Autor: Gustavo Álvarez Gardeazábal
El manejo que le han dado al chikunguña ha sido un desastre por equivocado y por mentiroso. Como se trata de una enfermedad de tierra caliente, no preocupa a las personas que mandan en este país desde la capital de la República.
Y como se trata de una enfermedad que da en la provincia, y de repeso se dijo que iba a afectar fundamentalmente el Caribe, no se le dio la importancia y el tratamiento que hubiera tenido si el foco hubiese aparecido en La Calera.
Para acabar de completar, le disminuyeron su gravedad y dijeron una y otra vez que el chikunguña no mataba y bajaron la guardia.
Acaba de salir un informe de las mismas autoridades de salud que indica que por lo menos hay ya 25 muertos por las complicaciones que la enfermedad crea, y que no se advirtieron, y que antes de diciembre habrá medio millón de contagiados retorciéndose del dolor.
Si hubiesen repartido toldillos como reparten condones. Si hubiesen promovido el uso de repelentes, regalándolos o anunciándolos, y aumentado la fumigación casera o pública, la peste no habría cogido tanta ventaja.
Pero como la prevención de enfermedades como esa se paga con plata de los entes territoriales y no del Gobierno Nacional y como la campaña de socialización de la peste se limita a no alarmar, a mandar recoger vasijas viejas y no a advertirle a los ancianos el peligro que corren si les pica el mosquito y los infecta, el chikunguña va a matar más gente y nadie va a decir nada ni a cobrar nada.
Todavía es hora de una campaña masiva. No importa crear el pánico. Es mejor asustar que ver morir.