CONTENIDO.- Año 1817.- Fusilamiento de Policarpa Salavarrieta.- Restablecimiento de la Compañía de Jesús.- Año 1818, Sámano, Virrey de Santafé.- Año 1819, Sámano activa los aprestos militares contra Casanare.- Acertado plan del General Santander en esta campaña.
Años 1817 a 1819
Como digno sucesor del asesino Pablo Morillo y bajo el título de Gobernador Militar y Comandante de la tercera división del ejército expedicionario, el Brigadier don Juan Sámano quedó gobernando en la ciudad. Las cárceles continuaron atestadas de presos, las ejecuciones a los patriotas siguieron su curso y Sámano se declaró su cruel perseguidor.
Con el exterior de un hombre religioso, devoto y fanático, nada había perdido de la dureza característica a casi todos los jefes españoles de América.
Creía ser un acto meritorio ante Dios el mandar pasar por las armas a los insurgentes o rebeldes; pocas semanas corrían sin que se saborease con el suplicio de algunos. Los suceso ocurridos en varias provincias, después de la partida de Pablo Morillo, dieron a Sámano ocasión para ejercitar su fiereza.
Una de las provincias que más se distinguió en la lucha por la independencia, fue la de Casanare: los indios, que habitaban en los pueblos de Tame, Macaguane y Betoyes, acaudillados por fray Ignacio Mariño, quien desde el principio de la revolución había hecho la guerra a los españoles, organizando guerrillas y aún partidas considerables de tropas, comenzaron a hostilizar a los expedicionarios por cuantos medios estaban a su alcance.
El Coronel Bayer mandaba en Casanare una columna volante que perseguía a los republicanos; éste salió de Pore a hacer un reconocimiento hasta los llanos de Cuiloto. En el acto marchó Rodríguez a sorprenderlos, fueron rodeados cayendo en poder de los independientes, en represalia de los asesinatos cometidos por Morillo y sus subalternos.
En Pore existía una guarnición española y para engañarla mejor, se vistieron los patriotas con los uniformes que habían tomado. Disfrazados de esta forma sorprendieron a aquella tropa apoderándose de la capital. Sus moradores desplegaron inmenso patriotismo y amor a la Independencia, defendiendo su libertad con la lanza y el caballo.
Ramón Nonato Pérez se hizo cargo del mando en jefe, repeliendo a los españoles cuántas veces quisieron invadir a Casanare. La noticia de la pérdida de esta Provincia y las que se difundieron en los Andes granadinos, de que los llaneros seguían prontamente a invadir a Sogamoso y la Provincia del Socorro, llenó de consternación al Gobierno Real, cuyas fuerzas estaban divididas en puntos bien distantes; inmediatamente comunicaron los jefes órdenes muy estrictas para que se reunieron en Sogamoso, a fin de contener cualquier invasión para ir en contra de los patriotas.
Cuando el Gobierno español conoció de la insurrección de Casanare, José Hilario Morales, antiguo oficial venezolano, consiguió reunir algunos hombres, con los cuales formó una guerrilla en las cercanías de Anserma. Con tales movimientos comenzaron a levantarse otras güerillas contra el Gobierno del Rey Fernando, especialmente en las provincias de Socorro y Tunja.
En la del Socorro, distinguióse la de la Niebla. Fue ésta la más temible y que hiciera más daño a los españoles. A pesar de los grandes esfuerzos por destruirla totalmente jamás lo pudieron conseguir; batida y dispersada en algún lugar, aparecía en otro, como la neblina, que llega y desaparece. Los habitantes patriotas la socorrían en cuanto les era posible; esta conducta dio motivo a Juan Sámano para seguir derramando la sangre americana.
Afortunadamente, en aquellos mismos días dispuso el Virrey Montalvo que la Real Audiencia se trasladara a la capital, donde, conforme a las leyes debía residir ordinariamente. El 23 de mayo (1817) este supremo tribunal, compuesta de los Oidores Jurado y Cabrera hizo su entrada triunfal en Santafé en medio de la suntuosidad española, ya que los jefes querían darle prestigio ante los pueblos.
Poco después se le agregaron los Ministros don Hilario Chica y don Miguel Novas; comenzaron entonces, bajo su autoridad, a tener algún influjo las leyes que antes habían callado por el despotismo militar. La Audiencia se manejó bastante bien, y tomando conocimiento de muchas causas pendientes, a ningún patriota se condenó al último suplicio.
