Autora: C. Lídice Duany Destrade - investigadora del Centro de Estudios Antonio Maceo Grajales -
“Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo […] Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo. […]”
José Martí, “Antonio Maceo”, Patria, 6 de octubre de 1893
Antonio Maceo, como todo individuo, fue resultado de la época en la que vivió. Desde su nacimiento en 1845 hasta su muerte en 1896, estuvo sometido a un proceso de formación de su personalidad, en el que incidieron un grupo de factores socio-históricos, familiares y psicológicos que interactuaron para lograr el resultado final, que fue la cosmovisión maceista; es decir un conjunto de ideas, conceptos, opiniones, sentimientos, representaciones sobre la realidad en que se desenvuelve, y que definieron su actitud en el complejo contexto de la segunda mitad decimonónica de lucha de clases y trasformaciones revolucionarias.
Ya superado el parcial criterio de que el héroe fue sólo un extraordinario caudillo militar, se le reconoce como portador de un ideario elaborado en función de dar respuesta a las urgentes necesidades sociales, el cual se desarrolló inmerso en la praxis revolucionaria y se expresa en la documentación generada por él en la cual dejó explicitas sus valoraciones socio-políticas.
Una mirada panorámica a esta permite precisar como concepto básico: La Patria, del cual no se encuentra una definición acabada, pero se descubre un contenido que está en correspondencia con un individuo que, en sus propósitos revolucionarios, va más allá de un interés clasista o personal, y responde a una toma de conciencia de la realidad general del país, de sus habitantes y, –cuando conoce otros países– de otras naciones igualmente colonizadas.
Superando la visión de muchos, y acorde con el proceso de consolidación de la nación y nacionalidad cubanas, “El Titán de Bronce” asume La Patria no sólo como el terruño donde la familia tenía sus propiedades, sino como toda La Isla, por la que siente un amor totalizador, por eso cuando escribe, ensalza el amor y el compromiso que siente por ella.
Pero, además, se percibe un compromiso no sólo con su país natal, sino con otros países que padecían de los males propios del colonialismo, e integra a su compromiso social, uno más amplio, el que tiene con la humanidad, cuando sentencia: “Mi alma y mi corazón que siempre han sido para Cuba y bien de la humanidad […]”.
A partir de esta asunción de La Patria, todo el pensamiento maceista se caracteriza por un contenido radical, entre ellas las líneas socio-políticas rectoras: el independentismo, el republicanismo y la solidaridad latinoamericana.
Al examinar la sociedad colonial cubana del siglo XIX “[…] en la que es tradicional e invariable un sistema de explotación de la colonia, que hace ineficaces la iniciativa y laboriosidad de sus habitantes […].”, y de “[…] la vejaminosa esclavitud a trescientos mil negros que hacen sus nidos en la más cruel opresión.” , distingue al colonialismo y al esclavismo como las causas primeras de los males sociales que afectaban a La Patria, e incorpora su visión de la independencia y el abolicionismo como los ideales que guiarán su conducta revolucionaria, y que le otorga a sus concepciones políticas una significativa y recurrente evaluación moral.
Exterioriza Maceo un conjunto de ideas en las cuales revela, como cardinal, la contradicción entre metrópoli y colonia, que reconoce en la sociedad colonial cubana del siglo XIX y que define como antagónica, en tanto […] razones fundamentales de moralidad, de justicia y de la libertad, niegan la posible conciliación del ideal que alimenta el corazón de todo cubano, con el desapoderado interés del Gobierno español , e identifica el independentismo como el bien moral asociado con “[…] el porvenir de la Patria.” , y de los ciudadanos que conviven en ella, asumiendo que “[…] no hay más salvación que la independencia absoluta de Cuba, no como fin último, sino como condición indispensable para otros fines ulteriores más conformes con el ideal de la vida moderna […]”
El pensamiento maceista tiene como principio neurálgico el independentismo, opción ideológica que asume, no arrastrado por los sucesos políticos de la época, sino debido a una convicción individual surgida y atizada por una interpretación objetiva y consciente del sistema de explotación y desigualdad de la colonia, de los conflictos, contradicciones y grupos sociales implicados en el desarrollo social de Cuba.
Para Maceo sólo una patria soberana y libre garantizaría eliminar la degradante situación moral que caracterizaba el país en el siglo decimonónico y la construcción de una sociedad nueva, buena y justa para Cuba y sus habitantes.
Aspiración post bélica visualizada en una República Democrática “[…] organizada sobre bases sólidas de moralidad, justicia, es el único gobierno que garantizando todos los derechos del ciudadano es a la vez su mejor salvaguardia con relación a sus justas y legítimas aspiraciones porque el espíritu que lo alimenta y amamanta es todo de libertad, igualdad y fraternidad […]”.
Desarrolla una concepción republicana, en la cual reconoce que esta organización social aspirada, debía garantizar el desarrollo multilateral de la personalidad humana, eliminando, para ello, los privilegios y las desigualdades, dirigida por cubanos y para los cubanos, en la cual los individuos gozasen de libertad.
