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NO SE MUEVE NI LA HOJA DE UN ÁRBOL

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Pablo Elías Sánchez Quintero

 

 

Pablo Elías Sánchez Quintero

Comerciante - Barranquilla, Colombia

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Autor: Euclides Ardila Rueda

El título de esta página se lee en las Sagradas Escrituras y, sin dudarlo, debería tenerlo presente no sólo en esas lecturas, sino en cada una de las situaciones que le ocurran en su vida.

Cuando no tenga explicación del “porqué” de las cosas, piense en esta línea; hágalo también cuando el mundo le sonría, cuando el lustre y el matiz de su rostro se vuelvan opacos y, sobre todo, cuando la tristeza le quite el desaliento.

No se mueve ni una hoja de un árbol sin que Dios lo permita’. ¿Sabe? No es una frase cualquiera, ella encierra un gran mensaje.

Las cosas ‘llegan’ y ‘se van’ por algo; lo que sucede es que, en el momento de la tribulación, usted no alcanza imaginar cuál es el propósito que Dios quiere. Lo mejor es que más allá de lo que el mundo le traiga, por muy duro que sea el dolor, debe asumirlo con dignidad para seguir adelante. Al final, podrá reconocer que todo tiene una razón de ser.

Cada día, al levantarse en las mañanas, dele gracias a Dios porque así Él lo permite. Y sea agradecido por muchas cosas más: por el aire que respira, por el sol, por la taza de café que hoy tiene en sus manos, por el brillo de sus ojos, por la ternura de un niño, por la gente que está a nuestro lado, en fin..., por la vida misma.

Todo se lo da Dios; pero también todo se lo quita, cuando así lo decide.

Debe dar gracias al Creador por el problema, por la enfermedad, por el dolor, por la alegría, por las adversidades; es decir, por todo. Porque Él sabe que eso que le pasa es lo mejor para usted en ese momento, aunque al principio no lo entienda.

Y cuando el semáforo de su vida, que va  a toda prisa, se ponga rojo y esa luz lo haga detenerse cuando más rápido quiera llegar; no se enoje … ¡por algo será!

Reflexión

Muchos de los problemas que las personas enfrentan son sencillos de resolver. Sólo bastaría con pronunciar un “” o un “no”, o asumir determinada actitud. A veces aumentamos la magnitud de las dificultades y, de paso, experimentamos la sensación de que las soluciones no están al alcance de nuestras manos. ¡Más vale no armar tormentas en vasos de agua!

Historia

Hay que ver el amor que siente Don Pedro por su profesión. ¡Él es lustrabotas! Dentro de poco cumplirá 46 años ganándose la vida con este sencillo trabajo.

Él vive feliz porque, según explica, “con este oficio he logrado sacarle mucho brillo a mi vida y he podido construir un bello hogar”.

Su humildad, el amor por su labor y, sobre todo, su eterna gratitud a Dios por la vida que le permitió seguir, lo convierten en un gran hombre.

Él nos enseña que el mejor homenaje que se le puede brindar a Dios consiste en expresarle la gratitud, y que ella debe nacer en un corazón noble y lleno de bondadosas intenciones.

Una vez le preguntaron a Don Pedro que si se enterara de que le quedaban 5 minutos de vida, ¿qué haría? Así respondió:

— “Si eso me pasara, tomaría una línea telefónica y llamaría a todas las personas que amo en la vida, sólo para decirles, ¡mil gracias!”.

Su respuesta sirvió para comprender que el mejor tiempo para agradecer por nuestra vida y lo que nos regalan los demás, es “ahora”. Para ser agradecidos, no debemos esperar el final.

Por eso, si usted es de los que se tapa los oídos con la almohada y gruñe de rabia cuando suena el despertador, le conviene cambiar de actitud. Es mejor ofrecer gracias a Dios porque aún puede oír.

Tampoco le dé pereza levantarse; agradezca que aún tiene fuerzas para ponerse en pie a un nuevo día, ya que hay muchos seres postrados que no lo pueden hacer. Si la comida no estuvo tan ‘buena’ como lo esperaba, es hora de dar gracias a Dios. Al menos usted no está en la interminable lista de seres que en el mundo se van a acostar hoy con hambre.

Por último, no maldiga porque tiene que ir al trabajo. Más bien agradezca que cuenta con una oficina que lo está esperando, sólo para que ejerza su bella profesión; una tan digna como la del lustrabotas de esta historia.

Plegaria

Dios mío: tengo tantos sueños que, para realizarlos, necesito salud, fe y disciplina. También requiero del amor y del aliento que me dan las personas maravillosas que usted coloca en mi camino. No sé si todo lo que sueño se hará realidad; pero sí sé que mi vida está en sus manos. ¡Y eso es mejor que todas mis esperanzas juntas!


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