Poco después, el 18 de junio, el Virrey Montalvo mandó publicar el indulto que en el mes de enero había concedido Fernando VII, con motivo de su matrimonio con una Princesa de Portugal.
Su publicación y la benigna conducta de la Real Audiencia enjugaron algún tanto las lágrimas y sufrimientos de las familias granadinas. Las cárceles quedaron vacías, con gran disgusto de Sámano, que opinaba por un severo castigo de los rebeldes.
El Brigadier Sámano comunicó a Morillo las noticias de la sublevación de Casanare y de las guerrillas que se habían formado. En respuesta, Morillo le concedió desde Cumaná las amplias facultades que nuevamente le había conferido el Rey Fernando para juzgar militarmente, y por Consejos de Guerras verbales, a todos los que cometieran el delito de infidencia.
Participóle también Sámano el proyecto que meditaba de bajar en el verano próximo a los Llanos de Casanare con una fuerza respetable de infantería y caballería, para escarmentar y perseguir a los malvados insurgentes.
El 1º de agosto, Morillo le contestó que juzgaba la operación muy riesgosa porque los caballos de la cordillera no servían absolutamente para hacer la guerra en las llanuras de Oriente, y que tampoco servían los jinetes.
En seguida concluía Morillo aconsejando a Sámano que se limitara a defender el Nuevo Reino de Granada, ocupando las avenidas de la cordillera, mientras que él podía pacificar la isla de Margarita, para entonces marchar nuevamente a la Nueva Granada, si las circunstancias lo exigieran.
Siguiendo el consejo de Morillo, las fuerzas militares del Virreinato de Santafé se mantuvieron siempre sobre la cordillera; cuantas veces quisieron bajar al Llano se vieron obligados a retroceder. Casanare fue la única Provincia granadina que por sí misma recuperó su libertad del despotismo español.
Policarpa Salavarrieta
Escudado el Brigadier Sámano con las amplias facultades que Morillo le había concedido, ya no tuvo freno alguno que lo contuviera en Santafé para seguir asesinando a cuantos cometían el “terrible delito” de la insurrección.
Más ninguna muerte hizo en aquella época desastrosa una impresión tan fuerte sobre los habitantes de la Nueva Granada, ni demostró más claramente hasta dónde llegaba la crueldad de los jefes españoles, como la muerte de La Pola, como cariñosamente se le llamaba.
Ésta era una joven entusiasta por la Independencia de su Patria; en cuanto le era posible favorecía a los patriotas oprimidos y a los que resolvían irse a los Llanos de Casanare, de donde esperaba que viniera la libertad. Amaba y era amada de Alejo Sabaraìn, oficial que había sido de la República y a quien los españoles condenaron a servir de soldado raso.
Valiéndose del influjo que tenía sobre el joven Sabaraín, le persuadió que huyera de la esclavitud y se fuera a Casanera con otros compañeros, porque, descubierta una conspiración que se había tramado en Santafé, no había ya esperanza de sacudir el yugo español por una conmoción interna.
La Pola dispuso lo necesario para la fuga de ocho personas, de las cuales cinco eran militares; igual consiguió estados bien exactos de todas las fuerzas que los españoles tenían en la capital y en las provincias vecinas, a los que añadió listas de los patriotas y demás sujetos en quienes se podía confiar, todo lo cual enviaba a los jefes republicanos en los Llanos.
Sabaraìn y sus compañeros fueron descubiertos y aprehendidos en su fuga. Las cartas y demás documentos vendieron a la Salavarrieta, que fue igualmente sepultada en un calabozo. Siguiose el proceso militarmente, y esta joven manifestó desde el principio de su causa mucha presencia de ánimo y un valor inalterable.
A ninguno comprometió en sus declaraciones, y los jueces no pudieron hacerle confesar de dónde había conseguido las informaciones que remitía a los patriotas. Al fin, ella y sus siete compañeros fueron condenados por un Consejo de Guerra a ser fusilados por la espalda.
Oyó la sentencia con una tranquilidad pasmosa, preparándose a morir cristianamente, como una gran heroína. Con paso firme marchó al patíbulo, increpando a los españoles su bárbara crueldad, exhortando a sus compañeros a que muriesen con el carácter y valor de hombres libres, y anunciando en alta voz que bien pronto sería vengada su sangre por los libertadores de su Patria.
