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Recordando a Charles Atlas

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José Antonio Nieto Ibáñez - Escritor, Historiador - Delft, Holanda

 

Autor: José Antonio Nieto Ibáñez

Viendo que ya hemos alcanzado los 65 años y teniendo mucho tiempo para pensar más en el pasado que en el futuro, me puse a recordar la figura de Charles Atlas y su relación en mi propia existencia.

En estos tiempos modernos, con las facilidades que nos brinda Internet, pudimos llegar rápidamente a los siguientes datos: Charles Atlas, quien en realidad se llamaba, Angelo Siciliano y había nacido en Acri (Calabria), en Italia; vino al mundo el 30 de octubre de 1893 y murió de infarto el 23 de diciembre de 1972. O sea, que alcanzó los 79 años.

Charles AtlasNo vamos a entrar en los detalles de vida, pues esos los puede encontrar cualquiera en la página Wikipedia. Solo quiero recordar que la última vez que escuché hablar de él fue en el 2003, cuando en un gimnasio de la ciudad de Valparaíso (Chile) en donde practicaba ejercicios con pesas (muy americanamente llamado “bodybuilding” o Fisicoculturismo); el entrenador me contó cómo había terminado la farsa de Charles Atlas y su “Tensión Dinámica” como método de desarrollo físico contrario al tradicional con pesas; cuando un vecino lo descubrió en el sótano de su casa “comiendo hierro” y enseguida se hizo público el engaño a que nos había sometido.

Sólo quiero contarles una anécdota mía en ese respecto. Allá por el ańo 58, Charles Atlas (El primer aviso de Charles Atlas apareció en La Prensa y El Heraldo, en 1947), estaba en la cumbre de su fama y quien este artículo escribe siendo por entonces un muchacho de 14 años, pidió a su padre le comprara un curso de tensión dinámica. Naturalmente, a los pocos meses lo recibió como regalo de fin de año.

Estudiaba el autor de este trabajo en el siempre bien recordado Instituto Barlovento, entidad educativa dirigida por el querido profesor, Jorge Báez Cortés.

Estando un fin de semana en casa, con mucho entusiasmo, se puso a revisar las instrucciones del curso de marras encontrando que, además de los ejercicios, se planteaba allí un régimen alimenticio muy saludable; pero, apenas realizable en una ciudad como la Barranquilla de esa época.

Charles AtlasImponía el señor Atlas, que el alumno no sólo debía seguir al pie de la letra la metodología de los ejercicios, sino que, aparte de una dieta sana, debía consumir pan integral y tres litros de leche al día.

Lo primero, quiero decir, lo del pan integral era muy difícil, pues para entonces el panecillo blanco estaba muy arraigado en el régimen alimenticio de la población; era, por ende, muy dificultoso obtener pan negro (como le llamaban al integral).

En cuanto a la leche, sí; pero, había otro pero: debía ser leche entera; con toda su grasa; lo cual era también “pedir peras al olmo”.

Sin embargo, la madre del autor de este artículo, consiguió que se la trajeran directamente de una finca ganadera, cercana a Barranquilla. José Nieto comenzó a consumir los recetados tres litros y, a los pocos días, su estómago empezó a resentirse.

Charles AtlasUn buen día, estando en clases en el Barlovento, alguno de sus compañeros, soltó una ventosidad de las más peligrosas; de las silenciosas, que son, según los expertos las más atrevidas por aquello de tomarlo a uno por sorpresa.

El profesor Báez al ver la intranquilidad de los muchachos los mandó a salir del salón de clases y acto seguido preguntó muy bogotanamente:…

— ¿Quién de los alumnos ha dejado salir un pedo?

Naturalmente, todos se miraron extrañados, pues no conocían esa palabra “pedo”, ya que para el costeño, “peo” era lo normal. Volvió entonces a preguntar:

— ¿Quién carajo se tiró un peo?

Y los alumnos, reunidos como estaban en el patio, contestaron casi al unísono:…

— !Fue Nieto profesor Báez, fue Nieto!

Y Nieto, quien se había quedado tranquilamente en su asiento (el último contra la pared), hasta donde no había llegado el olor, dijo:

— !Eso es mentira, profesor!, pero nadie le creyó.

Desilusionado y bastante avergonzado, regresó a su hogar y, con lágrimas en los ojos, le contó a su madre lo sucedido en el colegio. Desde entonces, se olvidó de Charles Atlas para siempre y volvió a su dieta barranquillera, sin excluir el tradicional “sancocho de tienda”.

Unos meses más tarde, empezó a entrenar con pesas en el gimnasio del señor Chapman, a mí entender el más popular que tuvo Barranquilla.

Recuerdo que a la entrada del mismo podía leerse un cartel que decía:

Mente Sana en Cuerpo Sano”.

 

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