Autor: Desconocido
Jesús está solo para enfrentar la muerte y para vencerla, llevando sobre sí el destino de todos los hombres; ve toda la maldad de los que lo maltratan y ve detrás de ellos el poder de las tinieblas. Carga con todas las culpas del género humano que deberá pagar con su muerte y, ante su Padre siente una profunda tristeza, tristeza de muerte.
Misteriosa agonía del Hijo de Dios que refleja toda la debilidad humana.
Él no tenía por qué pagar ninguna culpa y tampoco necesitaba ser purificado, pero tuvo que conocer las humillaciones, los sufrimientos e incluso el silencio de Dios para alcanzar esta madurez que sólo Dios conoce.
Judas era uno de los doce: ¿Cómo pudo Jesús, después de muchos días de oración -(recordemos que Jesús, antes de empezar su vida pública, pasó cuarenta dias en el desierto en perfecta unión con su Padre)- elegir a este hombre que lo traicionaría entregándolo a sus verdugos?
Cuando Judas seguía a Jesús soñaba, igual que los otros apóstoles, con un libertador al estilo de Moisés o con un guerrero, como Josué; conociendo más aJesús, los otros revisaron sus ambiciones, Judas nó.
Traicionó a Jesús para vengarse del Maestro que lo había defraudado; Judas convivía con Jesús y no pudo devolverle el cariño que su Maestro le tenía; contestó al amor con el odio y al final se dejó caer en el abismo del mal; talvez los apóstoles tuvieron alguna culpa en el asunto, Judas se había unido al grupo de pescadores galileos que formaba la mayoría de los doce, ¿supieron ellos integrarlo al grupo?
Jesús compareció ante dos tribunales: primero, ante el Sanhedrín, o Consejo Supremo de los Judíos; ahí lo acusaron de blasfemia, o sea, de hablar abiertamente de Dios y hacerse pasar como su Hijo; luego compareció ante el Gobernador Romano, Pilato, y esta vez lo hicieron pasar como agitador político; la razón de este doble proceso es la siguiente: los judíos estaban sometidos al poder romano y ya no tenían la facultad de condenar a penas mayores; por eso, después de juzgar a Jesús según las Leyes de Moisés, pidieron a Pilatos que hiciera efectiva la pena de muerte.
Es muy difícil afirmar que el proceso de Jesús fue legal o ilegal; se pareció a tantos procesos que conocemos, en que las autoridades, fuertes con el poder y el manejo de las leyes, logran condenar a los opositores, sin cometer fraudes demasiado patentes.
Los sacerdotes no logran condenar a Jesús; entonces manifiestan una de las versiones, "Yo puedo destruir el templo de Dios". Para los judíos, no había más sagrado que el Templo de Jerusalén, de modo que, atacar el Templo era amenazar la posición de los sacerdotes, cuyo poder se basaba en usufructuar los sacrificios que allí se ofrecían , y sacar las riquezas de las ofrendas e impuestos para su uso personal, y por lo tanto defendían, a capa y espada, sus propios intereses.
El Sumo Sacerdote no logra ponerse de acuerdo para condenarlo y decide tocar algo mucho más profundo y que ocupa el lugar central en el Evangelio: "Eres el Hijo de Dios?"; Jesús responde juntando dos textos de la Biblia que dejaban entrever la personalidad divina del Salvador:
"Lo soy, y un día verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha de Dios".
Los sacerdotes no se equivocaron sobre las pretensiones de Jesús, no lo condenaron por una cuestión de palabras, sino porque en toda su manera de actuar, Jesús se ponía en el lugar que sólo a Dios le corresponde. Con esto trataron de tranquilizar su conciencia, no quisieron reconocer que lo odiaban por haber puesto al desnudo su hipocresía, su falta de fe y su amor al dinero y a las comodidades. En la persona de Jesús, Dios mismo había venido a pedirles cuentas y ellos no estaban dispuestos a responder, y por esto se pusieron en su contra.
Jesús fue condenado en nombre de la Ley de Dios; no se rebeló contra la sentencia injusta de los jefes religiosos de su pueblo, los cuales eran representantes legítimos, aunque indignos, de su Padre.
ESTA FUE SU OBEDIENCIA PERFECTA, ANTE EL SILENCIO DE SU PADRE.
ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE ETERNA
Detente por un momento y mira hacia el Calvario...; si miras a la distancia, verás las tinieblas físicas que lo rodean, -la creación se conduele y gime por lo que le ocurre a su Creador-; pero, si te acercas, verás la oscuridad espiritual que envuelve a todos los que se han dejado controlar por el odio: allí están los dirigentes religiosos enceguecidos por sus propias tradiciones; la ingrata muchedumbre que desea la muerte del que tanto bien les hizo; el centurión y los sádicos soldados romanos, representantes del poderoso imperio que domina a Israel; el cielo está oscureciendo y negras nubes anuncian la agonía del Hijo de Dios, es el momento supremo del sacrificio; allí, encima de la cruz, está muriendo un Dios-Hombre, consumido por un amor extraño e incomprensible....
A su lado, dos ladrones pagan el precio de su vida equivocada; ellos podían haber quedado indiferentes intentando superar su propio dolor, pero reaccionaron..., de manera diferente, pero reaccionaron, uno para la vida y otro para la muerte.
Jesús está en medio de estas dos almas moribundas y les ofrece la oportunidad de escoger; cuando estos dos ladrones, talvez asesinos, se están maldiciendo el uno al otro, le están echando la culpa a los demás de sus errores, oyen la voz apenas audible de Jesús:
"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen", caen en un silencio de expectación....; Él, pidiendo perdón por sus enemigos, cuando ellos sólo piensan en el odio y la venganza.
En medio de su propio drama escuchan la burla de los judíos, "a otros salvó, sálvese tú, si de verdad era el Cristo", y por otro lado resuenan las palabras de perdón del Maestro...., ¿a quién atenerse en momentos tan difíciles?...; se oye entonces la voz del primer malhechor..., "no eres tú el Cristo?, pues salváte a ti y de paso a nosotros".
Este hombre, ante la encrucijada que se le presenta, sólo piensa en su comodidad, sin importarle el dolor del Hijo de Dios, no quiso asumir la culpa de lo que había hecho, ni confesar su delito...; pensando que su compañero en desgracia, compartía sus sentimientos, se hizo portador de ambos..., "sálvenos a nosotros"..., pero su compañero iba por un camino diferente, él reconoció su pecado ante la clemencia de Cristo.., y con el corazon embargado de una nueva visión de sí mismo, se dirige a Jesús: "Señor, acuérdate de mi, cuanto estés en tu reino".
Los dos reaccionaron, pero de qué distinta manera: uno para la vida..., el otro para la muerte. Así son las cosas con Jesús, tú lo aceptas o lo rechazas, pero no quedas indiferente.
Tú y yo, queramos o no, llegaremos un día al pie de la Cruz, al momento de la suprema decisión y si observamos bien, los extremos de la cruz tocan el cielo y las profundidades de la tierra, diciéndote, sin palabras, que esos son los únicos caminos: vida o muerte, salvació o perdición.
En estos dias santos elegiremos a quién servir... a Jesús..., o seguir el ejemplo del que prefirió morir, antes que vivir.