Fue ejecutada en la Plaza Mayor de Santafé el 14 de noviembre de 1817, aturdiendo con su firmeza aún a sus mismos verdugos. No hubo corazón sensible que no deplorase la muerte prematura de esta valiente mujer, sacrificada por la Libertad. La Patria agradecida debe conservar la memoria de Policarpa Salavarrieta.
A tiempo que Sámano hacía este sacrificio en la Capital, se hallaba muy alarmado, los mismo que todos los de su partido, a causa de la guerrilla formada los hermanos Vicente y Ambrosio Almeida, a quienes varios soldados desertores se la habían unido, y sabiendo el odio que tienen los pueblos a los españoles por su cruel dominación formaron filas a su alrededor; esta fuerza ascendió a 500 hombres de a caballo, armados con lanzas; se presentaron en la Parroquia de Chocontá, distante 15 leguas de Santafé.
La noticia de la ocupación de esta parroquia produjo gran alarma en la capital: se dijo que eran 3000 hombres venidos de los Llanos de Casanare, y en consecuencia, algunas familias importantes emigraron hacia Cartagena. Entre tanto, Sámano hizo marchar al Teniente Coronel don Carlos Tolrà a la cabeza de cuatro compañías de infantería, pero fueron derrotados en el puente de Sisga.
A pesar de esta derrota, en el mismo día Tolrà derrotó la fuerza principal de la guerrilla cerca de Chocontá. Dispersase aquella con la pérdida de diez prisioneros que al instante fueron pasados por las armas. Tolrà, distinguido por sus crueldades en Popayán, no quiso perdonar a nadie que hubiera tenido alguna simpatía por la conmoción, y según el comentario general fueron asesinados mas de cien personas, entre hombres, mujeres y niños.
Los Almeida y algunos de sus compañeros se escaparon a Casanare y poco después fueron ahorcados. *
· (Nota del Historiador:
“Para que se conozca a fondo el carácter del Coronel Carlos Tolrà, y el modo con que los españoles hacían la guerra, copiaremos tres artículos de las instrucciones que diera al Teniente Coronel Simón Sicilia, que dejó mandando en su lugar:
“Artículo 1º.- No habiendo ya quedado bandidos reunidos en este país, resta sólo averiguar los parajes en donde se han ocultado, cuya diligencia practicará usted fusilando a cuantos aprehenda. Igualmente fusilará a los Alcaldes que hayan colectado gente para los bandidos, haciendo lo mismo con los demás vecinos que hubiesen contribuido a estos auxilios u otros con el mismo objeto.-
2º.- Recolectará todos los caballos, sin excepción de personas, remitiéndolos a Santafé y publicará bandos muy estrechos para recoger toda arma blanca y de fuego. 3º.- Destruirá todas las fraguas que haya en los pueblos, recogiendo todo el fierro y enviándolo a Santafé. Tibirita, noviembre 26 de 1817. (Fdo. “Carlos Tolrà”).
Restablecimiento de la Compañía de Jesús
En el curso de aquel mismo año se comunicaron a los Virreyes de América dos cédulas reales, de gran importancia: Por la del 11 de junio (1817) se restablecía la Compañía de Jesús en los Reinos de España y en los dominios españoles de América; se mandaba restituir a los jesuitas todos los bienes existentes; se ordenaba el pronto restablecimiento de sus antiguas casas y colegios, por los menos en las capitales de los Obispados; se creaba una junta en Madrid que debía entenderse con los pormenores del restablecimiento y acallar cuantas dificultades se presentaran.
Esta nueva corporación religiosa, que el decreto real pintaba como un fuerte dique opuesto a los progresos de la impiedad, se pretendía destinar en las colonias españolas para contener el torrente de la revolución.
Empero, no tuvo efecto, porque la Compañía rompió todas las vallas que le opusiera el Gobierno de Fernando VII, sin dar lugar a que se madurasen los planes hipócritas de aquel ambicioso monarca.
La otra cédula, del 15 de diciembre, que era de una importancia vital para las mismas colonias, fue la que abolió el comercio de esclavos en África en todas las provincias de ultramar. Prevìnose en ella que dentro de seis meses, bajos penas graves, el comercio de esclavos negros extraídos de las costas del África, quedarían prohibidos desde el 30 mayo de 1820.
Esta cédula hizo honor a la filantropía de los que la promovieron y decretaron. Desde entonces comenzó a disminuirse el comercio de los esclavos, que la codicia arrancaba de su país natal para trasladarlos a países remotos y a climas insalubres.
