Autor: Alejandro Duarte Rueda
Así es: después de vivir tantos años en esta acogedora tierra, se termina adoptando esta cultura y convirtiéndose en costeño.
Al principio era muy difícil tratar de mantener una conversación donde solo se escuchaba: ¡Aja y qué!, ¡qué hay viejo man!, ¡hey cuadro!, ¡quiubo llave!, ¡como estás vale!, ¡deja de mamar gallo!, ¡nojoda tienes h!, puya el burro, Eche, ñerda, etc.,… Pero ya hoy, hacen parte de nuestro vocabulario, aunque las pronunciemos con el acento aún algo marcado por nuestro origen.
Como dice el adagio popular: “más contento que cachaco en playa”… Claro, si la brisa tropical, el ambiente caribe, la alegría que se respira contagia a los visitantes, mas en nuestro caso que llevamos tantos años aquí, que nos hemos establecido y organizado con nuestras familias; nuestros hijos nunca han sido cachacos, ellos nacieron costeños, se identifican con esta cultura y defienden esta tierra como costeños. Por eso ya ni nos gusta que nos digan cachacos, nos gusta rumbear, parrandear con buen vallenato, nos la gozamos como si fuéramos nativos de esta tierra.
Aunque seguimos disfrutando del chivo, la pepitoria, la carne oreada y el mute, ya nos deleitamos igual con un sancocho de guandú con carne salada, arroz de liza, arroz de coco, mondongo y con todas las delicias típicas de esta tierra.
Hemos renunciado a muchas de nuestras costumbres hasta algunas tradiciones arraigadas para integrarnos a esta nueva forma de vida, mucho más tranquila, llevadera, alegre, expresiva, propias del costeño; y hemos entregado a esta ciudad nuestro mayor valor: nuestra intensa capacidad de trabajo, laborando 16 horas diarias incluidos domingos y feriados, no solo por el sustento de nuestras familias, sino por la firme convicción de que nuestro trabajo es un eslabón importante para el desarrollo económico de la ciudad.
Así es, los Santandereanos, Antioqueños, Bogotanos, Tolimenses..., todos a quienes conocen como cachacos en la ciudad, hemos emprendido un viaje sin regreso para compenetrarnos con la tierra que nos vio llegar, nos abrió sus brazos y en donde hemos desarrollado todas nuestras actividades personales, económicas y sociales.”
Todos y cada uno, dispuestos a aportar nuestras habilidades, nuestro potencial: la recursividad, el empeño, la constancia, la solidaridad; puestas al servicio de una ciudad que sentimos nuestra, en la que no reconocemos diferencias y por la cual estamos dispuestos a trabajar con verraquera.
Ya no valen los regionalismos, aquí todos pertenecemos a una sola comunidad, no importa el acento, el color de piel o la ciudad de origen; lo que somos se lo debemos a Barranquilla y como tal hemos retribuido con gratitud al progreso de esta ciudad: generando oportunidades de empleo y participando activamente en todos los sectores económicos, sociales y políticos y religiosos. Creando nuevas empresas, establecimientos de comercio, aportando con nuestros impuestos al incremento de los recursos para obras del Distrito.
Estamos presentes en muchos de los mas importantes espacios de la economía: abarroteros, tenderos, ferreteros, sector siderúrgico, sector turístico hotelero, transportes, textil y confecciones, microempresarial; adicionalmente conformamos destacadas asociaciones gremiales del país como UNDECO, ASABA, COTELCO, ASOPARTES, ASOCENTRO, etc… y en ejercicio de esta representación gremial hacemos parte de las diferentes instituciones públicas y privadas como EDUBAR y la CAMARA DE COMERCIO.
Los cachacos llegamos a esta tierra con una maleta cargada de ilusiones, y ahora tenemos toda una vida colmada de satisfacción; no solo por lo logrado a nivel personal sino por haber propiciado todo un “condominio comercial” que nació en Barranquilla con el arribo de los “cachacos”.
Entonces… ¿Para qué diferenciar entre costeños y cachacos? , si todos perseguimos un mismo fin, proporcionar una mejor ciudad, un mejor lugar para vivir para nuestros hijos y la futura generación de barranquilleros.
Recordemos siempre que, ¡UNIDOS, SOMOS MÁS!