Reconoce, además, acorde con las ideas fisiócratas de la época, el papel del trabajo agrícola en la producción de la riqueza para el país y el individuo, y en la agricultura la fuente de riqueza, garante de la propiedad bien adquirida y del bienestar personal, familiar y nacional.
Ajustado a la comprensión de la independencia como condición indispensable para propiciar una sociedad cubana futura, de acuerdo con los ideales liberales de la época, rechaza las diferentes posiciones políticas que se expresaron en el escenario cubano y que establecían soluciones antinacionales como el anexionismo.
Maceo desarrolla sus ideas antianexionistas y antingerencistas. A los que advertían en la anexión y la intervención norteamericana una solución a la problemática social cubana, les afirma que no considera “[…] provechosa al porvenir de Cuba la intervención americana […]”, y que esta “[…] no debe ni puede esperar soluciones extrañas; su porvenir está en hacerse reina absoluta de sus destinos y recoger a sus hijos proscritos por la tiranía de su opresor”.
Alerta que esta opción amenazaba la libertad de La Patria, encadenándola a un nuevo amo y comprometiendo su libertad política y económica, sosteniendo una posición antimperialista, frente a la amenaza imperial de intervenir en la guerra; en este sentido es firme cuando apunta:
“Pero quien intente apropiarse de Cuba recogerá el polvo de su suelo anegado en sangre, si no perece en la lucha. Cuba tiene muchos hijos que han renunciado a la familia y al bienestar, por conservar el honor y la Patria. Con ella pereceremos antes que ser dominados nuevamente; queremos independencia y libertad.”
Antonio Maceo no niega el apoyo de unas naciones a otras. Particularmente entre las que ya libres, puedan brindar ayuda material y humana a aquellas que aún no han logrado la libertad.
Partiendo de este reconocimiento y de la necesaria unidad entre las Repúblicas Hispano-Americanas, desarrolla su idea de la solidaridad latinoamericana, basada en factores geopolíticos, en tanto naciones hermanas no sólo por la posición geográfica, sino también porque fueron afectadas por el mismo fenómeno, el colonialismo, que cercenó su desarrollo como país y de cada uno de sus habitantes.
El futuro de Latinoamérica debía de ser, para Maceo, de unidad entre las naciones, como factor necesario para su desarrollo, persuadido de que “[…] la causa de la civilización de la humanidad es solidaria entre los hombres, la libertad, que es el medio en que aquélla tiene que desenvolverse y progresar, debe ser solidaria entre las Naciones libres, y lo es, en efecto”.
Refiriéndose al futuro de Cuba independiente, vaticinó: “[…] debemos formar una república asimilada con nuestra hermana de Santo Domingo y Haití.” , y que a Cuba y Venezuela debían de unirlas, para siempre “[…] relaciones de amistad y comercio […]”
Llegado a este punto vale destacar que estas ideas fueron elaboradas por Maceo para una época histórica, pero son expresión universalizadora de los atributos que deben caracterizar la existencia humana, que abarca desde el reconocimiento de los derechos inalienables que tiene toda nación de ser soberana, el compromiso social que debe asumir toda organización política para garantizar el contexto idóneo del pleno despliegue de la esencia humana y la necesaria solidaridad entre las naciones hispanoamericanas.
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
1.- Carta de Antonio Maceo a Fernando Figueredo Socarrás, Kingston, en Antonio Maceo. Ideología política. Cartas y otros documentos, vol. II, 24 de noviembre de 1886, p. 296.
2.- Carta de Antonio Maceo al Señor Magín Puig, 1º de julio de 1895, Ibídem, vol. II, p. 28.
3.- Proclama de Antonio Maceo Grajales A los habitantes de Turk Islands, septiembre de 1880, Ibídem, vol. I, p. 146.
4.- Comentarios de Antonio Maceo Grajales a la carta que dirigió al general Camilo Polavieja, Jamaica, 14 de junio de 1881. Ibídem, pp. 157- 158.
5.- Carta de Antonio Maceo a Eusebio Hernández, New York, 30 de julio de 1885, vol. I, Ibídem, p. 222.
6.- Comentarios de Antonio Maceo Grajales a la carta que dirigió al general Camilo Polavieja, Jamaica, 14 de junio de 1881. Ibídem, pp. 157- 158.
7.- Carta de Antonio Maceo a José Martí, Bajo Obispo, 15 de enero de [1888], Ibídem, vol. I, p. 309.
8.- Ver Carta de Antonio Maceo al general José Maceo, 1º de julio de 1896, Ibídem., vol. II, p. 235.
9.- Carta de Antonio Maceo a Alberto J. Díaz, El Roble, 15 ó 16 de julio de 1896, Ibídem., vol. II, p. 244.
10.- Carta de AMG a Rodolfo Méndez y a Carlos Varona [Veracruz, abril de 1885], Ibídem., vol. I, p. 216.
11.- Carta al director de El Yara, San Pedro, 13 de junio de 1884, Ibídem., vol. I, p. 197.
12.- Carta de AMG al general Joaquín Crespo, presidente de la República de Venezuela, El Cauto, 30 de octubre de 1895, Ibídem., vol. II, p. 92.
13.- Ibídem
14.- Ibídem