El Nuevo Continente se resentirá largo tiempo de los funestos efectos de este bárbaro comercio; más de una vez han sido empapadas en sangre sus fértiles campiñas por los hijos adoptivos, que contra su voluntad le diera una política codiciosa y poco previsiva.
Año 1818,- Sámano, Virrey de Santafé.-
El General Morillo, que había penetrado el carácter fiero y sanguinario de Sámano, ascendido ya a Mariscal de Campo, le halló un instrumento propio para completar la pacificación de la Nueva Granada; es decir, para que reinase en ella la tranquilidad de los sepulcros.
Informó al Rey en su favor, a fin de que se le confiriese el Virreinato de Santafé, que obtuvo en Madrid. Esta desagradable noticia se recibió en la capital por el mes de febrero y, en consecuencia, don Francisco Montalvo revolvió entregar el mando desde Cartagena, donde se encontraba por haber renunciado.
Sámano, un viejo sexagenario, que carecía de decencia en su persona, cruel, fanático y que usaba del singular castigo de escupir y de pisar a las personas que no le eran de su agrado; sin talentos políticos ni militares, sin atractivo alguno para ganarse los corazones de los granadinos, y, por el contrario, muy adicto al sistema de terrorismo que le trazara Morillo, bien presto acabó por atraerse el odio de la mayor parte de los habitantes de la Nueva Granada.
Careciendo de energía, dominado por el Coronel don Carlos Tolrà y por otros, en breve fue despreciado por la generalidad de los pueblos.
En tanto que ocurrían estos hechos, los patriotas de Casanare continuaban defendiendo heroicamente su independencia. Los españoles, con su buena infantería, algunas veces bajaban a las llanuras y obtenían efímeras ventajas.
Tal es el caso de lo sucedido en Zapatoca, donde el Gobernador de Tunja, Lucas González, consiguió batir un pequeño cuerpo de patriotas, matando en la acción y después de ella, a sangre fría, a cuantos cayeron en sus manos, hombres, mujeres y niños, incendiando también la población.
A su turno, los independientes, mandados por el jefe de escuadrón, Ramón Nonato Pérez, triunfaron de algunos destacamentos realistas y balanceaban sus pérdidas. Poco después batieron igualmente la columna española que dominaba las llanuras de San Martín, que riega el Meta.
Entonces los realistas de la Nueva Granada fueron arrojados enteramente de los Llanos situados al este de la gran cordillera, por lo tanto, se vieron reducidos a la imposibilidad de atacar a los patriotas que los dominaban; éstos manejaban diestramente la lanza y el caballo, y sin armar iguales no se les podía vencer.
Sámano quiso vengar la sorpresa de la Fundación y envió a los Llanos de San Martín al Coronel don Carlos Tolrà, a la cabeza de 500 infantes. Éste llegó hasta Medina, y no hallando con quién combatir, tuvo que regresar sin haber conseguido alguna ventaja.
Morillo, informado en Venezuela de estos acontecimientos, y sabiendo que no había en la Nueva Granada otro jefe que el Coronel Tolrà, envió al Capitán, don José María Barreiro, para que tomase el mando de la tercera división, acompañándole varios oficiales subalternos, de infantería y caballería.
Luego que Barreiro llegó a Santafé, el 4 de agosto, comenzó a trabajar con mucha actividad e inteligencia en la organización de las tropas. La división realista fue reforzada con los restos del antiguo regimiento de Victoria y completándose con reclutas de las Provincias del Socorro y Tunja, elevó las tropas reales del Nuevo Reino a cinco mil quinientos hombres, sin contar las guarniciones que existían en Quito, Popayán, Cartagena y Santa Marta.
Año de 1819.-
Sobre esta misma época se preparaba en Inglaterra una expedición con el fin de libertar a la Nueva Granada del yugo español, promovida, en parte, por el General Mac-Gregor y apoyada por el doctor José María del Real, agente que fue cerca del Gobierno británico de las Provincias Unidas de la Nueva Granada.
Mac-Gregor pudo reclutar 417 hombres de desembarco, dirigiendo su rumbo a la isla de Santo Domingo donde arribara en el mes de febrero. Permanecieron algunos días en los cayos de San Luis, sin que el Gobierno español de la Nueva Granada advirtiese su presencia. Hechos sus preparativos, Mac-Gregor apareció en Portobelo, con cinco buques y una lancha cañonera, tomando posesión.
