, bésame, mordéme, sí… p.m.!

 

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