Condensado de un artículo de la Sección de Historia del Estado Mayor General del Ejército de Chile.
Un marino chileno fue quien efectuó el salvamento de los compañeros de Shackleton intentado antes en vano.
Hace 100 años, el 28 de agosto de 1915, el buque Yelcho, de la Armada de Chile, llegaba a la Isla de los Elefantes, perteneciente a las Shetland del Sur, donde se encontraban veintiún compañeros de Sir Ernest Shackleton, desde hacía más de cuatro meses, abandonados a su suerte. La Yelcho había tenido que vencer audazmente tormentas y mares helados que surcaban témpanos flotantes y cerraban espesas nieblas.
A comienzos de 1915, la expedición británica de Shackleton, que había intentado atravesar el continente antártico pasando por el Polo Sur, se encontró en el Mar de Weddell, completamente bloqueada por el hielo, a 69 grados de latitud Sur y con temperaturas tan bajas que el termómetro alcanzó a marcar 46 grados centígrados bajo cero. La situación se agravó con la pérdida del Endurance, el buque en que llevaban los víveres, instrumentos y equipos.
En la imposibilidad de regresar al Norte con los trineos, dada la configuración de los témpanos que los cercaban, tuvieron que excavar refugios en las paredes de hielo del mismo banco que iba flotando a merced de los vientos, y abandonar en el buque náufrago la mayor parte de las provisiones.
Después de afrontar los mayores peligros, el 15 de abril de 1916, lograron arribar a la Isla de los Elefantes. La última parte del recorrido la habían hecho en los botes o a pie, arrastrando las embarcaciones con las postreras fuerzas que les quedaban. Desde el mes de enero, faltándoles ya los alimentos calculados como necesarios para el regreso al mundo habitado, y siendo poco abundante la caza de lobos de mar y de pingüinos, habían empezado a matar los perros de los trineos para poder subsistir, sin recurrir a las reservas de víveres secos.
Una vez en la Isla de los Elefantes, en vista de que su gente no estaba en condiciones de seguir avanzando por el estado de agotamiento en que se encontraban, Sir Ernest mandó cavar en la muralla de hielo una cueva a donde no alcanzasen las olas y en la cual pudiesen refugiarse los expedicionarios. Esto ocurría seis meses después del naufragio del Endurance.
Sir Ernest, que había equipado un bote de seis y medio metros de largo y provisto de una vela, se lanzó al mar abierto, el 24 de abril acompañado de cinco hombres, en busca de auxilio y de recursos. El lugar habitado más próximo era la estación ballenera de Georgia del Sur, distante 750 millas de la Isla de los Elefantes. Esta travesía, por si sola, constituye una hazaña digna de ser perpetuada en la Historia.
Dieciséis días tardó el valiente explorador en atravesar los mares y desiertos helados, hasta llegar a las playas de la Isla de Georgia del Sur, cuyos ventisqueros salvó luego a pie con dos de sus compañeros, para llegar por fin a la estación ballenera.
Allí se le proporcionó un buque de ochenta toneladas, en el que salió el 23 de mayo con socorros para sus compañeros. Detenido por los hielos que obstruían el acceso a los mares del Sur, se trasladó entonces a las islas Malvinas; desde allí telegrafió a Inglaterra, donde nada sabían de la expedición desde principios del año 1914.
A mediados de junio, el Gobierno de Uruguay puso a disposición de Shackleton un buque en el cual logró llegar hasta sólo veinte millas de distancia de la Isla de los Elefantes, sin que fuese posible tampoco el salvamento de los náufragos.
Shackleton siempre animoso, decidió recurrir al Gobierno de Chile, en solicitud de medios más eficaces, ya que los buques de que había dispuesto hasta entonces habían resultado inapropiados cuando se trataba de penetrar en los mares de hielos flotantes.
En los primeros días de julio, la Asociación Británica de Magallanes, la ciudad más austral de Chile, fletó y equipó un buque de 73 toneladas, con el cual intentó, por tercera vez llegar hasta la Isla de los Elefantes. Al comienzo, el viaje se hizo al remolque de la escampavía Yelcho, de la Armada Nacional, facilitada por el Gobierno de Chile; después der 23 días de navegación, en medio de tempestades infernales, el valeroso explorador comprendió que era imposible seguir adelante y resolvió regresar a refugiarse en las Malvinas y allí volvió a buscarlos la escampavía chilena.
Entre tanto habían transcurrido cuatro meses; sus compañeros debían encontrarse al cabo de sus fuerzas, tal vez unos muertos, los demás sin víveres; cuando se abrigaban pocas esperanzas de acudir a tiempo para salvar a estos desventurados expedicionarios, el Piloto Luis A. Pardo recibió instrucciones telegráficas de las autoridades navales chilenas para intentar con su escampavía el salvamento tres veces frustrado.
El 23 de agosto, la Yelcho zarpó de Punta Arenas, con Shackleton a bordo; el 26 salieron de Ushuaia; el 28, después de navegar entre montañas de hielo, avistaron la Isla de los Elefantes; allí hallaron a los exploradores, quienes se encontraban en buena salud, pero tocando ya los límites de la resistencia: les quedaban víveres únicamente para tres días, y nada más que unos cuantos fósforos.
Son indescriptibles las escenas que se desarrollaron entre salvados y salvadores; después, los náufragos, con sus instrumentos y los pocos víveres que aun les quedaban, se embarcaron en la Yelcho; a las 2.25 de aquel día, antes de que oscureciera, se hizo rumbo al Norte, y a eso de las nueve de la noche lograron salir de la zona peligrosa de los témpanos y de las neblinas cerradas. La navegación continuó hasta Magallanes con mar gruesa y vientos desatados, y vitoreando siempre a Chile y a su Gobierno.
Cupo, pues, al piloto de la Armada de Chile, don Luis A. Pardo, devolver a la vida civilizada a este grupo de pioneers del descubrimiento y de la investigación del Continente Antártico. Varias sociedades científicas de Inglaterra lo honraron incorporándolo al número de sus Miembros Honorarios y el Consulado General de Chile en Liverpool, reconoció, con expresiones de agradecimiento por su abnegado concurso a la salvación de los valientes compañeros de Sir Ernest Shackleton.
(De la sección de Historia del Ejército de Chile, Selecciones 1942)