Tanto el Virrey de Santafé, como los demás jefes españoles se alarmaron sobremanera con la perdida de Portobelo. Los papeles públicos de la Gran Bretaña anunciaban que las fuerzas de Mac-Gregor eran la vanguardia de una expedición que debía aumentarse hasta el número de 5.000 hombres; justamente temían los españoles perder el importante istmo de Panamá; de manera inmediata reunieron cuantas tropas les fuera posible y después de reforzar al castillo de Chagres, marcharon por tierra, a gran celeridad, a fin de sorprender a Mac-Gregor.
Como la ciudad de Portobelo está rodeada de árboles, les era fácil ocultar la marcha y el 29 de abril (1819), dividiendo las fuerzas en dos partes, se dirigieron a Portobelo: a las 6 de la mañana se rompió el fuego y en breve se apoderaron de la casa del Gobierno, degollando a cuantos se encontraron dentro.
Mac-Gregor logró tirarse por una ventana que caía al muelle, salvándose con muy pocos compañeros en los barcos que había en el puerto.
Después de la recuperación de Portobelo, el Teniente Santacruz, nombrado Gobernador de la plaza, se apoderó de dos embarcaciones que venían en auxilio de Mac-Gregor. El Virrey Sámano dio la orden para que todos los prisioneros fueran pasados por las armas, así fueran extranjeros que se encontraran apoyando a los rebeldes.
Sámano activa los aprestos militares contra Casanare.-
Casi al mismo tiempo que se tuvo noticia de la llegada de Mac-Gregor a Portobelo, el Virrey Sámano dirigía la principal atención a su proyecto favorito de subyugar la Provincia de Casanare. Barreiro tenía disciplinados completamente cuatro batallones de infantería, y el Teniente Coronel, Víctor Sierra, había hecho lo mismo con los dragones de Granada, que se hallaban muy bien montados y equipados.
Las fuerzas de los independientes de ningún modo eran despreciables. El General de Brigada, Francisco de Paula Santander había sido enviado por Bolívar desde Guayana para organizar la Provincia de Casanare e introducir la disciplina en las tropas; diòsele el título de Comandante General en Jefe de la vanguardia del ejercito destinado a liberar la Nueva Granada.
El arribo de Santander a Casanare fue muy oportuno para destruir la anarquía que reinaba entre los patriotas, divididos fuertemente entre Juan Galea, nombrado Comandante General por Páez, comandante del ejército de Apure, y Juan Nepomuceno Moreno, antiguo Gobernador de la Provincia, quien se había declarado independiente de la autoridad de Páez.
En tales circunstancias, la presencia de Santander y su buena conducta, consiguieron tranquilizar los ánimos. Reconocido por jefe militar superior, y agregada provisionalmente la Provincia a la República de Venezuela, trabajó Santander con muy buen éxito, siendo capaz de batirse con la división de Barreiro.
Sámano, que despreciaba altamente a los insurgentes de Casanare, a quienes trataba de cuadrillas de bandoleros que merecían morir en la horca, juzgó haber llegado el momento de castigarlos y destruirlos, sin dejar vivo a nadie. Imbuido en estas máximas, los jefes, Oficiales y soldados realistas, hacían la guerra en Casanare con la mayor barbarie y salvajismo. Por órdenes expresas de Sámano se había prevenido a los Comandantes de los diferentes destacamentos que destruyeran todas las casa rurales de sus moradores, que las incendiaran, junto con los trapiches, cañaduzales y poblaciones, y que no dejaran vivo a hombre capaz de llevar las armas (* Nota del Historiador).
Como el destruir y matar en América había sido un gran placer para los españoles, las ordenes de Sámano eran cumplidas exactamente, y desde el año 1817 no daban cuartel a ninguno de los rebeldes que cayeran en sus manos. Con semejante conducta, los habitantes de Casanare llegaron al mayor grado de exaltación contra los españoles, que no perdían oportunidad de poder vengarse.
