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La Pujanza Santandereana (II)

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Ernesto McCausland Sojo - Escritor, Periodista, Director de Cine (1961 - 2012) Barranquilla, Colombia

 

Autor: Ernesto McCausland Sojo

Jamás una de estas columnas había causado tanta polémica, al punto de que si cada persona que levantó su voz para librar del oprobio a Vicente Fernández asiste al concierto, este será un lleno impresionante. Pero el día martes no era eso lo que más me preocupaba.

Undeco, una entidad gremial por la que siempre he profesado una gran admiración y con la cual he colaborado irrestrictamente, se declaraba ofendida, y lideraba una convocatoria para pronunciarse en mi contra.

Vicente FernandezAlgunos queridos amigos, vinculados a la colonia paisa en Barranquilla, me habían llamado preocupados, pues los estaban citando a la convocatoria sin tener ellos velas en este entierro. Con el alto sentido de la solidaridad que los caracteriza, me aseguraron que no asistirían a una rueda de prensa citada para el efecto.

Muchos integrantes de la colonia santandereana estaban irracionalmente furiosos. Llegando a lanzar en mi contra insultos personales o a afirmar que me habían pagado por la columna.

Pero ese no era el principal problema. Me preocupaba la reacción de la colonia santandereana en pleno, como quiera que la columna de marras no hacía alusión a toda ella, sino simplemente una parte, los hoteleros, los cuales —lo reconozco de sobra— tenían pleno derecho a replicar.

Tan no era xenófoba la columna, que decía textualmente:

“La necedad está en la idea original de cargarle a la nobleza de la colonia santandereana la sostenibilidad de un espectáculo”.

Unos meses atrás, en otra columna titulada “La pujanza santandereana”, había escrito: “Suelo imaginarme a Barranquilla sin santandereanos y la respuesta conduce al vacío. Ellos, con su laboriosidad, su don de gentes, su prudencia y todo el acervo de cualidades que los caracteriza, han contribuido sin duda a hacer de esta la mejor ciudad para vivir en Colombia.”

Carnaval de BarranquillaEntonces, ¿por qué pretender cargarle al columnista un supuesto rencor xenófobo que no existe y que estaba cargado de evidencias contrarias? No lo sé.

El caso es que cundieron las buenas mediaciones, las buenas intenciones, y ese mismo martes, en vez de rueda de prensa, terminamos conversando con franqueza con los ofendidos.

Debo decir que, si había malas expectativas, estas se disiparon muy pronto. Esa misma nobleza santandereana quedó en evidencia de inmediato. Los corazones pronto se desarmaron con la actitud de los empresarios hoteleros, quienes hablaron con franqueza, algunos con voz trémula, otros con los ojos humedecidos, todos dando cuenta de lo profundamente heridos que se habían sentido.

Uno de ellos me contó que a los once años había atendido una tienda familiar y que se había propuesto superarse en la vida, al punto de que hoy era dueño de varios hoteles. Era el caso de casi todos. Se habían superado admirablemente.

Lo primero que dije cuando tomé la palabra fue que agradecía la gallardía de los presentes, al tiempo que lamentaba que se hubieran pronunciado en mi contra insultos e infundadas acusaciones.

Hotel Génova, Barranquilla, ColombiaAfirmé igualmente que no era el momento para desmenuzar las críticas contra algunos integrantes del sector hotelero, sino que, por el contrario, de reconocer y celebrar el aporte de ellos en la construcción de una mejor ciudad.

Al final, mutuas excusas y mi compromiso firme de hacerlo públicamente, tal como ahora lo hago, y con la mejor disposición.

En cuanto a Vicente Fernández debo decir que jamás claudicaré en mi derecho a la crítica, y más aún a defender el Carnaval de Barranquilla y nuestra valiosa cultura Caribe. No tengo nada contra los gustos culturales de las diversas colonias, e incluso los admiro, pero algunos costeños coincidimos en que en ciertas regiones se están perdiendo espacios, al punto de que en muchos pueblos de la región las fiestas se abren hoy día con cabalgatas, producto de un poderío económico que vuelve frágil la cultura.

En medio de tantos ácidos mensajes, alguien me enrostró mi ancestro escocés. Pero mi bisabuelo no vino aquí a pasearse en falda a cuadros ni a imponerle nada a nadie, y su descendencia y vivirá en pleno desde hoy, como lo harán con toda seguridad muchos miembros de nuestras siempre bienvenidas colonias.

 

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