En los archivos del virreinato se encontró la orden bárbara que prevenía tales destrucciones, y es como sigue:
“CIRCULAR”.- “El Excelentísimo señor Virrey, a consecuencia del movimiento que hizo el Comandante de la columna de Miraflores, Sargento Mayor don Juan Figueroa, hasta el río Upìa, asolando cuantos trapiches, cañaverales y sementeras había hallado, habiendo cogido algunos paisanos y mujeres que estaban indefensas, ha decretado, con fecha 28 del actual lo que copio: “Se aprueban los procedimientos del Sargento Mayor Figueroa, y en lo sucesivo prevéngase que cuando nuestras tropas ocupen territorio enemigo no dejen hombre vivo alguno en él, siempre que puedan manejar armas, bien sea de fuego o blanca”. Los transcribo a usted para su inteligencia y cumplimiento, cuando se halle en el este caso o lo esté algún otro súbdito del Reino, archivándose este prevención para conocimiento de los Comandantes y dándose en la orden de su Cantón para su obedecimiento. Dios guarde a usted muchos años. Santafé, noviembre 30 de 1818”. José María Barreiro.
El 5 de abril Barreiro emprendió su marcha, bajando a la llanura por la confluencia de los ríos Tocaría y Labranzagrande; alegrose mucho cuando vio las sabanas cubiertas de ganada vacuno, pero bien pronto palpó el desengaño, porque al acercarse resultaron ser tan ariscos y feroz el ganado, que con harta dificultad pudo tomar algunos para alimentar la tropa.
En las dos primeras jornadas huyeron casi todos los indios que le servían de guía; sólo había alcanzado a ver algunas partidas enemigas de observación y en tres días de marcha los españoles no pudieron hallar de los habitantes del Llano más que una mujer en estado de locura. Todos los demás, fieles a la causa de la Independencia, huían de los españoles como de las fieras.
Barreiro, sin noticia alguna de las distancias donde se hallarían los patriotas, determinó seguir hasta Pore, donde llegó el 9 de abril, encontrando la ciudad absolutamente desierta. Allí determinó Barreiro hacer machar hacia el punto de la Laguna, y el 14 de abril se le unieron las cinco compañías del batallón del Rey y por caminos extraviados dirigió la orden de seguir la marcha.
Acertado plan seguido por Santander en esta campaña.-
El General Santander, que dirigió la campaña de parte de los independientes, se propuso desde el comienzo conservar intacta su fuerza sin empeñar combates decisivos, por ser la única con que podía contar la República en caso de que fuesen batidas las tropas que mandaba el General Bolívar por el ejército superior que tenía Morillo en el bajo Apure.
Por tan poderoso motivo y persuadido de que los realistas no podían subsistir en el Llano, adoptó el plan de retirarse de la cordillera, a fin de cansar a los enemigos; con tal sistema de guerra estropeaba a la caballería española, y cuando estuvieren inutilizado los caballos, si Barreiro se empeñaba en perseguirle por aquellas vastas llanuras, podía dar un golpe de mano a su infantería y destruirla.
Este plan fue seguido constantemente por Santander y consiguió realizarlo, a pesar de las murmuraciones y oposición de algunos Jefes y Oficiales que deseaban se diera un combate general. El enemigo apenas pudo pernotar quince días en los Llanos, de donde tuvo que salir bien de prisa, temeroso de los estragos que pudieran hacer en su división las deserciones, el hambre y la falta casi total de caballos.
Mientras duraba la invasión de Casanare por los españoles, una fuerte guerrilla de 500 patriotas, formada en la Provincia del Socorro batió en Guadalupe un destacamento realista, matando a un Oficial y gran parte de los soldados; en consecuencia, llegó hasta Oiba, muy cerca a la capital; empero, atacada por fuerzas superiores, se dispersó en Gámbita; una parte penetró hasta Casanare y el resto se ocultó para continuar inquietando a los realistas.
El Gobernador del Socorro, Fominaya, tenia cansados a los habitantes de esta Provincia por sus continuos chismes que dirigía al Virrey, por sus fingidas alarmas. Sámano dispuso que lo reemplazara el Gobernador de Tunja, don Lucas González, conocido por su carácter fuerte y sanguinario.
En Tunja, en Pamplona y en Neiva también aparecieron guerrillas contra el Real Gobierno, lo que manifestaba claramente las disposiciones que los pueblos tenían para revolucionarse. La conducta agresiva del primer Magistrado y sus subalternos, exasperaba más y más los ánimos de los granadinos, que anhelaban por una revolución fuerte y poderosa que los libertara del despotismo español.
No estaban lejos, Bolívar preparaba ya todos los medios necesarios para realizar una de las empresas más atrevidas, más felices y gloriosas que se presentan en la historia de la revolución de la América del Sur.